Como su propio nombre indica, la montaña rusa tiene su origen en una atracción rusa del siglo XVII que consistía en toboganes tallados en colinas de hielo. Sin embargo, las vertiginosas estructuras de hierro de las ferias, tal y como las conocemos hoy, tienen su origen en Estados Unidos.
El 16 de junio de 1884, en Coney Island (Nueva York), se inauguró la primera montaña rusa pensada específicamente para uso recreativo. Disfrutar del vértigo en el Switchback Railway, como se llamaba la atracción, costaba un níquel, lo que equivale a 1,10 dólares actuales.
Su creador, LaMarcus Adna Thompson, se inspiró en el ferrocarril en zigzag utilizado en las minas de carbón de Pensilvania.
Fue construida sobre una estructura de madera de 15 metros de altura, tenía 183 metros de recorrido, una caída de 13 metros y alcanzaba una velocidad de 9,66 km/h. En su origen, este invento se movía únicamente gracias a la gravedad, por lo que el trazado de la pista era la parte más importante de su diseño.
El aspecto de la atracción poco tiene que ver con el de las actuales montañas rusas. Los pasajeros se sentaban frente a frente, a ambos lados. El viaje comenzaba en la cima de la plataforma y, cuando los pasajeros llegaban al extremo contrario, tenían que desembarcar para que los coches pudieran llevarse de nuevo al punto de partida.
Un año después de que se inaugurara la Switchback Railway de Thompson, este sistema se reemplazó por otro con forma de óvalo que permitía a los pilotos permanecer sentados de principio a fin. Los asientos en esta nueva montaña rusa, que se llamaba Serpentine Railway, miraban hacia delante, un diseño que aún se conserva.