Este año, tres mil millones de pesos apoyaron 700 proyectos tendientes a generar nuevos productos, métodos, diseños y servicios, o incrementar el valor de los ya existentes. Este proceso, el de la innovación, se ha convertido en uno de los elementos clave en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), para lograr el avance del conocimiento y el desarrollo tecnológico.
Con cinco años en operación, la Dirección Adjunta de Desarrollo Tecnológico e Innovación del Conacyt, a cargo del maestro en ciencias Luis Torreblanca Rivera, está enfocada a mejorar la capacidad de innovar en México y, con ello, alcanzar mejores condiciones competitivas para favorecer el crecimiento económico del país. El principal instrumento con el que se busca fortalecer esta actividad es el Programa de Estímulos a la Innovación (PEI), que opera en tres modalidades (Innovapyme, Innovatec y Proinnova), y el uso de Fondos Sectoriales.
“Conozco un poco de la historia sobre el tema del desarrollo tecnológico de Conacyt, incluso podría ufanarme de que soy parte de esta historia. En mi primera etapa en la institución, de 1977 a 1987, me tocaron los programas pioneros que buscaban llevar el conocimiento hacia la tecnología y a las empresas, a los emprendedores, para que la usaran”.
En esa época, relató, se llevó a cabo la primera reestructuración del Conacyt. “Hablo de la Dirección Adjunta Tecnológica. Había una dirección de servicios de apoyo donde estaban mezcladas la actividad científica y tecnológica junto con el programa de repatriaciones que fundamentalmente eran programas abiertos a las universidades y centros de investigación para traer a científicos mexicanos que se habían ido al extranjero. Cuando se hizo la reestructuración del Conacyt se definió que la actividad para el desarrollo tecnológico era importante. No se puede negar que el Consejo nació con una raíz más científica, que está en el ADN del organismo, y la parte tecnológica de la que hablo se incorporó en una etapa más tardía”.
Recordó que hubo un primer programa llamado “Riesgo Compartido”, el primero que tuvo el Consejo para interactuar directamente con las empresas; buscaba estimular la inversión en desarrollo tecnológico e innovación. Ese programa es el antecedente más remoto que hay en el rubro de estímulos a la innovación en el organismo.
Torreblanca explicó que el PEI es un programa muy amplio y está enfocado principalmente a apoyar a las empresas para que hagan desarrollo tecnológico e innovación aportando recursos económicos para estimularlos de forma complementaria. Este instrumento hace que las empresas pongan una parte y el Conacyt otra. El mecanismo busca que los productos tengan impacto en el mercado y las empresas tengan mayor competitividad y calidad.
En 2013 este programa manejó un presupuesto de tres mil millones de pesos, es decir, que cada peso de esta cantidad, destinada para la ejecución de los proyectos, recibe como contraparte otro, así hay más de tres mil millones de pesos que llegaron de la iniciativa privada.
El PEI tiene un impacto directo en inversión en ciencia y tecnología, añadió Torreblanca, porque ahí está vinculada totalmente la inversión privada, lo que se convierte además en uno de los indicadores importantes, como lo es también conocer qué tanto se está propiciando con este programa la capacidad nacional en las universidades y en los centros de investigación. “En lo que es vinculación hay muy buenos resultados, en esta convocatoria (la última) estuvimos apoyando por arriba del 90% a proyectos que tienen esta vinculación”.
“Este programa tiene otras acepciones que vale la pena destacar, y es que contempla prioridades, las cuales se establecen en términos de sectores industriales a nivel nacional, las Secretarías de Estado hacen lo propio por regiones y los consejos estatales de Ciencia y Tecnología buscan traer los temas de mayor potencial en relación con conocimiento y ciencia”.
De los 700 proyectos que se apoyaron en 2013, que fueron evaluados por el sistema de Conacyt, representaron apenas entre el 12% y 15% de las solicitudes que se recibieron, de un total de alrededor seis mil propuestas. Pero no obstante la buena respuesta a este programa, una de sus deficiencias es la anualidad con la que funciona, debido a que opera con recursos fiscales y, por lo tanto, no puede rebasar el año calendario, esto quiere decir que los fondos que asigna el Consejo a los proyectos se tienen que ejercer el mismo año. Y para aminorar este impacto, este año la convocatoria para 2014 se anticipó (en septiembre pasado) para que las empresas tuvieran más tiempo para ejecutar sus proyectos.
Luis Torreblanca mencionó que la parte virtuosa del PEI es que una empresa difícilmente le apuesta a algo que no vaya a tener un resultado en el mercado, y que se traduzca ya sea en un mayor volumen de ventas, en exportaciones, en acceso a nuevos mercados, en reducir costos o en mejorar la calidad.
“Esos son indicadores que desde luego trae la empresa y son considerados en la evaluación primera y en la evaluación posterior que se hace a nivel de todo el programa.
Los teóricos de la innovación dicen que el producto, el servicio y la metodología tienen que llegar al mercado para que sea una innovación, de lo contrario, se habla de desarrollo tecnológico. El paso de llevarlo al mercado, que es la creación de valor, es lo que más nos interesa, dijo Torreblanca Rivera, pues no se trata de crear conocimiento para que se quede ahí; pero si la innovación es exitosa en el mercado, seguramente ya no requiere de un estímulo económico, y el Conacyt apoya para que se llegue a la fase de innovación.
En relación con las áreas más favorecidas por el Programa de Estímulos a la Innovación, principalmente están: Biotecnología, agricultura, acuicultura, farmacéutica, materiales, energía, medio ambiente, manufactura, tecnologías de la información y química.
El Programa de Estímulos a la Innovación, es un instrumento que tiene el mayor merca- do y cantidad de proyectos, así como respuesta, pero hay otros que maneja esa dirección como los Fondos Sectoriales (que mantiene por ejemplo con Sagarpa, Semar, ASA, Conafor, Sectur, entre otros) y tienen como principal componente la parte de desarrollo.
“La ventaja de estos fondos es que Conacyt pone en juego, además de recursos económicos, las capacidades de las universidades y centros de investigación para solucionar un problema”, dijo.
La innovación, siendo una área prácticamente nueva para Conacyt, tiene una problemática diferente, porque en ella el actor fundamental es el empresario y atraerlo es quizá el reto mayor que tiene el Consejo pues exige flexibilización y ampliación de sus horizontes para tener relación con este grupo de actores que son fundamentales para la innovación.
“En el tejido de la generación y aplicación del conocimiento hasta llegar al desarrollo de la tecnología e innovación se necesita de todo. Necesitamos empresarios dispuestos a tomar riesgos, para poner sus recursos y los que pueda conseguir (por ejemplo del Conacyt o la Secretaría de Economía) para esa aventura de la innovación, y hacer que esos esfuerzos se traduzcan en beneficios económicos”.
La economía de México, concluyó Luis Torreblanca, tradicionalmente se ha movido más hacia la compra de tecnología extranjera, pensando en un ahorro. Hoy en día somos un país con una gran cantidad de empresarios que se dedican a optimizar la producción que está hecha con base en una tecnología ya dominada en el mundo. Este escenario es el que queremos cambiar.