Para la cultura Maya los seres humanos estamos compuestos por una mezcla de materia pesada y materia ligera, esta última de origen divino, apuntó Érick Velásquez García, doctorado en Historia del Arte y miembro del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM, en su conferencia “Creencias mayas antiguas sobre la concepción del alma, el espíritu, la mente y el sueño: 600-900 d.C.”

En el evento organizado por la Facultad de Antropología y el Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana (UV), además de la Secretaría de Educación de Veracruz (SEV), el académico comentó que su investigación aborda un tema que ha sido relativamente estudiado entre grupos mayas actuales por medio de la etnología y a través de los testimonios de la época colonial.

Velásquez García precisó que su enfoque sobre el tema parte de la iconografía y epigrafía maya, en la cual se hace referencia a las creencias en torno al alma unos 600 años antes de la llegada de los españoles.

“La escritura maya es un sistema logo-silábico, esto quiere decir que trabaja con dos categorías fundamentales de signos que son logogramas, los cuales representan palabras completas y silabogramas, sílabas que no tienen significado, solamente tienen un valor fonético; los mayas podían expresarse apoyados en ambos.”

La concepción que se tenía en el mundo precolombino y aún subsiste en algunos grupos indígenas es que los seres humanos se componen de materia y existen dos tipos: la materia pesada, que es fácil de ver a través de los sentidos y durante la vigilia, compuesta por los huesos y los tejidos; mientras que por otro lado hay otras partes del cuerpo conformadas por materia ligera, que es volátil, gaseosa. Estas partes del cuerpo se pueden ver por medio de la mirada del sueño y del espíritu.

En la concepción occidental se considera que el espíritu es inmaterial, sin embargo entre los mayas no es así, recalcó, se consideraba que era materia de tipo volátil y de origen divino, “el ser humano es un conjunto de componentes y cada componente, cada parte de su cuerpo tiene un origen diferente y fue creado en un momento diferente, algunas partes son finitas y otras infinitas, es decir, algunas son eternas y otras se descomponen después de la muerte”, puntualizó.

Para los mayas la muerte significa la separación de todos los componentes del ser humano y sus elementos de materia ligera se van a diferentes destinos, “es una concepción muy diferente a la de la religión cristiana, porque existe no una sino varias almas”.

Las entidades anímicas que ha podido reconocer en su investigación por medio del arte maya son tres: “ohlis”, que se traduciría como corazón; “bahjis”, traducida como frente o rostro, y “wayis”, cuya significación se asemeja a otro término mesoamericano: nahual.

Una de las características de dichas entidades es que se reflejan en partes del cuerpo, como es el caso del corazón, espacio donde se concentra el ohlis, esta esencia o gas que desde ahí se expande a todo el sujeto.

Otra cualidad de las entidades anímicas es que tienen personalidad y voluntad propias, “porque hay que entender que son dioses que viven dentro del ser humano, viven dentro de su creación y cuando uno muere estos componentes se liberan porque son inmortales, fueron creados desde tiempos míticos”.

Para poder comprenderlos, dijo, se pueden denominar como centros de conciencia, “nosotros como occidentales del siglo XXI pensamos que nuestra conciencia radica en el cerebro; entre los mayas no fue así, pensaban que las capacidades intelectuales como el aprendizaje, la memoria, el sueño, están desarticuladas en diferentes partes del cuerpo y su centro son las entidades anímicas, una parte del cuerpo donde residen con mayor intensidad”.

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