Sandra Isabel Jiménez Mateos *
Zaha Hadid, fue la primera mujer en ganar el Premio Pritzker de Arquitectura en 2004.
Nació en Bagdad, Iraq, el 31 de octubre de 1950, con el nombre de Dame Zaha Mohammad Hadid, en una familia de clase alta árabe suní, pero pasó la mayor parte de su vida en Londres, donde realizó sus estudios de arquitectura. De hecho tomó la nacionalidad inglesa, por lo que se le considera anglo-iraquí.
Su padre fue Muhammad al-Hajj Husayn Hadid, un rico industrial y político de Mosul, la tercera ciudad más poblada de Irak, cofundador del partido de izquierda-liberal al-Alahi en Irak en 1932, el cual tuvo gran relevancia política durante los años 30 y 40 del siglo XX; posteriormente ayudó a fundar el Partido Nacional Democrático de Irak.
Su madre fue Wajiha al-Sabunji, una artista de Mosul.
En Bagdad, a pesar de ser hija de musulmanes asistió a un colegio católico dirigido por monjas —el mejor de la ciudad-. Años más tarde, recordaría al Iraq de su infancia como un lugar liberal particularmente progresista para las mujeres.
Por esa posición social privilegiada, Zaha Hadid pudo estudiar durante su adolescencia en exclusivos internados en Inglaterra y Suiza. A los 16 años llegó a Suiza.
En Beirut, estudió matemáticas en la Universidad Americana de 1968 a 1971, y en 1972 se trasladó a Londres a la prestigiosa Architectural Association School of Architecture, donde fue alumna de Bernard Tschumi, y de Rem Koolhaas y Elia Zenghelis, con quienes posteriormente sería socia en Office for Metropolitan Architecture.
Con esta formación, sus ideas eran las de cambio, libertad y reforma social, mientras que su familia se planteaba la creación de un futuro mejor para Iraq.
Ser una mujer inmigrante, árabe y autosuficiente le permitió sumergirse en la vida de los clubes nocturnos de Londres. De fiesta en fiesta, sostenía que el arquitecto es artífice de un arte complejo y poderoso, con el deber de entender a los pobres, pero también a los ricos que son quienes tienen el dinero para construir.
Instalada en la corriente del deconstructivismo, fue reconocida en el Reino Unido por su diseño del Centro Acuático de Londres, entre otros trabajos, además de que realizó obras en Azerbaiyán, Líbano, Hong Kong, Alemania, Abu Dabi y China.
Por su técnica y sus formas en la arquitectura, fue bautizada por el diario The Guardian como ‘la reina de la curva’, lo cual era un trabajo pionero como arquitecta.
El interés por la arquitectura
Su interés por la arquitectura se despertó muy temprano, a los seis años, mientras observaba a un arquitecto, amigo de su padre, construyendo la casa de su tía. Zaha mencionó que le intrigaban las maquetas y los dibujos que usaban para diseñar (era época de industrialización y construcción).
Esa fue una época en la que lo que más disfrutaba era dibujar.
Ese dibujo de lineas lo llevaría después a su técnica arquitectónica.
Gran parte de su trabajo, procedente de la corriente del deconstructivismo, fue de carácter conceptual. Entre algunas de sus obras construidas se encuentran el Centro Acuático de Londres, expresamente diseñado para los Juegos Olímpicos de 2012; y la Ópera de Guangzhou en China.
Dio clases en Harvard, Illinois y Yale; y fue nombrada miembro honorario de la Academia Americana de Artes y Letras y del Instituto Americano de Arquitectos. Sin embargo, descubrió que por ser mujer y árabe había ciertos círculos en donde no podía acceder como empresaria y diseñadora.
En 1979 abrió su despacho, donde impulsó el trabajo en equipo para trabajar su visión de la arquitectura, ilustrando su búsqueda de fluidez y complejidad futurista y presionando los limites constructivos y materiales.
Pero el éxito no llegaba.
De hecho, pasó casi quince años sin que lograra construir un sólo edificio, por lo que estuvo en la llamada arquitectura itinerante o temporal, haciendo escenografías y montaje de exposiciones.
En 1990 tuvo un triunfo y una gran decepción. Ese año ganó el concurso para construir la Opera de Cardiff, un edificio que se ubicaría en la bahía de esa ciudad, capital de Gales; pero también tuvo un gran trago amargo, pues al final su proyecto fue rechazado, pues lo tacharon de elitista y riesgoso. Al final la Opera nunca se construyó y terreno se ocupó para construir una cancha de rugby.
Más la fortuna cambió sustancialmente en 1993, cuando ganó su primer proyecto importante y el que la llevaría a la fama mundial: la estación de bomberos Vitra en Alemania.
Ahí comenzó a construir su leyenda.
En ese proyectó le apostó a la construcción de una imagen fuerte rodeada de misterio.
Ese edificio le dio fama de persona difícil y temperamental, lo cual nunca se preocupó por desmentir.
A partir de ahí, con grandes obras en su portafolios, vivió en aviones privados, conferencias y habitaciones de hotel, mientras su nombre se convertía en su marca, una identidad pionera, y la representación de lo que pueden alcanzar las jóvenes arquitectas.
Entre su colección de premios también están el Mies van der Rohe en y el premio Stirling en los años 2010 y 2011. En el 2012 fue nombrada por la reina de Inglaterra como Comendadora de la Orden del Imperio Británico, y en el 2015 se convirtió en la primera mujer en recibir la Medalla de Oro del RIBA (el colegio de arquitectos británico).
A la edad de 65 años, murió el 31 de marzo de 2016, de un ataque cardíaco en un hospital de Miami donde era tratada por bronquitis.
* Investigadora académica del Instituto de Investigaciones y Estudios Superiores Económicos y Sociales (IIESES), de la Universidad Veracruzana