El 31 de octubre de 2003, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas aprobó la Convención de las Naciones Unidas contra la corrupción, que entró en vigor en diciembre de 2005, y designó el 9 de diciembre como Día Internacional contra la Corrupción, “para crear conciencia contra esta lacra”.
Ban Ki-moon, Secretario general de la ONU, en su mensaje por éste día, afirmó que “la corrupción impide el crecimiento económico al elevar los costos y socava la gestión sostenible del medio ambiente y los recursos naturales”, al ser fruto de la actividad criminal, el mal funcionamiento de las instituciones estatales y una débil gobernanza, a la vez que contribuye a estos fenómenos.
La corrupción, prosiguió, “quebranta los derechos humanos fundamentales, agrava la pobreza e incrementa la desigualdad al desviar fondos de la atención de la salud, la educación y otros servicios esenciales”. Los efectos perniciosos de la corrupción los sienten miles de millones de personas en todo el mundo.
La buena gobernanza –dijo- es esencial para el desarrollo sostenible y fundamental para combatir la delincuencia organizada. Cada eslabón de la cadena del tráfico está expuesto a la corrupción, desde las cantidades que los traficantes de armas y drogas pagan para sobornar a funcionarios corruptos hasta los permisos y licencias fraudulentos utilizados para facilitar el tráfico ilícito de recursos naturales.
Pero la corrupción también abunda en el mundo del deporte y los negocios, y en los procesos de adquisiciones públicas: “En la última década, el sector privado ha reconocido cada vez más su papel en la lucha contra la corrupción. Un llamamiento a la acción lanzado por el Pacto Mundial de las Naciones Unidas y sus asociados está movilizando a las empresas y los gobiernos en favor de la transparencia en los procesos de adquisiciones. También se están elaborando directrices para ayudar a las empresas a combatir la corrupción en el patrocinio de deportes y las atenciones sociales”.
Expresó que las Naciones Unidas tienen el firme compromiso de cumplir sus propias obligaciones, sobre todo porque al operar en algunos de los entornos más inestables del mundo, las Naciones Unidas se enfrentan a riesgos de corrupción “que revisten múltiples formas y pueden socavar nuestros esfuerzos para promover el desarrollo, la paz y los derechos humanos”, ante lo cual aseguró que desarrollaron “un robusto sistema de controles internos y seguimos manteniéndonos en guardia y trabajando sin tregua para dar ejemplo de integridad”.
“La corrupción es un obstáculo para lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio y debe tenerse en cuenta al definir y aplicar una sólida agenda para el desarrollo después de 2015. La Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción, adoptada hace 10 años, es el principal marco mundial para prevenir y combatir la corrupción. Su plena aplicación depende significativamente de la existencia de mecanismos eficaces de prevención, cumplimiento de la ley, cooperación internacional y recuperación de activos”, puntualizó.