El Nobel de Química ha distinguido este año a los estadounidenses Robert J. Lefkowitz y Brian K. Kobilka por sus estudios sobres receptores celulares, a través de los que logran sus efectos cerca de la mitad de los medicamentos.
La Real Academia de las Ciencias sueca señaló en su fallo que las investigaciones de Lefkowitz y Kobilka han sido «cruciales» para comprender cómo funcionan los receptores acoplados a proteínas G (GPCRs), una importante familia que incluye a los receptores de la adrenalina, dopamina, serotonina, la luz, el sabor y el olor.
La mayoría de los procesos fisiológicos dependen de hecho de las GPCRs, fundamentales en medicamentos como los beta bloqueadores, los antihistamínicos y distintos tipos de medicación psiquiátrica.
Varios científicos empezaron ya a interesarse por los efectos de la adrenalina en el cuerpo a finales del siglo XIX, y concluyeron que debía existir algún tipo de receptor para detectar sustancias químicas en el ambiente.
Pero esos receptores, que son pocos y la mayoría encapsulados en el muro de la célula, permanecieron sin identificar durante décadas, aunque eso no impidió que se desarrollasen medicinas que conseguían su efecto a través de ellos.
En los últimos años de la década de 1960, a instancias de su supervisor, Robert Lefkowitz empezó a investigarlos mientras hacía el servicio militar en el Instituto Nacional de Salud, trabajando primero con la hormona adrenocorticotropa, que estimula la producción de adrenalina en la glándula suprarrenal.
Tras un par de años de investigación, en 1970 publicó artículos en varios medios de prestigio para anunciar el descubrimiento de un receptor, encontrado tras añadir yodo radioactivo a una hormona.
Ese hallazgo le valió ser reclutado por la Universidad Duke de Carolina del Norte, donde formó su propio equipo investigador, y a través del uso de sustancias marcadas con elementos radiactivos, logró extraer varios receptores de tejido biológico.
El conocimiento sobre las células y sobre el proceso en que las señales son transmitidas del exterior a su interior evolucionaba paralelamente a las investigaciones de Lefkowitz.
A principios de la década de 1980, éste decidió centrarse en encontrar el gen que codifica el receptor beta, y es en esa época que entró a formar parte de su equipo un joven doctor con experiencia en cuidados intensivos: Brian Kobilka.
La investigación reveló que el receptor se compone de siete hélices, las mismas que la rodopsina -receptor de la luz en la retina del ojo-, se le ocurrió a Kobilka.
El siguiente paso fue la caracterización de toda una familia de receptores con el mismo aspecto y funciones, los GPCRs.
Una vez aislado el gen, Kobilka se dedicó a tratar de obtener una imagen del receptor, un auténtico reto, dada la gran movilidad de los CPCRs y que para observar proteínas es necesario usar cristalografía de rayos X, que exige inmovilidad total.
Décadas de trabajo culminaron en 2011, cuando Kobilka y su equipo capturaron finalmente una imagen del receptor en el momento en que éste transmite la señal de la hormona en el exterior de la célula a la proteína G en su interior.
Lefkowitz (1943) y Kobilka (1955) compartirán los 8 millones de coronas (unos 930.000 euros) con que está dotado el premio, que como el resto de los Nobel se entregará en la tradicional doble ceremonia en Estocolmo y en Oslo el 10 de diciembre, aniversario de la muerte de su creador, el magnate sueco Alfred Nobel.
Tras los anuncios en Medicina, Química y Física, mañana le tocará el turno al de Literatura, y al día siguiente, al de la Paz.
El lunes se conocerá el ganador o ganadores del último premio, el de Economía.
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