Por Israel Pérez Valencia
Santiago de Querétaro, Querétaro. 4 de diciembre de 2015 (Agencia Informativa Conacyt).- México es uno de los países que en América Latina se destaca por su tasa de creación de nuevos negocios; sin embargo, el índice de empresas enfocadas en la innovación tecnológica es muy bajo, lo que limita la competitividad a nivel internacional y la generación de más empleos, de acuerdo con la directora del Departamento Académico de Emprendimiento del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) campus Querétaro, Rafaela Bueckmann Diegoli.
En entrevista con la Agencia Informativa Conacyt, Bueckmann Diegoli, quien en los últimos 15 años ha trabajado en las áreas de emprendimiento, asociaciones de empresarios, incubadoras de empresas, redes de consultores y universidades, y que ha impartido conferencias, talleres y diplomados en países de Europa, Centro y Sudamérica, destacó que México se encuentra a la par de otros países en el ámbito de la innovación tecnológica; no obstante, puntualizó, falta llevar esa competitividad al campo del emprendimiento y los negocios.
Agencia Informativa Conacyt (AIC): ¿Cuáles son los factores, tanto positivos como negativos, que influyen en el emprendimiento hablando de los mexicanos?
Rafaela Bueckmann Diegoli (RBD): Existen factores que contribuyen al éxito o fracaso desde el punto de vista de la persona, es decir, qué tipo de actitudes o qué la motivó a emprender. En ocasiones, las personas deciden emprender porque ya no quieren tener jefe o porque quieren trabajar menos y ¿qué es lo que pasa? Con el transcurso del tiempo se dan cuenta que, en su empresa, el cliente le exige igual o más que un jefe y que un negocio requiere dedicarle muchas más horas que un horario de oficina convencional.
Ser emprendedor o empresario nace de una motivación de querer hacer algo más y participar activamente en la economía de la sociedad. También es importante hablar de socios, con quién se asocia uno para emprender, qué es lo que esa persona aporta, o va a aportar, al proyecto de negocio más allá de tener un compañero de emprendimiento.
Y también hay que hablar de ideas, saber reconocer la importancia de esa primera idea que se tiene de un proyecto de emprendimiento y qué tanto evoluciona o se mejora. Por otra parte, es importante reconocer el contexto, en lo que se refiere a programas de gobierno, la educación que se ofrece en las universidades o incluso el financiamiento.
AIC: En el caso de las universidades, ¿cómo se encuentra este fomento al emprendimiento?
RBD: Si tomamos como referencia el Global Entrepreneurship Monitor (GEM), que es una investigación que se hace a nivel mundial y que toma todos los factores de contexto que pueden apoyar el emprendimiento, como son los programas de gobierno, financiamiento, infraestructura, entre otros, la que fue mejor evaluada por los expertos del país es exactamente la educación empresarial que se da en las universidades y cómo estas instituciones preparan a sus estudiantes para ser empresarios.
En ese sentido, ha habido una evolución interesante desde hace una década, donde las universidades han entendido que su rol no está en la mera formación de empleados para la industria, sino en producir egresados que generen empleos. México, al día de hoy, no está generando suficientes empleos para todos esos jóvenes que salen de las universidades, por lo que estas instituciones están resultando muy proactivas en que sus alumnos salgan como generadores de nuevas fuentes de trabajo.
AIC: Mencionaba usted la cuestión de las ideas, ¿a qué retos se enfrentan los que buscan emprender a través de la innovación?
RBD: Algo que resulta particularmente interesante en el emprendedor mexicano es que hay poca innovación; en una investigación que se realizó a nivel nacional, se preguntó a los empresarios sobre lo innovador de su producto para el mercado o qué tanto potencial de crecimiento veían en su negocio y resultó que en ese sentido estamos por debajo de muchos países de América Latina.
Somos buenos en crear nuevas empresas, la tasa de creación de empresas es relativamente alta en México, comparada con otros países, pero no somos tan buenos en generar empresas más innovadoras con mayor potencial de crecimiento o más competitivas internacionalmente. Creo que ahí está el gran reto del país para los próximos años.
AIC: Hablando de globalización, ¿cuáles serían las áreas en las que los mexicanos deben aportar, hablando de emprendimiento?
RBD: Yo diría que podemos competir de igual a igual en prácticamente todas las industrias; hay buenos ejemplos de desarrollo de proyectos mexicanos en la medicina, nanotecnología, biotecnología, aeronáutica —hablando del desarrollo de drones— y automatización. He visto ejemplos de universidades mexicanas donde se aprecia un gran desarrollo tecnológico, pero no en la cantidad necesaria de acuerdo con el tamaño de país que tenemos, el número de instituciones y su excelencia educativa.
Deberíamos estar generando una cantidad mucho mayor de tecnología. Respecto a qué área sería la más importante no veo un sector específico, sino más bien la obligación de ofrecer una visión más clara a los jóvenes universitarios de lo que realmente es innovador y que con esto pueden ser competitivos a nivel mundial.
AIC: ¿Vale la pena entonces apostarle a la innovación hablando de emprendimiento?
RBD: Exactamente, tenemos el antecedente histórico de las maquilas como fuentes de empleo en el país, y que contribuyó al desarrollo económico de México durante muchos años y que al momento sigue vigente. Pero actualmente eso no es suficiente; tenemos que partir a otro tipo de competencia, apostarle al desarrollo tecnológico, patentes y negocios que, incluso, no existen en otros lados.
AIC: ¿Existe en México el marco económico, político y educativo para impulsar esta nueva forma de emprendimiento basado en la innovación?
RBD: Yo soy muy optimista y te puedo decir que vamos cada vez mejor; hay universidades, incluso el propio Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), a través de su fondo para emprendedores, que le han apostado a impulsar el emprendimiento y el desarrollo tecnológico. Creo que el problema en sí es que todavía falta una visión clara en muchas universidades sobre cómo relacionar si las instituciones tienen o deben tener parte en la propiedad de empresas o patentes. Existen todavía ciertas brechas que surgen de aspectos que no están muy bien dictaminados en la parte legal.
También es importante generar cambios de carácter académico, en el sentido de reunir a estudiantes de diferentes especialidades en una misma aula —por ejemplo, a ingenieros con administradores o estudiantes de negocios— para que cuando egresen busquen esas sociedades que se deben desarrollar para el emprendimiento, además de buscar una mayor vinculación con la industria, porque a pesar de que la universidad genere emprendimiento no está peleado con la industria ya existente, porque una se alimenta de la otra.