El 9 de abril de 2010, mediante dos publicaciones en la revista Science se difundía el hallazgo de restos de un homínido hasta entonces desconocido, que además compartía rasgos con la especie «homo» de la cual desciente el hombre actual.
Los fósiles fueron encontrados en una cueva, denominada la Cuna de la Humanidad, de Malapa, a las afueras de Johannesburgo (Sudáfrica), datan de hace entre 1,95 y 1,78 millones de años, y pertenecen a dos individuos –una hembra adulta y un joven macho- de Australopithecus sediba. Los restos pertenecen a una especie que apareció cerca de un millón de años después que Lucy, por lo que sus características demuestran una transición por etapas progresivas de los primeros homínidos al género Homo.
“No es posible establecer la posición filogenética precisa de Austalopithecus sediba en relación a varias especies asignadas al Homo primitivo”, señalaba Lee Berger, uno de los autores principales, junto a Paul Dirks de la Universidad de James Cook (Australia), e investigador en la Universidad de Witwatersrand, en Johannesburgo. Berger ha analizado la mayor parte de un cráneo, la pelvis y un tobillo de la nueva especie.
El paleontólogo que halló los restos junto a su hijo y al estudiante postdoctoral Job Kibii asegura que “esta nueva especie comparte más características derivadas con el Homo primitivo que con cualquier otra especie austalopith conocida, y por tanto representa un ancestro candidato para el género, o un grupo hermano a un ancestro cercano que persistió durante cierto tiempo tras la primera aparición de Homo”.
Los dos estudios, publicados esta semana en Science, describen las características físicas de esta nueva especie, así como el entorno en el que vivió y murió. Según las investigaciones se trata de un homínido con una estructura ósea similar a la de la especie Homo más antigua.
Australopithecus sediba tenía brazos largos, similares a los de un primate, manos cortas pero potentes, un hueso de cadera evolucionado y largas piernas capaces de dar zancadas y correr, incluso de escalar, como un humano. Los investigadores señalan que medían 1,27 metros de altura cuando murieron, aunque el macho podría haber crecido más ya que tenía entre 9 y 13 años. La hembra, que rondaba la treintena, pesaba unos 33 kilogramos, mientras que el macho pesaba 27.
“El tamaño del cerebro del joven estaba entre 420 y 450 centímetros cúbicos, lo que es pequeño comparado al cerebro humano cuyo tamaño es de entre 1.200 y 1.600 centímetros cúbico. Sin embargo, la forma del cerebro parece estar más evolucionada que la de los australopithecinos”, apuntaba Berger.
Evolución hacia el Homo sapiens
Hasta entonces algunos científicos creían que el género humano Homo evolucionó a partir de Australopithecus, hace poco más de dos millones de años. No obstante, el origen ha sido ampliamente debatido, con otros expertos que han propuesto una evolución a partir del género Kenyanthropus.
Según los paleontólogos sudafricanos, estadounidenses, suizos y australianos, Australopithecus sediba podría aclarar el debate y ayudar a revelar los antecesores humanos directos. El propio nombre de la nueva especie, sediba, significa “fuente” o “manantial” en la lengua sudafricana sesotho, porque los científicos creen que los nuevos fósiles arrojaran información abundante sobre los orígenes humanos.
En la descripción de los fósiles, el equipo de investigadores las características únicas de la pelvis y los pequeños dientes que la nueva especie compartió con la especie del Homo antiguo. Por ello sugieren que Australopithecus sediba descendió del Australopithecus africanus. Además, la apariencia de homínido significó el comienzo de un caminar y un correr más eficientes en términos de energía.
“Estos fósiles dan un vistazo extraordinariamente detallado de un nuevo capítulo de la evolución humana, y proveen una ventana a un periodo crítico cuando los homínidos hicieron el cambio de vida en los árboles al suelo”, afirma Berger.
El misterio de las cuevas
En el otro estudio publicado en Science, el equipo del investigador australiano, Paul Dirks, analizó el sistema de cuevas de Malapa, que datan los depósitos de fósiles, y describen el entorno geológico y ecológico en el que Australopithecus sediba vivió hace cerca de dos millones de años.
“Creemos que el entorno en el que vivió sediba, era similar al entorno actual, con llanuras cubiertas de pasto, por ejemplo, seccionadas por valles boscosos, con más vegetación. Sin embargo, los ríos fluyeron en diferentes direcciones y el paisaje no era estático, sino que cambiaba todo el tiempo”, destaca Dirks.
Según el estudio, las cuevas de Malapa no están distribuidas al azar, sino a lo largo de zonas de fractura compuestas en su mayoría de cuarzo, sílex, dolomita, y peloides –aunque también hay granos cubiertos de óxido de hierro, ooides, pizarra, y feldespatos en las rocas.
“Los fósiles se encontraron juntos en un estado casi-articulado en los restos sedimentarios de un sistema de cuevas profundamente erosionado”, señala el paleontólogo australiano que añade que los restos fueron enterrados por un flujo de escombros, que arrastró los cuerpos después de su muerte hasta el lugar donde yacerían.
Además de los restos fósiles de los homínidos, los investigadores identificaron también en la cueva los fósiles de unas 25 especies de animales, como gatos dientes de sable, un gato salvaje, una hiena, un perro salvaje, antílopes, y un caballo. Las cuevas de Malapa tenían unos diez metros de profundidad cuando se depositaron los fósiles de Australopithecus sediba.
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Referencias bibliográficas:
Lee R. Berger; Darryl J. de Ruiter; Steven E. Churchill; Peter Schmid; Kristian J. Carlson; Paul H.G.M. Dirks; Job M. Kibii. “Australopithecus sediba: A New Species of Homo-Like Australopith from South Africa” Science vol 328, 9 de abril de 2010.
Paul H.G.M. Dirks; Job M. Kibii; Brian F. Kuhn; Christine Steininger; Steven E. Churchill; Jan D. Kramers; Robyn Pickering; Daniel L. Farber; Anne-Sophie Mériaux; Andy I.R. Herries; Geoffrey C.P. King; Lee R. Berger. “Geological Setting and Age of Australopithecus sediba from Southern Africa” Science vol 328, 9 de abril de 2010.