Las rocas que se recogieron en la Luna durante las misiones Apolo de los años 60 y 70 no dejan de deparar sorpresas. Los científicos ya habían observado la presencia de agua en algunas de las muestras, y ahora, según un estudio que publicaNature Geoscience, también se sugiere que el viento solar podría estar detrás de la formación de esa molécula.
Un equipo de tres universidades estadounidenses, liderados desde la de Tennessee, ha confirmado que en los granos vítreos de las muestras hay “cantidades significativas” de hidroxilo (OH), procedente de micrometeroritos –meteoritos de tamaño inferior a 1mm– que han ido impactando con nuestro satélite.
Pero los investigadores han ido más allá y han comprobado que la composición isotópica del hidrógeno de ese material sugiere que parte del hidroxilo procede de las partículas que trae el viento solar, ya que su composición geoquímica es similar.
El estudio apunta, por tanto, que el viento solar proporciona iones de hidrógeno a la superficie de la Luna, y que podrían quedar atrapados en zonas como los polos. Después se convertirían y almacenarían como hidroxilo y agua en los granos del regolito (capa supeficial) de nuestro satélite, donde las sondas también han detectado la presencia de estas moléculas.
El trabajo propone que un mecanismo similar podría aportar hidroxilo a las superficies de otros cuerpos rocosos donde el viento solar interactúa directamente con su superficie, como Mercurio o el asteroide Vesta.
El experto francés Marc Chaussidon, de la Universidad de Lorraine, apunta también en Nature Geoscience que estos hallazgos «abren la puerta a una nueva fuente de agua para los cuerpos interiores del sistema solar».