Traslado de la Piedra del Sol- Museo de las Culturas

Traslado de la Piedra del Sol- Museo de las Culturas


Enterrada estuvo por más de 200 años, la Piedra del Sol, desde 1559, cuando los españoles mandaron a enterrarla con los símbolos grabados hacia abajo. Es la Piedra del Sol monumento colosal que sintetiza el conocimiento astronómico que desarrolló la sociedad mexica antes de la conquista española,

El 17 de diciembre de 1790 una gran piedra es localizada en el costado sur de la Plaza Mayor, en la ya entonces Ciudad de México, capital de la Nueva España, cuando se realizaban trabajos de conducción de agua y empedrado, y es colocada a un costado de la Catedral Metropolitana.

La Piedra del Sol o Calendario Azteca, de 25 toneladas, fue tallada en un bloque de basalto llevado de Xochimilco a la gran Tenochtitlán, por órdenes del gran tlatoani Axayácatl, para colocarla en el centro ceremonial de la Gran Tenochtitlán, donde fue tallada con técnicas y herramientas hoy desconocidas.

Según testimonios orales recopilados por Fray Diego Durán en su Historia de las Indias de Nueva España, 42 años antes de la caída de Tenochtitlan, se empezó a tallar el Calendario Azteca o Piedra del Sol. Según estos testimonios fue el emperador Axayácatl quién la mandó hacer junto con un recinto para colocarla que se llamó Cuauhxicalco. La piedra de roca basáltica fue tallada por un artista llamado Técpatl.

La piedra permaneció en ese lugar hasta agosto de 1521 cuando, durante el reinado de Moctezuma, cuando Hernán Cortés mandó quitar los ídolos paganos. Durante los siguientes 38 años, los primeros de la Época colonial, el calendario permaneció a la intemperie a un costado de la Plaza Mayor, hoy el Zócalo,al poniente del palacio virreinal.

En ese año, 1559, se cerraba un ciclo azteca de 52 años por lo que los españoles, temiendo que se reavivaran los ritos paganos, mandaron enterrar la piedra  con la parte labrada hacia abajo.

También existe la versión de que en la segunda mitad del siglo XVI, el arzobispo fray Alonso de Montúfar mandó voltearla y enterrarla, pues decía que la piedra había sido obra del demonio y ejercía mala influencia en los habitantes de la ciudad.

Doscientos treinta y un años después, el 17 de diciembre de 1790, se redescubrió la Piedra del Sol, la cual estaba a tan solo 41.8 cm de profundidad y a 66.8 m al poniente de la segunda puerta del Real Palacio. Los trabajadores la sacaron del fango y la dejaron en posición vertical, a un lado de la excavación. Según las crónicas de Antonio de León y Gama «casi tocaba la superficie de la tierra, la que se veía por encima sin labor alguna, pero en la parte de abajo que asentaba en la tierra, se descubrían varias labores».

El hallazgo se hizo cuando se estaba igualando el suelo de la Plaza Mayor y construyendo ductos para las aguas subterráneas.

Junto con el Calendario Azteca también se encontró la escultura de la Coatlicue y a un costado de la misma una ofrenda asociada a los monolitos, en la que había restos de animales

La Piedra del Sol se entregó a los responsables de catedral en forma temporal y seis meses después en agosto de 1791 el virrey Revillagigedo decretó que se tomaran las medidas necesarias para garantizar su perpetua conservación como parte de los «monumentos preciosos que manifiestan las luces que ilustraban a la nación indiana en los momentos anteriores a su conquista».

El virrey Revillagigedo pidió que permaneciera a la vista pública para que se pudiera apreciar este gran monumento de la antigüedad indígena.

Su nuevo emplazamiento, fue en el exterior de la torre poniente de la Catedral metropolitana, donde fue empotrada viendo hacia el oeste (hoy calle Cinco de Mayo).

Ahí permaneció por casi cien años, hasta que en 1885 la piedra fue trasladada a la Galería de Monolitos del Antiguo Museo Nacional, en la calle de Moneda del Centro Histórico de la Ciudad de México. Para su reubicación, coordinada por Leopoldo Batres, fue necesaria una plataforma, vigas y poleas. Su exhibición ahí fue inaugurada por Porfirio Díaz.

Y en ese sitio estuvo hasta el 27 de junio de 1964, cuando la trasladaron al Museo Nacional de Antropología e Historia, en el Bosque de Chapultepec, todavía en construcción.

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