Manuel Martínez Morales
Desde un punto de vista
espacialmente amorfo
la economía y política terrestres
se mueven
en el inconsciente colectivo…
Mujeres indígenas, con sus cuerpos pequeñitos, arremeten sin miedo y con firmeza contra los acorazados cuerpos de los federales que invaden su territorio. Cuerpo a cuerpo en desigual lucha, los cuerpos también son territorio en disputa. Territorio vital, el cuerpo humano como extensión del territorio habitado. Defensa del territorio, defensa del cuerpo y de la vida ahí asentada.
Lo que permea hoy en el planeta es la antropofagia,
de tal suerte,
estamos atrapados
en el geohedonismo de los cuerpos.
Habitamos un cuerpo no reducido exclusivamente a su dimensión biológica, material, sino un hábitat definido por sentidos diversos. Habitamos la idea de cuerpo, un mito tal vez.
“Sería preciso reflexionar más, quizá, sobre la noción de cuerpo. Las cosas, en las sociedades industriales «desarrolladas», son representadas como si tuviésemos un cuerpo, pero esto no es algo tan obvio. Pienso que nos atribuyen un cuerpo, que producen un cuerpo para nosotros, un cuerpo capaz de desarrollarse en un espacio social, en un espacio productivo, y del cual somos responsables. Existen otros sistemas antropológicos donde esa noción de cuerpo individuado no funciona del mismo modo; por el contrario, en esos lugares, la propia noción de cuerpo, de cuerpo natural no existe como tal. El cuerpo arcaico, por ejemplo, nunca es un cuerpo desnudo, siempre es el subconjunto de un cuerpo social, atravesado por las marcas del socius, por los tatuajes, por las iniciaciones, etc. Ese cuerpo no comporta órganos individuados: él mismo es atravesado por las almas, por los espíritus que pertenecen al conjunto de los agenciamientos colectivos” (Félix Guattari: “La noción de cuerpo”, en El Jarocho Cuántico, número 50, Suplemento científico de La Jornada Veracruz, 3 de mayo de 2015. www.jornadaveracruz.com.mx/wp/wp-content/uploads/2015/05/Jarocho501.pdf).
Así, en el mapa amoroso de nuestra época
hay lugares distantes
donde los cuerpos
se siembran con el afán de ocultarlos
¿crecerán o renacerán?
El cáncer capitalista destruye para reconstruir, destruye y arrasa territorios, cuerpos y mentes para construir en su lugar otra cosa: corporalidades reducidas a su funcionalidad mercantil: capital humano.
Ya en nuestras sociedades, las grandes fases de iniciación de la infancia a los flujos capitalísticos consisten, exactamente, en interiorizar la siguiente noción de cuerpo: “Usted tiene un cuerpo desnudo, un cuerpo vergonzoso, usted tiene un cuerpo que ha de inscribirse en cierto tipo de funcionamiento de economía doméstica, de la economía social”.
Es tal vez por estas confusas razones que tu cuerpo, tibio y palpitante, me consuela. Tu cuerpo y su tibieza me protejen de la nube de ideas tóxicas que se extiende agresivamente sobre el planeta entero. Los cuerpos nuestros, en toda su fragilidad, son quizá nuestro último reducto, pues me consuela tu suave seno, pendiendo sobre mí como una nube hinchada de lluvia para refrescarme y recordarme que soy hombre aún.
Cabezas, piernas, manos, torsos…
pechos, caras, dedos
rebelándose por doquier
en la nueva geografía del placer.
Descompuestos componentes humanos
floreciendo a ras de la tierra.
Como en una triste epifanía, tu cuerpo palpitante a mi lado evoca, con signos de misterio, a la madre y el hijo muertos por los misiles del mal. Y revela la ternura que sobrevive a la muerte, expresada en la mano de la madre posada amorosomente sobre la cabeza destrozada del niño muerto. Ambos cuerpos depositados en una caja de madera, a duras penas construida en el intermedio de la matanza.
¡Ah! Estos cuerpos que sólo sirven para llenar espacios
por aquí y por allá.
Habrá que economizar territorio.
No es deseable la chusma, ni la manada en las alamedas.
Lo apetecible es el capital,
ése sí,
habrá que almacenarlo.
El deseo amoroso no tiene nada que ver con la bestialidad o con una problemática etológica cualquiera, sostiene Guattari: “Cuando éste asume esa forma estamos ante algo que pertenece precisamente a la naturaleza del tratamiento del deseo en la subjetividad capitalística. Hay un cierto tratamiento serial y universalizante del deseo que consiste precisamente en reducir el sentimiento amoroso a esa suerte de apropiación de lo otro, apropiación del cuerpo del otro, del devenir del otro, del sentir del otro. Y a través de este mecanismo de apropiación se produce la constitución de territorios cerrados y opacos, inaccesibles precisamente a los procesos de singularización, ya sean del orden de la sensibilidad personal o de la creación, ya del orden del campo social, de la invención de otro modo de relación social, de otra concepción del trabajo social, de la cultura, etc.”.
La condición humana
sometida
al designio de las estrategias de la geopolítica.
El cuerpo, tu cuerpo, nuestro cuerpo
desapareciendo
entre el silbido de una canción en la necrópolis,
al son de un quark encantado.
Chido, ¿no?
Y cuando el cuerpo surge como tal –por ejemplo como problemática neurótica, como problemática de angustia o como problemática amorosa, lo que por otro lado, frecuentemente, es la misma cosa–, nos encontramos en una encrucijada, en la articulación entre, por un lado, los agenciamientos potencialmente productivos de un posible singular y, por otro, los agenciamientos sociales, equipamientos colectivos que esperan cierta adaptación normalizadora. (Guattari)
No se por qué, pero solamente en tu cuerpo sin respuesta, tibio y palpitante, encuentro el aliento rebelde que no me dejará dormir en medio de esta pesadilla. Tu cuerpo amoroso, tibio y palpitante, mantiene abiertos mis ojos; me despoja de esperanzas inútiles y me reintegra a la realidad del hombre que no logra salir de la prehistoria.
Tibio y palpitante, tu cuerpo solidario, reflejante de la vida y el dolor. Tu cuerpo, sin dar tregua a la mentira bajo la lluvia de fuego, me mantiene atado a la vida, enfermo de conciencia.
Nota: Los versos intercalados en el texto forman del poema “Geografía humana”, de Mirna V. Viveros.