Aquí la galería de pinturas de Hiperrealismo
A finales de los años 1960 surgió en Estados Unidos un grupo de artistas que pintaban con gran realismo objetos y escenas de la vida cotidiana utilizando la fotografía como base para la realización de sus obras. La consagración del movimiento tuvo lugar en la Documenta de Kassel en 1972. La exposición que presenta ahora el Museo Thyssen‐Bornemisza plantea, por primera vez, una antología del Hiperrealismo desde los grandes maestros norteamericanos de la primera generación, como Richard Estes, John Baeder, Robert Bechtle, Tom Blackwell, Chuck Close o Robert Cottingham, a su continuidad en Europa y al impacto en pintores de generaciones posteriores, hasta la actualidad. El Hiperrealismo no es un movimiento cerrado; hoy, más de cuarenta años después de su aparición, continúan en activo muchos de los pioneros del grupo y nuevos artistas utilizan la técnica fotorrealista en sus creaciones. Herramientas y motivos han evolucionado o cambiado con el tiempo pero, con su increíble definición y nitidez, las obras hiperrealistas continúan fascinando al público.
Organizada por el Institut für Kulturaustausch (Instituto para el Intercambio Cultural de Alemania) y comisariada por su director, Otto Letze, esta retrospectiva reúne 66 obras procedentes de diversos museos y colecciones particulares. La Kunsthalle de Tubinga (Alemania) ha sido la primera escala de un recorrido que llevará la muestra a varias ciudades europeas; en el Museo Thyssen‐Bornemisza de Madrid podrá verse hasta el 9 de junio y, posteriormente, viajará al Birmingham Museum & Art Gallery (Reino Unido).
Paisajes urbanos, escaparates, restaurantes de comida rápida, últimos modelos de coches, relucientes motocicletas, máquinas de pinball, juguetes de hojalata, botes de kétchup,… fragmentos de la vida cotidiana, escenas banales y artículos de consumo convertidos en motivo artístico. Los principales asuntos que ocupan el interés de los pintores hiperrealistas están tomados del mundo que les rodea, de su propio entorno personal, dando visibilidad a lo cotidiano a través de su pintura.
Motivos intrascendentes que captan primero a través de la fotografía y que después trasladan al lienzo mediante un laborioso proceso, utilizando diversos recursos técnicos, como la proyección de diapositivas o el sistema de trama. Son obras generalmente de gran formato, pintadas con tal precisión y exactitud que los propios lienzos producen una impresión de calidad fotográfica, pero realizadas mediante un proceso creativo completamente opuesto a la inmediatez de la instantánea fotográfica.
Considerada como una forma objetiva de documentar el mundo, desde su invención, el uso de la fotografía como punto de partida de la pintura fue una práctica habitual de muchos pintores, aunque pocos lo reconocían. Tras la utilización pionera de la serigrafía por los artistas pop, como Warhol o Rauschenberg, fueron los primeros hiperrealistas los que empezaron a usar la fotografía sin reparos, convirtiéndola así en un instrumento “legítimo”. Partían a veces de fotos de revistas o periódicos pero pronto empezaron a captar ellos mismos las imágenes, una o varias que luego fusionaban en el cuadro. Las escenas tridimensionales se transforman en bidimensionales y quedan privadas de cualquier emoción; son instantes de realidad congelados en el tiempo y a menudo también sin la presencia de seres humanos. Les fascinan las superficies metálicas de cristales y espejos que permiten recrearse en las imágenes deformadas de sus reflejos.
La fotografía como punto de partida y como aparente resultado final, pero no como objetivo; en ningún caso el pintor hiperrealista aspira a competir con ella, su motivación es completamente diferente. Sus obras parecen reproducir la realidad pero, de hecho, se trata de una nueva realidad gráfica creada por el pintor. A través de ella empezaron a plantearse determinados problemas en torno a la percepción de la realidad: se interrogan por cuestiones como la objetividad y la autenticidad de las
imágenes, o sobre cómo la fotografía ha cambiado la forma de ver y de relacionarse con el mundo.
Los pioneros del Hiperrealismo reflexionan sobre todo ello y lo convierten en el tema de sus cuadros, y lo hacen trabajando de forma más o menos aislada. A comienzos de los años 1960, en la Costa Oeste norteamericana, Robert Bechtle empieza a producir los primeros cuadros auténticamente fotorrealistas; casi al mismo tiempo, Richard Estes comienza en Nueva York a trabajar en sus característicos escaparates y paisajes urbanos, Chuck Close pinta sus famosos retratos y, la única mujer de este grupo de pioneros, Audrey Flack, realiza sus primeros trabajos basados en fotografías.
Fragmentos ampliados de la realidad, de objetos, personas o lugares
Esta primera generación de hiperrealistas es casi exclusivamente norteamericana; trabajan unos en la Costa Este, básicamente en Nueva York, o en la costa de California. Con algunas particularidades, sus temas muestran el estilo de vida americano, “the american way of life”, imágenes de la vida cotidiana, artículos de consumo y vehículos son los temas más representativos.
