Li Wenliang si no fue el primero en advertir de la presencia de un nuevo coronavirus muy violento, si fue de los que primero dio la voz de alerta. Pero el gobierno chino en lugar de tomarlo en cuenta, trató de acallarlo.
Médico oftalmólogo, nació en la ciudad de Wuhan, China (donde se originó presuntamente el SARS-CoV2) el 12 de octubre de 1986.
El 30 de diciembre de 2019, este joven oftalmólogo del Hospital Central de Wuhan alertó a un pequeño grupo de compañeros de algunos casos de síndrome agudo respiratorio grave (SARS, por sus siglas en inglés).
Estas advertencias fueron vistas por el régimen chino y la policía de Wuhan como una difamación de rumores falsos, quienes obligaron a Li a firmar un manifiesto en el que admitía haber “alterado el orden social gravemente”.
Una semana después de este episodio de censura y represión, el oftalmólogo enfermó de lo que ya denominamos en todo el mundo covid-19 y fue actualizando su estado de salud en la red social Sina Weibo.
Su muerte, el 7 de febrero, levantó una ola de indignación en la entonces confinada ciudad de Wuhan y se convirtió en “la cara de la covid-19 en China”.
A pesar de que su fallecimiento sacudió la nación, los que lo conocieron hablan de él como un hombre modesto y muy dedicado a su trabajo. En una de sus últimas publicaciones en la red social, se disculpó ante todos sus pacientes que podrían haberlo considerado como “una persona irritable”. Pero en la memoria colectiva china, Li permanece como un héroe que nunca debió serlo.