En los sedimentos de lagos, lagunas y mares habita un vasto grupo de algas microscópicas llamadas diatomeas, organismos unicelulares cubiertos de sílice (un componente de la arena y el vidrio), que al estar encapsulados no se degradan y sirven como microfósiles de las condiciones en que vivieron en otros tiempos.
Con estas herramientas naturales la investigadora Margarita Caballero Miranda, del Instituto de Geofísica (IGf) de la UNAM, estudia en lagos mexicanos un pasado ambiental tan distante como el que hubo en el Holoceno medio, hace seis mil años.
“Las comunidades de diatomeas reflejan las condiciones ambientales en las que habitaron. Tienen una cobertura llamada frústulo silíceo y por eso no se degradan. Se ubican en los sedimentos y con ellas estudiamos el pasado lacustre”, explicó en conferencia ofrecida en la Facultad de Ciencias (FC).
Las diatomeas tienen ciclos de vida cortos, por lo que responden rápidamente a las variaciones ambientales y registran datos importantes de su entorno, como salinidad, alcalinidad, profundidad y nivel de nutrientes, entre otros.
A partir de las asociaciones encontradas en una secuencia estratigráfica marina o lacustre se pueden realizar estimaciones sobre los valores que presentaron esos parámetros en el pasado, señaló.
El pasado lacustre
Los sedimentos acumulados en el fondo de un lago son reflejo de la interacción entre los factores bióticos y abióticos que inciden tanto en ese cuerpo de agua como en su cuenca de captación.
La paleolimnología, detalló, es el estudio de cualquier tipo de información preservada en los sedimentos lacustres que permita reconstruir la naturaleza y variabilidad ambiental de un lago o de su entorno en el pasado.
“Para obtener esa información aplicamos varias metodologías, como la descripción estratigráfica, el fechamiento y el análisis de microfósiles como las diatomeas y el polen, indicadores que aportan datos sobre los cambios ocurridos en el clima y el ambiente”, dijo.
Comprender la variabilidad climática en diferentes escalas de tiempo, su impacto en el desarrollo cultural y entender cómo la presencia humana influye en el entorno son algunos objetivos de estos procesos. “La paleolimnología permite ver nuestro medio con un nuevo enfoque, con una perspectiva histórica que aporta información valiosa para comprender el presente y evaluar el futuro”.
Con ello, la investigadora y sus colaboradores han comprobado la interacción de esos elementos. Han documentado la existencia de climas relativamente secos que coinciden con el máximo desarrollo cultural en Mesoamérica, etapa en que los mayas y teotihuacanos tuvieron su apogeo, y el cambio hacia un clima especialmente seco a finales de este periodo (700 a 900 dC), cuando colapsaron.
Con sus análisis también ha documentado que ambas civilizaciones tuvieron un alto impacto en el ambiente, pues talaron amplias extensiones de bosques y selvas.
Detección de lluvia ácida
Las diatomeas también han sido útiles para detectar la lluvia ácida, un problema que ha afectado al norte de Europa y Canadá durante varias décadas.
“Una de las consecuencias ocurre en los bosques, donde genera manchas que son áreas completas de bosque muerto, debido a que el suelo se acidifica tanto que los árboles no pueden sostenerse”, refirió.
En los lagos provoca una reducción del pH a cierto nivel, lo que aminora o elimina la población de peces, que no pueden vivir sin ciertas concentraciones de acidez o alcalinidad.
Entre sus resultados, Caballero ha comprobado la presencia de lluvia ácida en el lago de Tacámbaro, Michoacán, una de sus áreas de estudio.
Margarita Caballero Miranda