Investigadores de las universidades de Granada, Santiago de Compostela y Reading (Reino Unido) estudian los restos óseos humanos de la necrópolis de Cova do Santo, situada en el valle del Sil, en la provincia de Ourense. Los restos hallados revelan que los individuos tenían una alimentación basada en vegetales con poca presencia de carne o pescado
Una investigación realizada por las universidades de Granada, Santiago de Compostela y Reading (Reino Unido) ha aportado nuevos datos sobre la alimentación del hombre durante la edad del Bronce, y la llegada de nuevos cultivos a la Península Ibérica durante este período.
Este trabajo, publicado en la revista Journal of Archaeological Science, ha estudiado los restos óseos humanos de la necrópolis de Cova do Santo, situada en el valle del Sil, en la provincia de Ourense.
Se trata de una cueva donde se hallaron al menos 14 individuos de ambos sexos, incluyendo niños. Dada la inestabilidad de la cavidad, los investigadores solo pudieron permanecer unas pocas horas en su interior, por lo que recogieron los restos que había en la superficie.
El análisis de isótopos estables en el colágeno óseo de los restos hallados revela que los individuos de Cova do Santo tenían una alimentación basada en vegetales con poca presencia de carne o pescado, a pesar de hallarse el yacimiento próximo al río Sil.
“No existen diferencias notables entre los individuos en cuanto a la alimentación, por lo que el acceso a los recursos alimentarios pudo ser similar, independientemente del sexo o edad”, explica la investigadora Olalla López Costas, autora principal de este trabajo.
Los investigadores no han hallado en esta necrópolis signos de consumo de mijo o panizo, con lo cual no se puede confirmar la presencia de dichos cultivos en la dieta al menos en el Noroeste de la Península. “Hemos realizado una comparación con otros yacimientos publicados, y creemos que hay indicios suficientes para pensar que los cultivos de verano sí pudieran ser utilizados en el centro de la Península antes de lo que se creía”, destaca López Costas.
Cultivos de verano
Estos cultivos, llamados de verano o primavera, cuyo mejores representantes son el mijo y el panizo, “tienen un mayor rendimiento en poco tiempo, lo cual probablemente ayudó a la gente a ser más sedentaria y el exceso de producción pudo influir en la jerarquización de la sociedad”.
No obstante, no se sabe con certeza cuándo se introdujeron en la dieta peninsular. Hasta hace poco se consideraba que se produjo en el Bronce Final, pero recientes hallazgos de semillas en yacimientos arqueológicos parecen indicar que pudo suceder antes.
Los enterramientos prehistóricos en cueva son algo relativamente frecuente en el Norte y Oeste de la Península aunque en pocos yacimientos se han realizado trabajos de antropología física como en este estudio. Este yacimiento parece ser el mayor de la prehistoria del Noroeste Peninsular en cuanto al número de enterramientos, y los restos han sido datados entre el 1800 y el 1600 a C.
(Universidad de Granada)