En México se vive la parte más oscura de la noche oscura, pues en los últimos años la violencia, detenciones, homicidios y desapariciones han ido a la alza, declaró el investigador Felipe Hevia de la Jara en el panel “Viviendo el golpe militar” del Seminario Internacional “A 40 años del golpe militar en Chile”, organizado por el Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales (IIH-S) de la Universidad Veracruzana (UV).
El integrante del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) Golfo, compartió: “Pensando como mexicano –porque nací en México y vivo hace cinco años en Xalapa–, la sensación que tengo es que estamos en el primer acto de lo que fue la dictadura en Chile, estamos viviendo en plena violencia y en pleno miedo”, expresó en la ponencia “Nacer con la dictadura a cuestas: una vida en el exilio”.
Agregó que la sociedad tiene una responsabilidad ética y moral, y que debe pensar y actuar para el caso mexicano como mexicanos, pensar cómo tendrá que reconstruir, cómo tendrá que pensar su memoria histórica.
Sobre el golpe militar en Chile, Felipe Hevia comentó que transcurrió en tres actos. El primero de ellos fue el miedo que sintieron y vivieron varias generaciones por la violencia de la que fueron víctimas al perder a sus esposos, padres, hermanos, hijos, amigos y conocidos.
“Esto tuvo efectos traumáticos en todos, fue algo que marcó a mi generación pero más a las generaciones anteriores. Fue una cosa muy fuerte al grado que se mantuvo ese miedo porque no fue seguido de un acto de reconocimiento y justicia.”
El segundo acto, expuso, fue la negación y el ninguneo. En la década de 1990, entre los estudiantes universitarios el tema de violencia ya no tenía cabida, tenían intereses en otros temas. El tercero es la lucha por el reconocimiento de las memorias de las víctimas y que esta información se haga oficial.
“Fueron de 10 a 20 años sistemáticos de negación e incluso de burla, así como hemos escuchado en Veracruz: ‘No está desaparecido seguramente se fue con la novia o el novio’, ‘Seguro estaba en malos pasos’. Toda esa negación del sufrimiento, de la violencia y de las víctimas, abrió una competencia por la sangre, los que podíamos expresarnos legítimamente teníamos que demostrar cuántos muertos, cuántos detenidos, cuántos exiliados había en la familia”, externó.
En tanto el investigador de la Universidad de Los Lagos en Chile, Gonzalo Delamaza, dictó la ponencia “Ser joven en la dictadura militar: experiencias y trayectorias”. Expresó que la juventud tiene que ser mirada como el espejo de la sociedad hacia el futuro y, por lo tanto, si los jóvenes fracasan entonces la sociedad misma está fracasando.
”Cuando la sociedad no quiere mirar algo en sí misma lo proyecta en los jóvenes, lo que dice de los jóvenes es lo que dice de sí misma. Los jóvenes son una expresión de la sociedad y si ellos fracasan entonces desperdiciamos la oportunidad de futuro.”
Refirió que el sector juvenil chileno fue sumamente golpeado por la dictadura, ya que fue el grupo que más actividad subversiva tuvo durante este episodio, por los altos índices de desempleo y su exclusión en la toma de decisiones.
Un ejemplo de ello es que el desempleo entre los jóvenes de 15 a 19 años edad alcanzaba 3.1 por ciento en 1970, cifra que incrementó a 27.5 por ciento para 1982 y 18.2 por ciento en 1992. Mientras que para la juventud entre 20 y 24 años de edad el desempleo en 1970 era de 2.9 por ciento, en 1982 era de 26.1 por ciento y en 1992 fue de 11.8 por ciento.
El investigador chileno interrogó a los asistentes: “¿Nuevos jóvenes o los jóvenes de nuevo?”, en relación con las movilizaciones que surgieron derivadas por situaciones y problemáticas que fueron planteadas en 1970 y que aún tienen vigencia, toda vez que no se les dio una pronta y satisfactoria solución.
Por último, Francisco Zapata, investigador en El Colegio de México, participó con “El golpe y el movimiento obrero”. Mencionó que los problemas que hoy en día tiene el sindicalismo obrero chileno se definieron entre marzo de 1990 y mayo de 1991, cuando el primer gobierno democrático tomó una decisión muy ligada a los acuerdos de la transición, que fue no darle alas al sindicalismo.
“El Estado chileno dijo que si dejaban que los obreros volvieran a tener representación legítima pondrían en riesgo lo que tanto les había costado hacer, que son los grandes acuerdos de la transición”, enfatizó.
¿Por qué tuvieron que hipotecar la representación de los trabajadores? Respondió que otro de los acuerdos es que el modelo económico no se modificaría y para ello tendrían que flexibilizarse los mercados de trabajo, precarizar el empleo, limitar al máximo los derechos de los trabajadores; quienes vivieron esto directamente fueron las mujeres chilenas conocidas como “temporeras”, y nunca han sido reconocidas.
“Ellas crearon el milagro de las frutas chilenas y hasta el día de hoy esas mujeres no tienen ningún derecho a sindicalizarse, no tienen derecho de organizarse ni de pedir, pero viven las consecuencias del modelo neoliberal, es el ejemplo externo”, finalizó.