Un equipo multidisciplinario del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) ingresó por vez primera a una cámara funeraria de 1,500 años de antigüedad aproximadamente, descubierta hace 13 años en Palenque, Chiapas, la cual podría contener los restos de uno de los primeros soberanos de esa antigua ciudad: K’uk Bahlam I, que ascendió al poder en 431 d.C., y fundó la dinastía a la que perteneció el célebre gobernante maya Pakal.
Esta tumba real se encuentra en el interior del Templo XX de esa zona arqueológica, y es al menos dos siglos anterior al sepulcro de Pakal, descubierto hace 50 años en este mismo sitio por el arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier.
Antes de que el grupo de especialistas lograra entrar a la cámara mortuoria el martes de la semana pasada, el lente de una diminuta videocámara había sido la única en captar su interior. La primera ocasión se dio en 1999, durante los trabajos del Instituto de Investigaciones de Arte Precolombino (PARI, por sus siglas en inglés), y la más reciente sucedió en junio de 2011, cuando el INAH circuló las primeras imágenes entre los medios de comunicación.
Arnoldo González Cruz —arqueólogo que en 1994 realizó el hallazgo de la tumba de la Reina Roja, también en Palenque—, es junto con el restaurador y arqueólogo, Rogelio Rivero Chong, responsable del proyecto para intervenir ahora el sepulcro del Templo XX, localizado en la Acrópolis Sur de este antiguo territorio que debió llamarse Lakamha o “Lugar de las Grandes Aguas”.
“Por las fechas —indicó Arnoldo González— estamos ante el nacimiento de la dinastía palencana, hacia el año 400 después de Cristo, porque podríamos estar hablando del recinto funerario de su fundador, aunque esto no deja de ser especulación en tanto no comencemos la exploración arqueológica. Incluso este espacio podría tratarse de una antecámara, pues no sabemos que hay más abajo”.
Sobre la superficie, en la que todavía no se observan restos óseos de algún personaje —aunque es muy probable que éstos se descubran una vez iniciadas las excavaciones—, se hallaron once vasijas y cerca de un centenar de pequeñas piezas, en su mayoría grandes cuentas de piedra verde, posiblemente jade, una especie de anillo y un colgante, además de pintura mural que decora el espacio funerario.
González Cruz, a cargo del Proyecto Arqueológico Palenque, relata que fue el proyecto del PARI, encabezado por los arqueólogos Merle Greene Robertson y Alfonso Morales, el que llevó a cabo el descubrimiento de la tumba del Templo XX; no obstante, la inestabilidad de la pirámide —de 18 m de altura— impidió su exploración y solo se habían obtenido imágenes a través de una cámara de video.
A diferencia de los aposentos funerarios de Pakal y de la Reina Roja, la cámara o antecámara del Templo XX no posee un sarcófago, por lo menos no hasta donde se ha explorado; pero sí pintura mural de vivas tonalidades rojas en sus tres costados, con representaciones de los Nueve Señores del Xibalbá, o el inframundo, mismos que aparecen, modelados en estuco, en la tumba del célebre gobernante maya.
Los murales muestran a dichos personajes míticos portando tocados, escudos y sandalias. “Lo importante de los recintos funerarios de esta época, el Clásico Temprano (400-550 d.C.), es la pintura; estamos ante uno de los pocos ejemplos de murales descubiertos en contextos funerarios de Palenque, de ahí la importancia del trabajo que estamos realizando”, puntualizó Arnoldo González.
Eso que solo se había podido ver en video, es lo que ahora observan directamente los ojos de arqueólogos, restauradores, químicos, arquitectos, fotógrafos, diseñadores gráficos, entre otros, más un equipo de trabajadores manuales —varios de la zona arqueológica—, reunidos para preservar en las mejores condiciones este espacio.
Aunque se trata de un grupo de casi 60 personas las que integran el equipo multidisciplinario, en el interior de la tumba únicamente pueden permanecer dos o tres personas que portan overoles de Tyvek (para evitar cualquier tipo de contaminación). Esto con el propósito de no alterar la humedad, así como la temperatura, que en el fondo es de 25° centígrados.
