Álvaro Ortiz es un ilustrador oriundo de Zaragoza, España, nacido en 1983. Incursionó en el mundo de las historietas hace 10 años, tras estudiar Diseño Gráfico en la Escuela Superior de Diseño de Aragón, e Ilustración en la Escola Massana de Barcelona.

En 2003 recibió su primer premio, el Injuve. Además fue galardonado en la muestra de Arte Joven de Aragón, recibió el premio Concurso de Cómic de la obra social de la Caja Mediterráneo, el premio al mejor guión de historieta realista de los XXXVI Premios de Historieta Diario de Avisos 2012.

Ha destacado también en el ámbito de la ilustración con trabajos colectivos como Tapa roja y En la frontera. Entre sus primeros proyectos individuales sobresale Julia y el verano muerto (2003) y su secuela Julia y la voz de la ballena (2009), ambas publicadas por Edicions de Ponent. Cabe destacar que con este proyecto fue nominado como mejor autor revelación del Salón del Cómic de Barcelona en 2010.

En prensa colaboró con las revistas Lanza en astillero (2005), Dos veces breve y El Heraldo de Aragón. En 2010 autoeditó la historieta Fjorden, con la que logró ganar la beca AlhóndigaKomik, auspicio que le permitió establecer una estancia en la Maison Des Auteurs d’Angoulême para la creación de su más célebre obra Cenizas.

Entre sus exposiciones destacan En la frontera, Me lo dices o me lo pintas, Mira que te cuento, El cómic de la democracia española, En solitario y Nonsense.

Durante la primera semana de octubre participó en las actividades del Hay Festival Xalapa 2013 y presentó una muestra de su obra en la Casa del Lago de la Universidad Veracruzana. También conversó acerca de su trabajo como ilustrador y sus inicios en el mundo de las historietas.

 

¿Cómo inicias tu camino por el mundo de las historietas?

La respuesta es simple. En mi infancia, como cualquier niño, pasaba largas horas leyendo cómics, además me encantaba inventarme historias todo el tiempo y dibujar, así que no pasó mucho tiempo para que me diera cuenta que el cómic era el medio perfecto para expresarme.

Además era un chico solitario y el cómic es un medio bastante agradecido en el sentido de que tú te lo puedes hacer todo si tienes la capacidad y no necesitas de nadie más.

 

¿Cómo decidiste hacer de tu pasatiempo un modo de vida?

La realidad es que llegó un punto en mi vida en el que no tenía claro a qué me iba a dedicar y encontré que era totalmente inútil para cualquier otra cosa que no fuera dibujar, entonces descubrí que podría rentabilizar mi afición por los cómics, para ello pasé mucho tiempo moviendo dossiers, cómics, para al final –entre todo– acabar sumando un poquito.

Mi primer trabajo serio, si es que así se puede llamar, fue Julia y el verano muerto, en 2005, ya tiene un rato de eso, fue mi debut. De entonces a la fecha siento que han pasado como mil años. Con eso fue que realmente me di cuenta que aunque seguía siendo el pasatiempo que me hacía feliz, era también mi trabajo, mi modo de vivir.

En este sentido creo que fui muy afortunado porque hay mucha gente talentosa en la calle que lo hace sólo por diversión y no dan el salto a hacerlo una profesión. Muchos
de ellos se quedan en el olvido
y dejan de dibujar.

 

El ascenso en tu carrera ha sido rápido, ¿has tenido la oportunidad de evolucionar
en tu propuesta gráfica?

A lo largo de los años ha ido evolucionando mi trabajo, yo creo porque nunca me termino de sentir cómodo con ninguno de mis dibujos. Si miras mi obra se puede ver que el cambio ha sido gradual, pero al comparar el último y el primero sí hay una enorme diferencia desde los temas hasta la forma de estructurar las historias.

También el trabajo colectivo y la constante competencia en el medio me han permitido aprender y crecer. Para los que hacemos cómics es importante estarse reinventando todo el tiempo, de otra manera el trabajo que se presenta es siempre igual, caduca, pierde la originalidad y deja de ser reconocido por el público.

 

¿Cómo eliges los temas para tus historietas?

Creo que todos tenemos nuestras obsesiones y en mi caso se filtran en mi trabajo, intento salirme un poco de esa línea pero tarde que temprano aparece el tema de la muerte, por ejemplo.

 

¿Cuál es tu principal obsesión ahora?

No sé realmente, creo que el tema de los muertos ha sido recurrente en mi trabajo, porque mis primeras historias eran de fantasmas y las últimas son de unos amigos que se hacen cenizas. No es un tema que me quite el sueño, pero sí me es útil para encauzar ciertas historias, es un punto de partida interesante y me va bien.

Lo curioso con las obsesiones
es que no siempre nos damos cuenta que las tenemos y se nos presenta la oportunidad de verlas cuando hacemos una retrospectiva de nuestra obra, en el caso de los artistas.

 

¿Qué se necesita para ser ilustrador y no morir en el intento?

Ser muy cabezón, en mi tierra Aragón se dice que somos muy cabezones o necios. Tengo 30 años y llevo como 10 tratando de colocarme en el medio de la ilustración con proyectos, dibujos, historietas.

