Xalapa, Ver., junio de 2012.- Uno de cada mil niños es diagnosticado con Autismo, síndrome cuatro veces más alto en varones que en mujeres; hasta la fecha no existe cura para este padecimiento pero la investigación para dilucidar sus mecanismos es incansable.
En Xalapa, en el Centro de Estudios Cerebrales, se llevan a cabo de forma permanente estudios para observar la conducta de los afectados y entender qué pasa en el cerebelo, centro del movimiento y el aprendizaje.
La doctora Rebeca Toledo refiere que este síndrome no es de fácil diagnóstico porque es multifactorial,: éste puede ser hereditario o de origen teratogénico; esto se refiere a que durante la etapa de gestación la madre se ve expuesta un agente dañino que puede causar deficiencias cognitivas en el producto. En neurociencias se usa el término insulto, para referirse al agente que por cuestiones ambientales puede causar un daño, en el caso del autismo, ya sean sustancias tóxicas o algún accidente.
Un ejemplo de los agentes teratogénicos es el ácido valpróico o valproato de sodio, que hasta hoy se utiliza para tratar la epilepsia, el síndrome bipolar y la depresión. Si a un individuo se le detecta epilepsia, el médico le receta esto, pero ¿qué sucede si este medicamente se lo damos a una mujer embarazada?
En la década de los 70’s, a mujeres embarazadas y diagnosticadas con epilepsia o depresión se les dio este anticonvulsivo, pero al paso de tiempo, el bebé nacía con autismo. Así se dieron varios casos hasta que se relacionó con el medicamento, insulto que puede afectar el sistema nervioso.
“En este laboratorio se trabaja con ratas, a estas ratas se les inyectan fármacos, lo que produce que sus crías tengan síntomas de lo que es autismo, a partir de estos animales, estudiamos su sistema nervioso. Nosotros les aplicamos en un determinado momento de la gestación el volprotato para inducir un tipo autismo, no le decimos autismo porque no es en humanos”.
En los estudios primero se ve la conducta del animal, con su madre, hermanos, la reacción hacia ciertas motivaciones como el alimento, agua y otros experimentos, después se sacrifica al roedor y se extrae el cerebro. Éste pasa a un tratamiento histológico para observar los cambios morfológicos en comparación con un animal sano y ver qué zonas son las afectadas, de esta forma, dependiendo la zona que se daña, se explica tal o cual conducta.
“En el cerebro hay ciertas áreas dañadas como la corteza frontal, el hipocampo, pero sobre todo, el daño es en el cerebelo, centro del movimiento y el aprendizaje, ahí hemos encontrado cambios en la estructura y las células de Purkinje, que son las celulas más grandes del organismo y que tienen una conformación muy ordenada y en un tamaño homogéneo, en los afectados vemos cambios notables”.
Este laboratorio se une a una causa mundial en la investigación sobre el autismo, por el momento, dice la doctora, están documentando y vinculándose con otras instituciones, porque “aunque no somos médicos, podemos ayudarlos”.
A partir de la Semana del Cerebro, que se realiza internacionalmente durante el mes de marzo en conjunto con la Society for Neuroscience, surgió una vinculación entre el laboratorio y el Creever, para informar a la gente sobre el origen de este síndrome y para observar el padecimiento en los niños, así como “combinar lo que encontramos con los médicos, y bueno, más que nada, para ayudar a la gente”.