El espacio funerario —que se halla a 6 m de profundidad, con respecto a la parte superior del Templo XX— es abovedado y de planta rectangular, mide en promedio 3.40 m de largo, 1.43 de ancho y 2.50 de alto. Los integrantes del proyecto entran a esta cámara principal por una más pequeña que se localiza en su lado oeste; es decir, el espacio central se halla flanqueado por dos pequeñas cámaras.
Es a través de la cámara del oeste por donde se accede, y en ella los arqueólogos han encontrado algunos restos óseos, al parecer correspondientes a huesos largos, con un sinnúmero de pequeñas cuentas (de 3 a 4 mm) de jade y de concha Spondylus, lo que hace referencia a las redes de intercambio que Palenque ya tenía establecidas hacia 400 d.C., con regiones lejanas como el Valle de Motagua, en Guatemala, y el Pacífico.
Sin embargo, precisó el arqueólogo Arnoldo González, no se trata del primer hallazgo de un contexto mortuorio de esta temporalidad (450-550 d.C.). En los años 50, en el Templo XVIII-A (aledaño al XX), Alberto Ruz excavó un recinto muy similar: abovedado con muros pintados y un conducto tubular que comunicaba a la cámara funeraria con el templo superior, más el tipo de cerámica; asimismo, otro parecido se halla en el Templo Olvidado.
Aunque la riqueza de los materiales arqueológicos de la tumba del Templo XX es evidente, el arqueólogo Arnoldo González y el restaurador Rogelio Rivero Chong precisaron que éstos no serán explorados ni recuperados hasta estabilizar la pintura mural.
En este sentido, la restauradora Lilia Rivero Weber, titular de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del INAH, comentó que en 2008 se hizo una revisión del estado de conservación que tenía la pintura, a través de monitoreo y registro fotográfico, detectando que el insecto del comején estaba haciendo galerías dentro de la cripta y sobre los muros. Desde entonces se presentó un proyecto tendiente a atender estos efectos.
La especialista indicó que los primeros estudios de los murales revelan que una alta concentración de sulfuro de mercurio o cinabrio, un pigmento que fue muy estimado en Mesoamérica, lo que corrobora el carácter funerario de la cámara.
Otras de las acciones de conservación, fue la consolidación parcial del basamento piramidal y una nivelación de la plataforma del templo, efectuadas en 2010 por un equipo a cargo de la doctora Martha Cuevas.
Asimismo, para determinar los elementos químicos que componen los murales, también se trasladó al lugar el experto Javier Vázquez, de la Escuela Nacional de Conservación Restauración y Museografía.
Por su parte, Rogelio Rivero Chong, subdirector de Patrimonio Cultural de la CNCPC, abundó que las acciones emergentes para la preservación de los murales se prolongarán por tres semanas como mínimo, y consistirán en el fijado y consolidación de la capa pictórica, a la par de su registro gráfico y fotográfico.
Detalló que la cámara funeraria “no sólo contiene la pintura mural, porque en el umbral de la cámara oeste, por donde entramos, también hay fragmentos de un textil de color grisáceo que está adherido a una cornisa y procedimos a consolidarlo debido a la pulverulencia que presentaba.
“Mientras —añadió— en el acceso de la cámara principal, en las pinturas que se encuentran en las jambas, ya empezamos con labores de consolidación de aplanados, éstas implican resanes o ribetes de seguridad para evitar el colapso de los fragmentos de aplanado con pintura, y después se realiza una inyección de lechadas de cal”.
Posteriormente se hará el análisis microscópico y de la estratigrafía, para determinar la técnica que fue utilizada para crear estos murales, que tiene una base aplanado de cal sobre la que se pintó, tal vez los pigmentos que se aplicaron sobre esta superficie contenían un aglutinante a base de la goma de una planta local.
Para Rogelio Rivero, el ingreso a la tumba del Templo XX es resultado de trabajos previos en este edificio prehispánico, tanto por parte del PARI, como de profesionales del INAH, entre ellos la doctora Martha Cuevas, quien estuvo a cargo de la consolidación del basamento piramidal.
“Que hayan pasado trece años y tantos especialistas, nos compromete a realizar un trabajo cuidadoso y profesional, por todo ese esfuerzo que hubo antes para llegar a este momento, el ingreso a la cámara funeraria del Templo XX de Palenque”, finalizó.