Sergio Tamayo, profesor-investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Unidad Azcapotzalco, expuso el tema “Ciclos de protesta y repertorios de la movilización en México”, en el Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales (IIH-S) de la Universidad Veracruzana (UV), el miércoles 18 de junio.

Tamayo hizo un recorrido por los movimientos sociales suscitados en el país de 1968 a la actualidad, cuando se vive una “agresión” a la clase trabajadora y a los sectores populares, a través de las reformas constitucionales que impulsa el Partido Revolucionario Institucional (PRI) para afianzar el “neoliberalismo más descarnado”.

Esta actividad se desarrolló en el marco del Ciclo de Conferencias “Los movimientos sociales en México y Bolivia”, organizado por el Seminario Acción Colectiva y Política del IIH-S, y fue moderada por el profesor-investigador de esta entidad, Martín Aguilar.

Para Tamayo, la década del siglo XXI refleja de alguna manera resonancias históricas y biográficas de movimientos sociales que datan, al menos, desde 1968, y dan continuidad a organizaciones y redes sociales, personalidades e ideologías que van ajustándose, cambiando y rearticulándose “al calor de la lucha”.

         La primera década del siglo XXI, asentó, se ha caracterizado por una política antipopular y antisocial, avalada por gobiernos panistas de derecha y conservadores.

         Recordó el “voto útil” que llevó a Vicente Fox a la presidencia de la República en el 2000 a través del Partido Acción Nacional (PAN), destituyendo al PRI; esa llamada alternancia política no tuvo los efectos deseados, sino todo lo contrario.

         “Lo que se vivió por los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón fue un desmantelamiento brutal de los sindicatos, una escalada de violencia sin precedentes, el impacto directo en los ciudadanos y sus familias con la muerte de decenas de miles; una persecución sin cuartel de las organizaciones sociales, criminalizando la protesta; una política cínica-fraudulenta, que desmorona la edificación endeble de la democracia electoral.”

         El autor de Los veinte octubres mexicanos. La transición a la modernización y la democracia. 1968-1988, consideró que “hemos caído en un pozo sin fondo del neoliberalismo más impactante y atroz, una ofensiva implacable de un bloque hegemónico PRI-PAN-empresarios-sindicatos corporativizados, y el desmantelamiento total de la ciudadanía social”.

Para él, el PAN perdió la presidencia del país por su ineficiencia y conflictos internos, pero eso no lo alejó –sino todo lo contrario– de la direccionalidad de su proyecto de nación, que está alineado con el que tiene el PRI.

“El PRI regresó pero no es el mismo que antes, tiene las mañas y la herencia autoritaria del pasado pero con una orientación distinta al nacionalismo revolucionario, es la representación escandalosa del neoliberalismo más descarnado (el mejor ejemplo son las reformas estructurales como Laboral, Electoral, Energética, Fiscal, Educativa y de Telecomunicaciones).”

Describió tres periodos de los movimientos sociales en México: 1968-1988, donde se dio la transformación de las prácticas de ciudadanía; 1988-2000, donde se percibieron espacios de ciudadanía como la presentación pública del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN); y 2000-2012, que citó como el momento de “la disputa por la nación”.

Mencionó movimientos como el de Regeneración Nacional (Morena) encabezado por Andrés Manuel López Obrador, que pese a tener un peso específico electoral “no creo que alcance una expectativa amplia que permita la unidad de todos los sectores en torno a él, es un proyecto antineoliberal, nacionalista y popular, pero no anticapitalista”.

El EZLN y La Otra Campaña, continuó, es un proyecto anticapitalista, “pero purista”. Según Tamayo, se ha ido convirtiendo en un movimiento sectario con menor fuerza, metido en la probabilidad amenazante de enfrentar una agresión militar en un futuro no tan lejano.

         También habló de proyectos nacionalistas que encabezan sindicatos como el Mexicano de Electricistas y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, entre otros. Se trata de movimientos divididos porque hay diferentes escenarios construidos por ellos mismos.

         Asimismo, citó movimientos regionales (como el de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca) y etno-ambientalistas (como el de Wirikuta), que por su carácter pueden construir proyectos integrados de ciudadanía social y un sentido práctico y teórico sobre la soberanía nacional, pero difícilmente podrían vincularse la lucha por las libertades democráticas, al reivindicar formas simbólicas, religiosas, y usos y costumbres tradicionales que pueden entrar en contradicción con otras audiencias.

Incluso, mencionó al Movimiento #YoSoy132, que surgió en plena campaña electoral por la presidencia de México en una universidad privada, y trascendió a las escuelas públicas y todo un sector juvenil del país.

         Más adelante, apuntó que la “agresión” a la clase trabajadora y a los sectores populares en el actual gobierno, a través de las reformas estructurales, “ha sido brutal”, sin embargo la respuesta social no ha sido suficiente.

         A manera de conclusión, remarcó que se necesita la unidad de los movimientos, aunque no se fusionen las ideologías. “Unidad en la acción es la receta casi bíblica de todas las organizaciones de izquierda”.

Los comentarios están cerrados.