Durante tres años Wolfgang Amadeus Mozart tuvo de mascota a un estornino al que dedicó un poema burlesco cuando falleció. Comenzaba así: “Aquí yace un loco entrañable, un pájaro rígido”. Cuerdo o no –como su dueño– este pájaro de compañía tuvo la capacidad de aprender a silbar el último movimiento del concierto para piano en Sol mayor de Mozart, según relata el escritor estadounidense Gabriel Jackson en la biografía del compositor.
El estornino es uno de los seres vivos que tiene la habilidad de imitar en su canto aquello que escucha y, posiblemente, el genio de la música clásica lo escogió por esta razón.
Además de esta ave, otras, como los periquitos o las cacatúas, son capaces de aprender vocalizaciones y moverse al ritmo de una manera predictiva y flexible. La hipótesis científica que explica esta destreza es que solo los animales con capacidades vocales pueden seguir el compás.
“Este supuesto sigue vigente, aunque estudios con chimpancés y leones marinos –animales con aparente falta de aprendizaje vocal– la contradicen. Es necesaria una investigación sistemática de muchas especies que utilicen los mismos estímulos, pruebas conductuales y un análisis estadístico para tener una idea más clara del problema”, declara a Sinc Hugo Merchant, investigador del Instituto de Neurobiología de la Universidad Nacional Autónoma de México y autor de un estudio sobre primates y consonancia rítmica.
Otros seres vivos con aptitud para percibir el ritmo musical –además del ser humano–, son las ballenas, los delfines, las focas, los murciélagos y los elefantes, entre otros. Pero existen diferencias claras entre la percepción de la música por parte de los humanos y otros animales.
“El ser humano tiene una capacidad enorme para percibir y generar movimientos rítmicos, con una flexibilidad que no se ha visto en ninguna otra especie. Esta cualidad se ha observado en bebés recién nacidos, por lo que se sugiere como algo innato”, añade Merchant.
Los científicos están de acuerdo en que los animales capaces de aprender vocalizaciones tienen un aparato audiomotor muy sofisticado que les permite percibir el ritmo. “Se sabe que las especies que tienen este talento muestran proyecciones neuronales directas desde la corteza motora primaria hasta la siringe en las aves o la laringe en mamíferos”, asegura el experto.
Chimpancés que tocan el piano
El Instituto de Investigación de Primates de la Universidad de Kyoto (Japón) es uno de los centros que ha contradicho con sus experimentos la teoría general de que solo los animales con capacidad de aprendizaje vocal siguen el ritmo.
Yuko Hattori, científica de este instituto, jugó con chimpancés haciendo varios ejercicios con estímulos sonoros y los colocó frente a un teclado para observar sus movimientos.
“Al principio, entrenamos a los chimpancés para que tocaran dos teclas alternativamente a su tempo preferido. Una luz los dirigía a cada tecla, pero a un ritmo aleatorio que cambiaba rápidamente. Cada vez que los chimpancés pulsaban las teclas treinta veces recibían alimentos”, explica a Sinc Hattori.
Después, los científicos los expusieron al compás sencillo de un metrónomo para ver si su golpeteo coincidía de forma natural con el estímulo, e introdujeron también un sonido para distraerlos.
“Los resultados muestran que los chimpancés son capaces de sincronizar de forma espontánea sus movimientos con el sonido. Uno de tres tocó sobre el teclado el ritmo que escuchaba”, apunta Hattori, que publicó el experimento en la revista Nature.
Los investigadores desconocen en qué momento adquirieron esta habilidad los monos. Sin embargo, el ritmo es importante en la comunicación, tanto en chimpancés como en humanos, por lo que pudo haberse desarrollado a través de la comunicación con otros miembros del grupo. “Algunos investigadores creen que esta capacidad está relacionada con la del aprendizaje vocal complejo”, comenta la experta.
Loros pioneros en sincronización rítmica
En su libro El origen del hombre, Darwin ya especuló con que la capacidad humana para el ritmo musical reflejaba aspectos básicos de la función cerebral y que la compartiría con otros animales.
De hecho, se presume que el aprendizaje vocal en las aves y los seres humanos tiene una biología subyacente similar. “No lo sabemos a ciencia cierta, pero es una idea corriente entre algunos biólogos”, explica a Sinc Aniruddh Patel, profesor de la Universidad Tufts (EE UU).
El investigador publicó en la revista PlosOne una revisión sobre los métodos y estudios que se han realizado al respecto. “El estudio con loros ha proporcionado la primera evidencia experimental de que las especies no humanas pueden sincronizar los movimientos al ritmo de una manera similar a la nuestra”, asegura.
Pero la similitud de la conducta no es garantía de mecanismos subyacentes similares. “Por ejemplo, un loro puede decir ‘Polly quiere una galleta’, pero esta emulación del habla se produce por diferentes mecanismos articulatorios a los utilizados en el habla humana”, argumenta en el estudio.
El científico investiga actualmente si existe esa sincronización también en el trote de los caballos domésticos, un hecho que solo se ha observado de forma informal.
“Aún desconocemos si son capaces de seguir una melodía sin las señales del jinete, que es una cuestión crucial. Por eso he diseñado un nuevo método, para poder probarlo”, señala.
Hasta ahora, los únicos mamíferos no humanos que han demostrado de forma más contundente ser bailarines con ritmo son los leones marinos. Investigadores del Laboratorio Long Marine de California publicaban a principios de año que una leona marina apodada Ronan era capaz de bailar con la cabeza al tempo, al oír ciertos ritmos.
Ronan nació en un hábitat salvaje en 2008 y la rescataron al año siguiente en el Centro de Mamíferos Marinos en Sausalito, después de su tercer varamiento. En enero de 2010 se unió al Laboratorio Pinniped de Cognición y Sistemas Sensoriales, donde aprendió a mover su cabeza al oír ciertos ritmos. Más tarde, observaron que era capaz de aplicar esta habilidad a melodías que nunca había escuchado antes.
Una vez más, la teoría general queda cuestionada ya que los leones marinos no se caracterizan por su capacidad vocal y tienen una flexibilidad limitada en los sonidos que emiten.
‘»El éxito de Ronan plantea un verdadero problema para la teoría de que la imitación vocal es una condición previa necesaria para la consonancia rítmica'», recalcó Peter Cook, autor principal de este trabajo y becario posdoctoral en la Universidad de Emory.
Y no solo eso; según Cook esta leona marina es mucho mejor bailarina que las aves, ya que estas encuentran pronto el ritmo pero no mantienen el compás de forma tan fiable como Ronan.
Ya lo decía el compositor francés Claude Debussy: “La música es una transposición sentimental de lo que es invisible en la naturaleza”. Algo inmaterial, que solo disciernen algunos seres afortunados del reino animal. Y, como pasa con los humanos, unos tienen más talento que otros.