“Fuimos a la tienda a traer pan y leche, venía el tren, pero en aquellos tiempos estábamos como ignorantes y no sabíamos. Pasó el tren, las primeras personas nos decían ‘madre tenemos hambre’, ‘madre, danos un pan’. Les quedamos viendo, ¿les daremos o no les daremos?, y dice mi hermana ‘pues hay que dárselo’. Los primeros los dejamos pasar. Hay que dárselos a los que vienen atrás, yo les puse mi bolsa del pan y después la leche a los otros, y mi hermana Bernarda hizo lo mismo con los de atrás.

”Y las personas nos dijeron ‘muchas gracias’, colgados en el tren y quién sabe quiénes eran. Pasó el tren, pensamos ‘nos regresamos a traer más pan o nos regresamos a la casa’. Llegamos y dijimos: ¿sabes qué mamá?, pasó el tren, iban unas personas allí, nos pidieron que les diéramos el pan y la leche, pus se las dimos. ‘Y ahora’, dice mi mamá, ‘ahora ya ni modo’”.

Así fue como Rosa Romero junto con su madre, hermanas y otras mujeres de la comunidad La Patrona, en el municipio de Amatlán de los Reyes, Veracruz, iniciaron la lucha para dar alimento y agua a los migrantes centroamericanos y mexicanos que viajan en el tren conocido como “La bestia”.

La anécdota fue relatada durante el encuentro que sostuvieron siete integrantes de Las Patronas con la comunidad universitaria, encabezada por la rectora Sara Ladrón de Guevara, la tarde del 5 de junio en la Sala de Videoconferencias de la Unidad de Servicios Bibliotecarios y de Información (USBI) campus Xalapa de la Universidad Veracruzana (UV).

Las mujeres, quienes ganaron el Premio Nacional de Derechos Humanos 2013, ofrecieron una conferencia en la UV invitadas por la Unidad de Género de esta casa de estudios, evento que convocó a decenas de personas que en todo momento estuvieron atentas a sus relatos.

Rosa Romero narró que hace 19 años, cuando empezaron elaborando “30 bastimentitos”, nunca pensaron que su trabajo fuera a extenderse tan lejos, incluso más allá de las fronteras mexicanas.

Su hermana, María Antonia Romero, recordó que esa misma tarde que sus hermanas regalaron la leche y el pan, su mamá las convocó a una reunión para organizarse y elaborar comida para los migrantes.

“Al segundo día, mi amá fue a traer las bolsas y ya estábamos organizadas. De repente mi amá grito ‘ahí viene el tren’. Se habían compuesto unos 20 o 30 lonches. A mí de ver el tren, al principio, me entraba miedo y yo decía ‘vayan a jalar a mi amá’, pero no, mi amá ya estaba más práctica que yo”, contó.

Norma Romero expresó que antes de iniciar con este proyecto no sabían para qué servían, pero ahora están convencidas de que les ha cambiado la vida. Este trabajo —dijo— no sería posible sin el apoyo y ayuda de la sociedad civil, organizaciones no gubernamentales e instituciones de los tres órdenes del gobierno.

Aseguró que los migrantes no son delincuentes, sólo son personas que necesitan comida, un lugar para asearse y descansar. “Tenemos que solidarizarnos con ellos, escucharlos y atenderlos, porque son muchas las penurias que pasan para realizar su sueño, que más bien es una pesadilla”.

La mayor satisfacción para ellas, compartieron, es escuchar a las personas gritar “Gracias madre, que Dios me las bendiga”, pero al mismo tiempo se entristecen cuando se dan cuenta de que la comida preparada no fue suficiente para todos, o cuando escuchan a lo lejos “Madre no me tocó a mí”, “madre, no tendrás más”.

Respecto de la trascendencia que ha tenido su labor, Rosa comentó: “Nosotros no buscamos cámaras, no buscamos periódicos, sino que las cámaras y los periódicos llegan a la casa y pues bienvenidos. A final de cuentas ya somos famosas, dicen que somos famosas, pero ricas en salud y en la vida. Aquí estamos, mientras Dios nos preste vida aquí estaremos apoyando a todos los centroamericanos”.

 

Alimentan el cuerpo y el alma de migrantes

Los estudiantes, investigadores, académicos y administrativos asistentes a la charla, reconocieron y celebraron el trabajo realizado por Las Patronas a favor de los derechos humanos de los migrantes, incluso algunos de ellos expresaron que son un ejemplo a seguir de solidaridad, generosidad y humanidad.

Por su parte la rectora Sara Ladrón de Guevara recordó que Las Patronas corren todos los días al lado de las vías del tren, con botellas de agua y bolsas de alimento en las manos para entregárselas a los migrantes, quienes se esfuerzan por extender los brazos lo más que pueden para alcanzar lo ofrecido.

Su tarea, agregó, refleja que aún existe la solidaridad, la generosidad, el desprendimiento, la empatía humana como mecanismo para sanar nuestras heridas sociales.

“Es la imagen que nos devuelve la confianza en el ser humano y en su capacidad para humanizar su vida, su entorno, sus relaciones”, reiteró.

Detalló que a partir de la iniciativa de la titular de la Unidad de Género, María José García Oramas, la UV ha tejido lazos de cooperación y apoyo con Las Patronas, que para la casa de estudios se ha tratado de una experiencia excepcional por la carga de humanidad que hay en su labor, por el ejemplo de entrega y desinterés que ofrecen todos los días, y porque han imbuido en la comunidad universitaria la certeza de que la generosidad y la solidaridad siguen siendo rasgos humanos.

En tanto, García Oramas dijo que son ejemplo de que podemos actuar colectivamente por los derechos humanos desde cualquier parte, para contribuir al mundo que nos ha tocado vivir.

“En el comedor La esperanza de los migrantes, siempre hay comida caliente para alimentar el cuerpo y palabras de aliento para alimentar el alma, por algo las llaman ‘las madrecitas’”, finalizó.

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