En cada una de las etapas de la vida, las personas toman decisiones que influyen profundamente en cómo serán en el futuro: pagan para quitarse los tatuajes que se hicieron de adolescentes, se divorcian de quienes se enamoraron y acuden a centros de belleza para perder los kilos que han engordado con el paso de los años.
Un equipo internacional de investigadores ha realizado un estudio donde se demuestra que aunque el ser humano es consciente de cómo sus personalidades y valores cambian con el paso del tiempo, tiende a creer que no se modificarán mucho más en el futuro. El trabajo se publica esta semana en la revista Science.
“Existe una tendencia a tratar el presente como una línea divisoria, en la que uno se convierte en la persona que será por el resto de su vida”, recoge el estudio. Los autores se refieren a ella como ‘la ilusión del final de la historia’ y explican que esta actitud puede llevar a no tener en cuenta los futuros comportamientos y preferencias.
Los científicos han utilizado una muestra de 7.519 adultos de entre 18 y 68 años –el 80% de ellos eran mujeres– obtenida de la página web de un programa de televisión.
Los participantes tuvieron que contestar a preguntas como cuál es su estilo musical favorito, el nombre de su comida predilecta, su hobby por excelencia y el nombre de su mejor amigo.
A continuación, estas personas fueron incluidas, al azar, en una de estas dos opciones: ser ‘reportero’ –debían contestar si sus preferencias actuales eran iguales o diferentes de las que tenían hace 10 años– o ser ‘predictor’ –vaticinar si esas predilecciones actuales serían las mismas o cambiarían dentro de una década–.
Los investigadores contabilizaron el número de ítems en los que los participantes manifestaron que sus respuestas serían diferentes, tanto en el pasado como en el futuro, y lo utilizaron para medir los cambios de preferencias.
Creen conocerse a sí mismos
Según los autores, el trabajo deja claro que las personas “tienden a subestimar cuánto cambiarán a medida que cumplan años” y lo explican de dos modos: “En primer lugar, es posible que la mayoría de la gente opine que sus personalidades presentes son atractivas y sus preferencias son sabias, lo que les impide pensar en la posibilidad de cambiar. Puede que crean conocerse muy bien a sí mismas, y que un cambio en el futuro amenace esa creencia”.
En segundo lugar, los científicos señalan que hay que diferenciar entre los procesos cognitivos para recordar el pasado y aquellos con los que se infiere el futuro.“La prospección es un proceso constructivo, mientras la retrospección es reconstructiva”, explican los científicos.
Añaden además que generalmente, construir cosas nuevas es más difícil que reconstruir las ya pasadas. Por eso, es probable que la dificultad de predecir cómo será algo en el futuro lleve a muchas personas a asumir que no se producirán demasiados cambios.
“Esa actitud consiste en confundir la dificultad de imaginar el cambio personal futuro con la poca probabilidad de cambiar personalmente”, concluyen los expertos.
Referencia bibliográfica:
Jordi Quoidbach, Daniel T. Gilbert, Timothy D. Wilson. “End of history illusion”. Science. 3 de enero de 2013.