Los pueblos mesoamericanos privilegiaron el culto a la transformación de la materia que se hizo patente  con la celebración del Día de Muertos y fieles difuntos, explicó Lourdes Budar Jiménez, académica de la Facultad de Antropología de la Universidad Veracruzana (UV), quien brindó la charla “Tres argumentos para evitar la pena de muerte de una tradición. El caso del Día de Muertos” en el aula magna de la Facultad de Derecho.

Ante un público compuesto por estudiantes, académicos e invitados especiales, la doctora por El Colegio de Michoacán y miembro del Sistema Nacional de Investigadores, expresó que anteriormente no hubiera hablado sobre el tema porque  “todos esperan que los antropólogos sean los paladines de estas tradiciones”, no obstante con el propósito de reforzar el vínculo cultural de los estudiantes con sus tradiciones aceptó realizar la charla.

“El caso que nos tiene hoy aquí es el Día de Muertos, una tradición mexicana que tiene sus orígenes en la época prehispánica y es una práctica ininterrumpida desde el siglo XV, con un carácter festivo, religioso, que se ha visto desplazado paulatinamente por elHalloween, una tradición originada en Estados Unidos.”

Apuntó que en los últimos días de octubre se percibe “un ambiente de rechazo a lo que huele a gringo y es una época del año en que la mayoría de los mexicanos deja salir su orgullo por la raza de bronce, la única época del año que se escucha decir: nuestras tradiciones”.

La muerte es la prueba de la existencia, señaló, el culto a la muerte es en realidad un culto a la vida y el tema de la vida es confuso, asimismo cada cultura le otorga un significado particular; “es que en la vida no hay nada seguro más que la muerte, el hombre ha encontrado en ésta la evidencia de su existencia, ya que las demostraciones más significativas de poder están ligadas a ella”.

La académica observó que los pueblos mesoamericanos privilegiaron el culto a la transformación de la materia “antes de que Platón situara el alma y Descartes pusiera sustancias vitales en el cuerpo”.
Los mesoamericanos apoyarían la idea aristotélica de los principios vitales, agregó, porque para ellos todo tiene vida, sin embargo rechazarían que el alma no puede vivir sin el cuerpo.

“La vida en Mesoamérica es sumamente terrenal, tanto que no concebían la idea de un juicio póstumo a la vida, su cosmovisión estaba basada en la observación de la vida en el devenir cotidiano, todo estaba sujeto a un ciclo de transformación en el que todo nace, crece, se transforma y muere.”

Esta cosmovisión está ligada a un sistema complejo de creencias y prácticas, así como a factores históricos, económicos, filosóficos y políticos que representan los modos de hacer y ser de los grupos sociales que habitaron el área.

“Es importante señalar que el culto a la muerte para los pueblos mesoamericanos no se limitaba a un solo día, se circunscribía a todos los días del año pues en el sentido profundo de su cosmovisión, la dicotomía de la vida y la muerte va más allá de la transformación, la vida no acaba con la muerte, la muerte da paso a la vida”, comentó Budar Jiménez.

En este sentido el culto a la transformación es cotidiano, prosiguió, “uno nace y muere como la planta de maíz, como el hombre, como los dioses”.

Refirió además que las prácticas funerarias mesoamericanas tenían ciertas particularidades, en algunos lugares los muertos eran enterrados en vasijas, envueltos en petates y depositados en espacios domésticos, principalmente en donde se consumían sus alimentos.

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