El día a día es complicado porque vivo de mi trabajo como ilustrador y estamos de acuerdo que no es una paga fija y constante como si tuviera un empleo normal, pero eso precisamente me obliga a diversificarme y ser creativo, trabajar para publicidad, ilustración de cuentos, etcétera.

Sin duda la vida del historietista no es fácil porque además necesitamos sacar tiempo para realizar nuestros proyectos profesionales, pero sin duda cualquier profesión –cuando hay pasión y compromiso– te lleva a una satisfacción absoluta.

 

¿Cuáles son los principales retos que enfrentan los historietistas hoy para ser publicados?

No sé propiamente qué retos enfrentamos hoy en día como ilustradores, yo desde mi trinchera intento hacer lo mejor con mi trabajo, en primera instancia para no aburrirme, y luego tener un mínimo de calidad para que a la gente también le agrade leerlo. Disfruto trabajando por placer personal, pero también me es de gran importancia el impacto que genera en el lector.

Me hace mucha ilusión que el trabajo al que le he dedicado tiempo será recibido por la gente con gusto, que entiendan mi propuesta y la gocen. Un reto constante en mi trabajo a través de mi obra es generar una expectativa en el lector acerca de mi próximo trabajo y una vez que éste llegue el lector se sienta satisfecho y siga en espera del siguiente. Captar un público.

 

En tu caso, ¿fue difícil dar el paso de la historieta a la novela gráfica?

Para mí en términos de trabajo es lo mismo. Novela gráfica es el término que se ocupa en los últimos años, porque es verdad que las cosas están cambiando, todo son cómics, todo son viñetas, pero la forma de afrontar el trabajo es distinta.

En mi caso mis primeros cómics los hice de 48 páginas porque era un autor que no me conocía nadie, y si mi intención era convencer a un editor de que me publicara no le iba a presentar un mamotreto ilustrado de 200 páginas, tenía que ser breve y certero, no podía darme el lujo de hacer una novela.

Actualmente muchos ilustradores han revolucionado con una nueva actitud en la que presentan el trabajo como quieren y en la extensión que quieren como un manifiesto de decir “éste es mi trabajo y así es cómo lo hago, si les gusta publíquenlo y si no alguien más lo hará”.

En ese sentido es que yo hago lo que realmente necesito hacer en el momento y ya no me preocupo más por los editores, porque al final ésta es la única manera en la que se puede uno hacer de un nombre y un prestigio en este campo.

Sin este cambio de mentalidad en la novela gráfica, Cenizas que es un trabajo de 200 páginas, a color, realizado por mí, un autor que relativamente no es muy conocido, no hubiera tenido el éxito que está teniendo. Todo esto es gracias a la novela gráfica.

Otro beneficio del paso de la historieta a la novela gráfica, en mi caso, es que he tenido la fortuna de no enfrentarme a la censura, claro que esto tiene que ver con el
medio en el que se publica; cuando trabajé en prensa sí tuve que lidiar con eso, por fortuna no mucho, pero ahora que trabajo novela gráfica las cosas son distintas y no tengo problemas, supongo que también tiene mucho que ver con los temas y los míos son bastante asequibles para todos los públicos.

 

¿El Internet y las redes sociales han beneficiado la difusión de tu trabajo?

Cuando inicié hace ocho años monté mi blog porque en ese momento si no tenías presencia en Internet era como si no existieras, cuando surgió el Facebook, lo mismo. Esto ha hecho que mi trabajo llegue a un espectro de público que hace unos años sin estas herramientas no hubiera podido alcanzar.

Luego las editoriales tienen esto en cuenta, el valor de tu trabajo, si es interesante o no, pero que si luego tienes un público más afín a tu proyecto pues sí que influye en ventas o en tu forma de hacer tu trabajo.

 

¿Cuál sería para ti la clave del éxito en el ámbito de la ilustración?

Realmente no podría decirlo ahora, la verdad es que llevo años en el ramo y con Cenizas soy el primer sorprendido de su éxito y estoy procesando aún esto, por eso creo que por ahora no podría definir una fórmula para llegar a este punto ni para el futuro.

Lo que sí es cierto es que hay maneras de apoyarse para lograr crecer en este medio, en mi caso con Cenizas me fue posible trabajar gracias a que conté con una beca para llevar a cabo esta historia, esto económicamente me ayudó y me dio la libertad de trabajar; además, por la beca había expectativas sobre el trabajo y eso me obligó a realizarlo en tiempos específicos y con una estructura muy clara.

Desde esta perspectiva las becas son una opción de trabajo libre que además impulsa y promueve la obra.

Cenizas la hice con total libertad y al terminar mi temor era que
no le gustara a nadie, fue un trabajo muy personal que a mí me hacía gracia pero no imaginaba el impacto que tendría al ser publicada. 

El libro salió en España, la primera edición se agotó en tres meses. Posteriormente se publicó en Francia y está por salir en Alemania. La verdad la única manera en la que me explico su éxito es que es resultado de ser consecuente conmigo mismo, el hacer un trabajo personal sin preocuparme mucho de qué pueda pasar luego.

Lo que podría recomendar a los interesados en hacer historietas es que sean cabezones como yo, que no dejen de dibujar pase lo que pase, que sean fieles a su estilo e intereses, y que sean los propios gestores de su obra. Autoeditarse en ocasiones es la respuesta para darse a conocer. Para publicitarse hay que autoeditarse.

Los comentarios están cerrados.