Maria Josefa Pedraja Linares, Universidad de Murcia
Es de noche, viaja en un coche mientras conduce otra persona y al mirar por la ventanilla, de pronto, tiene la sensación de que la luna le está siguiendo. ¿Sabe por qué experimenta esta extraña sensación?
Esta experiencia es frecuente y niños y niñas la comentan de vez en cuando. Por eso es abordada a menudo en foros de divulgación científica. Hoy intentaremos avanzar un paso más en su comprensión.
Cómo percibimos el movimiento
Nuestro desplazamiento es apreciable respecto a las cosas cercanas (el entorno de cada momento) pero no respecto a la luna, a causa de la enorme distancia que nos separa de ella.
A esa explicación física-óptica podemos añadir algunos factores psicológicos, es decir, la forma en que nuestra mente interpreta la situación. Si es el entorno el que se desplaza en nuestro campo visual (las cosas –como árboles, casas o farolas– cambian de posición y se hacen más pequeñas), ¿por qué asumimos que es la luna la que se mueve y no el entorno? Para esto la psicología de la percepción tiene dos explicaciones complementarias.
Todo fluye cuando nos movemos
Cuando todo el entorno se desplaza en nuestro campo visual, siguiendo un patrón común, esto se denomina “flujo óptico”. Es un concepto básico de la “óptica ecológica” del psicólogo J.J. Gibson, quien se interesó por la relación entre nuestras percepciones y nuestras acciones (desde algo tan simple como girar la cabeza o correr, hasta algo tan complejo como pilotar un avión).
El flujo óptico de las cosas, es decir, su desplazamiento en nuestro campo visual, es un indicador de que somos nosotros quienes nos movemos realmente. Así nos ayuda a guiar nuestro movimiento.
Entonces pensará: “Claro, sé que me muevo porque siento mi movimiento, no necesito para eso el flujo óptico”. Pero observe entonces situaciones en las que está inmóvil y el flujo óptico basta para crear la sensación de que se desplaza. Por ejemplo, un vídeo de YouTube grabado con cámaras que porta un ciclista en su casco, ¿no le hace sentir que se mueve como el protagonista?
Gracias a esta capacidad que tenemos de interpretar el flujo óptico, el cine puede crearnos la ilusión de situarnos en el punto de vista del personaje. En la película Top Secret, por ejemplo, hay un divertido ejemplo de cómo crear una impresión gracias al flujo óptico… ¡en este caso errónea!
Objetos que escapan del flujo óptico
¿Pero qué tiene que ver todo esto con la luna? Pues que los objetos que no siguen el patrón global del flujo óptico creado por nuestro propio movimiento indican que se desplazan por sí mismos (Gibson los llamó “perturbaciones locales”). Por eso, como la luna no sigue el mismo patrón de flujo óptico que el resto de la escena, parece que se desplaza y nos sigue.
Para verlo, piense, por ejemplo, en un coche que le sigue cuando va en caravana. ¿Lo vería alejarse y empequeñecerse? No, seguiría viéndose de igual tamaño y a igual distancia todo el tiempo.
Constituiría una “perturbación local” en el flujo óptico y eso indicaría, según Gibson, que ese coche se está moviendo a la misma velocidad que el nuestro. La misma conclusión saca nuestra percepción respecto a la luna.
El movimiento inducido (o cómo echarle a otro la culpa de lo que pasa)
La segunda explicación, que no se contradice con la primera sino que la complementa, tiene en consideración el contexto. Nuestra percepción se guía por “heurísticos” o reglas de interpretación, que son las “opciones por defecto” que el cerebro asume cuando es difícil interpretar lo que hay en nuestro campo visual.
Si en nuestro campo visual hay un objeto pequeño, enmarcado por otro mayor que le sirve de marco o contexto, y un desplazamiento cambia sus posiciones relativas ¿qué interpreta nuestra mente?
Considerará que el objeto pequeño es la “figura” y el grande es el “fondo” (nuestra percepción organiza las escenas en “figuras” y “fondos”, como señaló la escuela de la Gestalt).
Y el heurístico que aplicaremos, es decir, la “opción por defecto” favorita, es que el objeto pequeño, la figura, es la que se mueve, no el fondo.
Esto será cierto en la inmensa mayoría de las veces (¡por eso la evolución ha favorecido que tengamos ese heurístico!) pero a veces se equivoca y ahí es donde se produce la ilusión de “movimiento inducido”.
Esta ilusión fue estudiada por el psicólogo Karl Duncker y consiste en atribuir a un objeto el movimiento que en realidad pertenece a otro. Un ejemplo potente y divertido se puede ver en este vídeo, finalista del concurso “Best Illusion Year Contest”, titulado Once upon a time. El propio vídeo le explicará lo que sucede, ¡ya hemos hecho bastantes spoilers!
Culpamos a la luna de nuestro movimiento
Volviendo a nuestro caso, por el efecto de movimiento inducido, una luna inmóvil junto a un entorno que se mueve parecerá asumir el movimiento. Si las nubes la cubren a medias mientras se desplazan sometidas al flujo óptico, el efecto de que la luna nos sigue será aún más potente.
Quizá en algún punto de este artículo le haya parecido que creamos problemas innecesarios, como identificar objetos (la luna, los árboles…) en una escena, decidir cuáles se mueven y cuáles no, saber cómo nos movemos respecto al entorno…
Pero estas cosas que hacemos sin pensar requieren un gran trabajo: se calcula que los procesos visuales pueden consumir la mitad de los recursos del cerebro. El campo tecnológico de la “visión artificial” se esfuerza por identificar e imitar esos “heurísticos” que usa nuestra mente para dar sentido, aparentemente sin esfuerzo, a las imágenes que vemos. ¡Quizá algún día tengamos máquinas capaces de experimentar que les sigue la luna!
Maria Josefa Pedraja Linares, Profesora de Percepción, Universidad de Murcia
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.