Automóviles, motocicletas, camiones, auto‐caravanas…, los vehículos significan movilidad, libertad y, por tanto, son una parte muy representativa de la sociedad estadounidense y de cómo se ve a sí misma. Además, los materiales utilizados en carrocerías, llantas o parachoques y los reflejos que se producen al recibir la luz les resultan fascinantes. David Parrish resalta sus relucientes superficies que reflejan los rayos del sol; para Tom Blackwell la motocicleta es un objeto de culto y pinta detalles y fragmentos concretos muy ampliados; Ron Kleemann traslada su interés a los grandes vehículos agrícolas y camiones; Don Eddy se interesa durante un
tiempo por el legendario Escarabajo, centrándose en representar la superficie reflectante de su carrocería; Ralph Goings pinta furgonetas y auto‐caravanas, además de sus famosos restaurantes de comida rápida; Jonh Salt se concentra en desguaces de coches….
El juego de la luz incidiendo sobre las superficies pulidas protagoniza también otro de sus temas predilectos, el bodegón. Objetos cotidianos sin mayor relevancia, como juguetes y máquinas expendedoras (Charles Bell), grupos de alimentos (Ben Schonzeit), artículos de consumo y objetos personales (Audrey Flack).
Reflejos también en fragmentos de la vida moderna en la ciudad: Robert Cottingham se interesa por los anuncios comerciales y los rótulos luminosos; Richad Estes por los reflejos en escaparates, cabinas telefónicas y automóviles; John Baeder pinta el exterior de restaurantes de comida rápida, mientras que Ralph Goings prefiere las imágenes de su interior. También el mundo rural de Estados Unidos está representado en la obra de algunos hiperrealistas, principalmente los que trabajan en la Costa Oeste; como Richard McLean, que pinta a los cowboys y cowgirls modernos; Jack Mendenhall que se interesa por el ambiente de los hogares estadounidenses de los sesenta; o Robert Bechtle centrado en plasmar instantáneas del día a día de la clase media estadounidense.
Y de la vida cotidiana al retrato, siempre de personas próximas al círculo del artista y autorretratos. Chuck Close es su mayor representante, se retrata a sí mismo y a amigos a tamaño superior al natural, utilizando un sistema de retícula; son rostros que miran al espectador sin ningún tipo de emoción ni movimiento. También al suizo Franz Gertsch, que trabaja aislado de sus colegas norteamericanos, le atrajo el género del retrato. Junto al británico John Salt, son los únicos hiperrealistas de la primera generación no estadounidenses, aunque Salt se traslada en los años 1960 a Nueva York. Por su origen y por la elección de motivos ambos contribuyeron a la internacionalización del movimiento, característica que marcará el desarrollo de la segunda generación de pintores hiperrealistas, junto a la introducción de algunas innovaciones tecnológicas y compositivas.
De lo personal al anonimato, paisajes urbanos de gran formato
Atraídos igualmente por plasmar la realidad cotidiana, los artistas de la segunda generación hiperrealista, que trabaja en los años 1980 y 1990, muestran un mayor interés por trasladar al lienzo las fotografías con el máximo rigor en los detalles, incorporando a su trabajo las enormes posibilidades que les brindan las nuevas tecnologías digitales y fotográficas. Se alejan de lo pequeño y se centran en paisajes urbanos de grandes dimensiones, uno de sus temas
preferidos y para el que utilizan con frecuencia el formato panorámico. El italiano Anthony Brunelli fotografía los modelos con un objetivo gran angular, uniendo después varias imágenes en el lienzo; pinta así vistas urbanas de los diversos países en los que trabaja. Robert Gnieweck se siente atraído por los paisajes urbanos principalmente al atardecer o de noche, le fascinan los espectáculos de luz nocturnos; Davis Cone lo hace con las salas de cine, dentro y fuera de la ciudad; y el francés Bertrand Meniel, a pesar de su origen, se interesa de nuevo por las grandes ciudades estadounidenses.
Los avances tecnológicos se notan en el resultado final de las obras, con una apariencia de mayor nitidez y detallismo. La escasa presencia de la figura humana, característica por otro lado bastante frecuente en el Hiperrealismo, aumenta la impresión de frialdad y distanciamiento. Rod Penner utiliza cámaras digitales de alta resolución y Don Jacot pinta plazas y lugares urbanos famosos por ser muy concurridos, pero él los representa sin apenas presencia alguna de la figura humana.
Absoluta nitidez, mayor precisión que la del ojo humano
Los artistas actuales, la tercera generación de hiperrealistas, trabajan con las cámaras digitales más modernas y consiguen llevar la pintura realista a otra dimensión, creando experiencias visuales completamente nuevas. Las
imágenes digitales aportan más información que las reveladas a partir de un negativo; en particular, la nitidez de los contornos y la alta definición convierten literalmente la imagen representada en un objeto “hiperreal”. Roberto Bernardi se centra en bodegones, Raphaella Spence toma fotografías desde helicópteros o rascacielos, Peter Maier se interesa fundamentalmente por la representación de superficies y Ben Johnson por las arquitecturas, realizando después numerosos dibujos con la ayuda del ordenador. La ciudad y sus habitantes siguen centrando la atención de artistas, como el norteamericano Robert Neffson o el británico Clive Head.