Jeffrey Bada llegó al encuentro de la Asociación Americana para el Avance de las Ciencia (AAAS) con su espectacular anunció: Un aminoácido tipo AIB, completamente distinto a los que existen en la Tierra, encontrado en un bloque de eterno extraído de Groenlandia.
El aminoácido fue descubierto en diciembre de 1993, en una muestra perforada en 1992; para encontrar una millonésima de gramo de AIB los científicos tuvieron que procesar 10 kilos de hielo.
El descubrimiento reavivó la discusión sobre el origen extraterreste de los elementos que permitieron la creación de la vida en nuestro planeta.
Antes sólo una vez se encontró un aminoácido distinto de los 20 que, combinados de forma diferente, forman todas las proteínas existentes en la Tierra, base de la vida.
Los aminoácidos se definen como compuestos químicos que tienen un grupo amínico y otro carboxílico unidos a un mismo átomo de carbono.
El aminoácido hallado en Groenlandia, denominado AIB, no existe en la Tierra excepto en algunas pocas muestras microbianas purificadas en laboratorio, explica Bada, de la Universidad de California en San Diego.
En una nota informativa sobre la presentación del aminoácido AIB, publicada por el periódico El País, de España, se apunta que Bada mencionó que apenas se conoce el primer millón de años de la Tierra. «El reto que tenemos es imaginar cómo era el planeta al principio, cómo se formaron los componentes orgánicos y cómo éstos se ensamblaron para constituir organismos vivos», dice.
Su planteamiento es que la Tierra pasó por un periodo de congelación primitivo, incluida la superficie oceánica, y que luego el agua se descongeló debido a fortísimos impactos de meteoritos. «Sólo si las temperaturas eran muy bajas pudieron acumularse los compuestos orgánicos… El frío en un océano cubierto por una capa de hielo favorece la conservación de la materia orgánica».
Según Bada los impactos de meteoritos aquí y allá fundirían periódicamente zonas oceánicas. «La vida pudo empezar en siete sitios a la vez o pudo empezar varias veces».
Bada sugiere que la congelación superficial del océano puede atrapar muchos compuestos que se emitirían a la atmósfera en forma de gases cuando los impactos de los meteoritos hicieran agujeros en la capa helada del agua. «Esto podría ser la fuente de los gases de efecto invernadero que producirían un planeta incongelable», dice.
El flujo de impactos de meteoritos en la historia primitiva de la Tierra, debido al mismo proceso de formación del sistema solar, era muy grande al principio y fue disminuyendo hasta estabilizarse en un nivel bajo hace 3,6 millones de años, nivel que persiste hasta ahora, explica Stevenson. Y el tamaño de esos cuerpos que bombardeaban la Tierra debió de ser varias veces superior al que supuestamente impactó hace 65 millones de años causando grandes extinciones de animales como los dinosaurios. Precisamente en el nivel geológico correspondiente a las huellas de este gran meteorito aparecieron los únicos aminoácidos de origen extraterrestre hallados anteriormente.