“Recientemente varios datos han demostrado que la discriminación de género y los estereotipos machistas y misóginos en el ámbito científico siguen profundamente enraizados”, señaló Rosaura Ruiz, directora de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) durante su conferencia “Ciencia y educación: hacia una enseñanza sin estereotipos de género”, que se realizó en el Foro Consultivo de Enseñanza de las Ciencias en Preescolar con Enfoque de Género, en la ciudad de Puebla.
La especialista en biología evolutiva mencionó como ejemplo el caso de Tim Hunt, Premio Nobel de Fisiología 2001, quien expresó su opinión en torno a la presencia femenina en los laboratorios y centros de investigación científica diciendo -citó- que cuando aquí hay mujeres, te enamoras de ellas, se enamoran de ti y si las criticas, lloran.
Rosaura Ruiz dijo que esta declaración es tremenda, no solo desacredita la participación de las mujeres en la ciencia, sino que también la estereotipa y la convierte en algo trivial.
Sin embargo, agregó que de este vergonzoso desacierto, refleja que los prejuicios típicos de una cultura paternalista y misógina, siguen presentes en las esferas más elevadas del ámbito científico, y la postura de Hunt, refleja la realidad que las mujeres enfrentan en ese medio.
“Este tipo de inequidad está vigente y se puede confirmar al observar diversos datos, por ejemplo, un estudio realizado por la Academia Mexicana de Ciencias, revela que de los 2 mil 570 integrantes de esa organización, solo 615 son del sexo femenino. Menos del 14 por ciento de investigadores en ciencias exactas son mujeres; aproximadamente el 28 por ciento de mujeres están dedicadas a las ciencias naturales, y solo el 40 por ciento están enfocadas a las ciencias sociales y las humanidades. Y no solo esto, la brecha se hace más grande cuando aumenta el nivel de profesionalización”, puntualizó la investigadora.
México no es un caso aislado, ya que hay otras academias alrededor del mundo que presentan mayor disparidad, como la Royal Society de Londres, la Academia de Ciencias de Brasil, la Academia Nacional de Ciencia de Estados Unidos, el Consejo para la Política Científica y Tecnológica de Japón y la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España.
“Lo que lejos de eximirnos, nos ayuda a ubicarnos y ver que la discriminación de género en las academias sigue siendo un asunto generalizado a nivel mundial”, expuso.
La doctora en ciencias sugirió como un asunto urgente la participación de científicas activas en los estudios de género, promover la transparencia en los procesos de acceso en las academias y atacar de raíz los sesgos de género y estereotipos de los educadores que afectan el acercamiento de los niños hacia las ciencias.
“En México, el primer acercamiento que muchos niños tienen es en la escuela, no en su casa. En este sentido, es de reconocer el arcaico esquema de la mujer en nuestra sociedad, reforzado por la educación, pues esto representa la domesticación de los papeles genéricos, los cuales han sido trascendentales en el desarrollo de las mujeres, particularmente, en cuanto a su papel en el ámbito científico. El sesgo que los docentes transmiten sobre las ciencias básicas como áreas propias, el sexo masculino es parte de los estereotipos”, dijo.
Así, en el modelo educativo actual hace falta una mayor preparación en ciencia para profesores de educación básica y la integración de una perspectiva de género. Añadió que se necesita entender que la problemática de los estereotipos es perjudicial para ambos sexos y para la ciencia, aunque es peor para las niñas porque en una era en donde cada vez se necesita de más conocimiento en computación, apartarlas de las áreas tecnológicas, las pone en desventaja. La solución es la orientación vocacional temprana, porque muchas de ellas perciben la tecnología como ajena a su vida cotidiana.
Para lograr la equidad de género, propuso la investigadora de la UNAM, se requieren cambios en las prácticas institucionales y en las relaciones sociales que actualmente legitiman esta realidad. “Las estrategias para conseguir la equidad deben ser concebidas como un objetivo de desarrollo más que como una medida de participación”, concluyó.