El conocimiento del cielo ha sido un motor de las civilizaciones, ha generado rituales y ha definido la arquitectura en muchos lugares, en particular en las culturas originarias de Mesoamérica y de México y en todos los momentos del desarrollo de la civilización, señaló José Franco, presidente de la Academia Mexicana de Ciencias, durante su participación en el coloquio internacional Las cosas de la noche.
El conocimiento del cielo, los ciclos en el cielo, del Sol, de la Luna y de los planetas, han sido marcadores de entronizamiento, de cambios políticos y han sido grandes definidores de la cultura, precisó el también director general de Divulgación de la Ciencia de la UNAM, en su conferencia titulada Las Estrellas y la Civilización
“Las cosas de la noche son parte del quehacer de los astrónomos y creo que todas las civilizaciones han tenido una fascinación por el cielo, desde que el hombre es hombre. Las tribus nómadas utilizaron al cielo como un referente de tiempo. La luna era su reloj y su calendario, y tenían un referente espacio-temporal bien definido por los accidentes geográficos en la tierra y por el tránsito de la luna”.
Con esas palabras dio inicio la última de las conferencias programadas en el coloquio organizado por el Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, con el apoyo del Instituto Francés del Ministerio de Relaciones Exteriores y del Ministerio de la Cultura y de la Cooperación de Francia, que tuvo lugar en el Museo Nacional de Antropología los pasados 18 y 19 de octubre.
El vasto conocimiento sobre el cielo y “las cosas de la noche” que obtuvieron dichas tribus nómadas facilitó su asentamiento en diferentes lugares de la tierra. “Cuando los seres humanos se asentaron en localidades establecidas era porque ya tenían un conocimiento bastante profundo de los ciclos del cielo”, dijo Franco.
La Luna fue su primer referente, como reloj y como calendario, y posteriormente el Sol, también como medidor del paso del tiempo en cuestiones fundamentales para su existencia: “El Sol les permitía saber cuando venían las lluvias, cuándo era la época de sembrar y cuando era la época de recolectar, cuándo hacía calor, cuándo frío”.
Y continuó: “El día de hoy, en el caso de México, tenemos amarrados a nosotros este conocimiento ancestral en formas que a veces no nos damos cuenta”. Una de esas formas, por ejemplo, es la Celebración Del Fuego Nuevo, que se lleva a cabo en el volcán Citlaltépetl, también conocido como Pico de Orizaba, que tiene una altura de 6 mil 600 metros sobre el nivel del mar y es la montaña más alta de México.
El Fuego Nuevo, celebración que se lleva a cabo cada 52 años en todas las culturas de Mesoamérica y que actualmente sucede en nuestra época, es un ritual, una peregrinación para subir a la punta del Citlaltépetl para observar a las pléyades –conjunto de siete estrellas– que pasan en el cenit, con lo cual se marca en inicio de un nuevo ciclo.
La celebración se debía a que cada 52 años coincidían dos de sus principales calendarios: el calendario ritual o sagrado, que tenía 260 días, y el calendario solar, con 365. “Si se echaban a andar los dos calendarios, 260 días después terminaba el calendario ritual, pero al calendario solar le faltaban 105 días para terminar, entonces, empezaba el nuevo calendario sagrado (ritual) y el solar seguía, por lo tanto se desfasaban, y estos desfases terminaban haciéndolos coincidir 52 años después. En cada momento en que los dos calendarios estaban en fase se celebraba un Fuego Nuevo, terminaba el Universo anterior, terminaba el mundo anterior y empezaba un nuevo mundo”, explicó Franco.
Un ejemplo más de la importancia del estudio del cielo, la noche, las estrellas, el Sol y la Luna, es la arquitectura. “Lo que definía a las culturas mesoamericanas era una arquitectura monumental, las grandes ciudades tenían trazos bien definidos, edificios magníficos que tenían una orientación bien definida. Esa orientación apuntaba, daba la cara o marcaba fechas en el cosmos”, sostuvo.
Ejemplo de ello son los más de 3 mil 500 años de arquitectura monumental y de conocimiento del cielo. El espacio y el tiempo en Mesoamérica eran cíclicos y se regían por el conocimiento del cielo, morían y renacían continuamente, dijo Franco. “Las culturas mesoamericanas se desarrollaron tomando como un referente político, social y militar al cielo. El cielo nocturno fue un referente de nuestras culturas, y estoy seguro que en prácticamente en todas las culturas y todas las latitudes del mundo. Las ciudades eran mapas celestes y representaciones del cosmos”, afirmó.
Para finalizar su exposición, José Franco comentó que actualmente hay un “mito” que circula en Internet que habla de que los Mayas predijeron el fin del mundo para el 21 de diciembre de 2012, lo cual, dijo, es producto de una imaginación un tanto delirante. “Para los mayas no había principio y fin, eran, simple y sencillamente, ciclos que se repetían. El calendario largo es uno de los muchos calendarios que se tenían, así como había el de los 260 y el de 365 días, había uno de 5 mil 125 años. En el solsticio de 2012 vamos a tener el final de ese calendario largo. Esta idea apocalíptica del fin del mundo, no es más que trasladar prejuicios del cristianismo a mentalidades que no los tenían”.
Durante la clausura y para finalizar el congreso internacional Las cosas de la noche se llevó a cabo una representación teatral titulada El Principito pintado: lectura dramatizada, con pintura en vivo, que consistió en un espectáculo trilingüe en francés, español y otomí, de Arnaud Charpentier y Olivier Dautais.