En México se cuenta con estudios cada vez mejores sobre la pobreza. Sin embargo, desde la década de los 70 se encuentran en el abandono los estudios sobre un fenómeno social que es previo a la pobreza y que funciona como un estímulo a la corrupción: la desigualdad.
Este abandono se debió a que todavía se utiliza poco a las ciencias sociales para la toma de decisiones y que hubo estudios que se inclinaron a ideologías políticas en detrimento de su naturaleza científica.
La desigualdad no es sólo un fenómeno que esté relacionado con la cantidad de dinero que pueda generar un individuo en comparación con otro. Los estudios sobre desigualdad identifican las diferencias entre regiones y grupos. Al carecer de análisis científicos sobre las diferencias de contextos y realidades tampoco se han podido diseñar políticas públicas eficientes que disminuyan los desequilibrios como explicó el doctor Guillermo de la Peña Topete, investigador emérito del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) y miembro del Seminario Permanente Las Ciencias y las Tecnologías en México en el Siglo XXI.
“Hay precedentes muy interesantes de estudios sobre desigualdad social en artículos y libros que se publican en los 70 y creo que los estudios de la pobreza ahora, por ejemplo, ya llegaron a un nivel de refinamiento muy interesante, que buscan categorizar distintas modalidades de pobreza y lo están haciendo bien, organismos como el propio INEGI y la que está manejando el Coneval por ejemplo.
“Sin embargo, hay otros tipos de desigualdad, en donde se ha avanzado menos de lo que parecería haber anunciado la investigación que se empezó a hacer hace treinta años, me refiero a dos tipos de desigualdad: uno es la desigualdad territorial y el otro es la desigualdad basada en la discriminación de grupos enteros de la población que comparten alguna característica”, indica el antropólogo social.
La desigualdad entre regiones y localidades se pueden percibir estadísticamente, aunque no se explican con claridad los factores que intervienen en esas diferencias. Por ejemplo, los diez municipios de mayor ingreso en México tienen un nivel comparable al de los países más ricos del mundo, mientras que los diez municipios más pobres -que por cierto son todos indígenas- tienen un nivel similar al de los países más deprimidos del mundo. En esos desequilibrios influye el conocido centralismo de México y la desarticulación entre desarrollo de campo y ciudad.
Otro tipo de estudios de desigualdad que, de acuerdo con el experto del CIESAS, necesitan mucho mayor respaldo y entusiasmo por parte de los científicos, es la desigualdad basada en la discriminación cultural, lingüística, étnica, de género, de orientación sexual, de personas con capacidades diferentes y discriminación con base en religión, en creencias.
“Una fuente muy importante de desigualdad que han documentado las ciencias sociales en México son las diferencias lingüísticas. Hay estudios antropológicos de colegas míos que muestran cómo en las escuelas a los niños indígenas, en zonas en donde no son mayoría, se les discrimina hasta que dejan de ir a la escuela. Como consecuencia, el abandono escolar lleva a que las personas estén poco capacitadas para ejercer trabajos lucrativos, esta poca capacitación lleva a la pobreza, es decir hay interrelación entre las formas de discriminación y la pobreza socioeconómica”, indica De la Peña Topete.
De acuerdo a De la Peña Topete, la corrupción se usa frecuentemente en los espacios donde el Estado muestra lagunas y contradicciones.
“Tenemos un sistema que funciona no por normas, sino por un intercambio de favores entre distintos niveles de la sociedad, por lo cual los niveles superiores conceden ciertos favores a los niveles inferiores a cambio de lealtad política. Entonces la política mexicana está muy penetrada por esta idea de clientelismo y lealtad. Este clima de aceptación, de que ‘bueno pues las cosas no son legales, pero mira esto nos sirve a todos, tenemos estas ventajas” es una consecuencia bastante obvia y frecuente”, añadió.
Este modelo de política y de economía en el que se usa la desigualdad en lugar de combatirla no ha cambiado con la alternancia de los partidos políticos en el gobierno porque tienen la deformación de buscar siempre clientela política entre los más necesitados.