Áreas cerebrales que se activan al descifrar lenguaje escrito (en azul), oral (en verde) o en ambos casos (en morado)- PNAS

Áreas cerebrales que se activan al descifrar lenguaje escrito (en azul), oral (en verde) o en ambos casos (en morado)- PNAS


El inglés y el hebreo son lenguas opacas, en las que no se lee igual que se escribe. El castellano es justo lo contrario, porque cada letra tiene un único sonido. Y el chino tiene un alfabeto logográfico, en el que cada signo representa una palabra.

Son idiomas muy diferentes entre sí que se escriben, se leen y se hablan de maneras muy distintas. Sin embargo, en los cerebros de sus hablantes se activan áreas comunes tanto para descifrar el lenguaje escrito como el oral.

Los datos de una investigación, llevada a cabo conjuntamente por el Basque Center on Cognition, Brain and Language (BCBL), la Universidad de Yale (EE UU), la Universidad Hebrea de Jerusalén (Israel) y la Universidad Nacional Yang-Ming de Taipei (Taiwan), sugieren “que se trata de un principio universal de organización cerebral”, en palabras de Kepa Paz-Alonso, investigador del centro vasco y autor del estudio.

El solapamiento entre las redes neuronales de lectura y comprensión se ha visto en los cerebros de los hablantes de las cuatro lenguas analizadas

Se ha demostrado que tanto al leer como al escuchar palabras se activan áreas cerebrales comunes. Pese a que cuando leemos un texto o escuchamos una voz percibimos esos estímulos a través de sentidos distintos (la vista y el oído, respectivamente), hay zonas de nuestro cerebro que se activan cuando llevamos a cabo cualquiera de esas dos tareas.

Ese solapamiento entre las redes neuronales de lectura y comprensión de la lengua se ha observado en los cerebros de los hablantes de las cuatro lenguas analizadas, por lo cual los investigadores consideran que se trata de un principio universal.

En este trabajo, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), los investigadores han estudiado los cerebros de 84 voluntarios, 21 por idioma. Mientras se les hacía leer o escuchar diversas palabras, se analizó su actividad cerebral mediante una técnica conocida como resonancia magnética funcional, gracias a la cual se pueden observar las regiones cerebrales implicadas en una tarea determinada.

“Escogimos unos idiomas tan diferentes entre sí porque de este modo podíamos observar mejor si la manera en que se lee y se comprende el lenguaje oral en cada idioma tiene más o menos similitudes en términos de las redes cerebrales encargadas de procesar esa información”, explica Paz-Alonso.

“Sería poco eficiente tener dos sistemas de lenguaje totalmente separados o con poca convergencia entre sí para la comprensión y la lectura”

“Dado que el español se lee igual que se escribe y en inglés o en hebreo no, se podría pensar que en un hablante de estas últimas lenguas se deberían activar redes cerebrales diferentes, y sin embargo no es así: se activan las mismas regiones en todos los idiomas, también en el chino, que sigue un sistema totalmente diferente”, añade.

Convergencia entre redes neuronales

Los investigadores interpretan que el proceso natural del aprendizaje nos lleva a desarrollar, a partir de los primeros meses de vida, la red neuronal encargada de comprender el lenguaje oral, y que sobre ella se apoya la red que se ocupa de descifrar el lenguaje escrito cuando aprendemos a leer, hacia el final de la primera infancia.

Así, se produce una convergencia entre ambas redes, ya que la red cerebral dedicada a la comprensión de la lengua hablada sirve como andamio para la lectura. Dado que este fenómeno se ha observado en los hablantes de lenguas tan dispares como las citadas, los investigadores creen que han descubierto “un principio universal de organización cerebral del lenguaje”, en palabras de Paz-Alonso.

“Esto implica una cierta economía en la organización cerebral: seguramente sería poco eficiente tener dos sistemas de lenguaje totalmente separados o con poca convergencia entre sí para la comprensión y la lectura, especialmente cuando uno de ellos se ha desarrollado previamente”, explica.

A raíz de estos hallazgos, a los investigadores se les plantean nuevas cuestiones. Por ejemplo, si pese a que en los distintos idiomas se activan zonas cerebrales comunes, estas se comunican de manera similar o diferente, o en qué medida afecta a la capacidad de lectura la manera en que esté establecida la red cerebral dedicada a la comprensión, la cual se establece antes en el desarrollo del lenguaje.

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