Sandra Isabel Jiménez Mateos *
¡Un caballo!, ¡Un caballo!, ¡Mi reino por un caballo!.
Es el grito de Ricardo III, en la obra de Wiliam Shakespeare del mismo nombre, cuando baja de su corcel, el cual había muerto en medio de la batalla de Bosworth, donde finalmente matan al rey.
Después de esa batalla su esqueleto estuvo perdido durante 527 años. Fue rastreado por científicos de la Universidad de Leicester, quienes el 4 de febrero de 2013 confirmaron que los restos humanos localizados en un estacionamiento de esa ciudad son los de Ricardo III.
Richard Buckley, jefe del equipo arqueológico de la Universidad de Leicester, aseguró en rueda de prensa que las pruebas demuestran que el esqueleto encontrado es, «más allá de cualquier duda» , el del último monarca de la casa de los York, que reinó de 1483 al 22 de agosto de 1485, cuando falleció durante la batalla de Bosworth ante el ejército de Enrique Tudor, quien le sucedió en el trono de Inglaterra como Enrique VII.
El esqueleto muestra 10 heridas que aparentemente le fueron conferidas a Enrique III durante la batalla, ocho de ellas en el cráneo, además de la escoliosis de la columna vertebral, así como un curvamiento de las espinillas, lo cual concuerda con las características físicas de Ricardo III, todo lo cual ya eran pruebas «altamente convincentes» de que podían ser sus restos.
Los estudios de ADN sirvieron para confirmar la teoría.
Los científicos obtuvieron material genético de la dentadura y el fémur de los restos y los compararon con el ADN de Michael Ibsen, descendiente de Ana de York, hermana del depuesto rey, con resultado positivos; igualmente hicieron un comparativo con otro descendiente de la casa York, este anónimo, el cual también resultó coincidente.
La noticia fue celebrada en Leicester con un repicar incesante de campanas.
Esta localidad es una de las ciudades más antiguas de Inglaterra, con más de 20 siglos de historia en sus ruinas medievales, romanas y celtas.
El descubrimiento causó tal furor que incluso el alcalde, Peter Soulsby afirmó que: «¡Esos huesos se quedarán en Leicester o se los llevarán en todo caso por encima de mi cadáver!».
Soulsby destinó más de un millón de euros a la compra de unos terrenos aledaños para erigir un museo en honor a Ricardo III, precisamente.
Las excavaciones empezaron en agosto del 2012, dirigidas por la Universidad de Leicester e impulsadas por el Ayuntamiento de la localidad inglesa y la sociedad Ricardo III, un grupo que hace campaña para una revaloración del monarca medieval que reinó tan sólo dos años.
Philippa Langley, dirigente de la Sociedad Ricardo III, quien ha pasado cuatro años dirigiendo la búsqueda de los restos del rey Ricardo, afirmó que el descubrimiento “será abrumador” para revalorizar el papel de este monarca en la historia de Inglaterra.
Los trabajos se realizaron en un estacionamiento construido donde estuvo la iglesia de Grey Friars, la cual fue derruida en 1538, 53 años después de la batalla.
Ahí, en septiembre del 2012, lo primero en aparecer fue el cráneo, el cual lograron recuperarlo prácticamente intacto, con la mayoría de los dientes y sin apenas desperfectos, salvo las lesiones en la base de la parte trasera, que además fueron fundamentales para confirmar que se trató del último rey medieval de Inglaterra.
«El cráneo estaba en condiciones excepcionalmente buenas», apuntó el bioarqueólogo Jo Appleby, quien encabeza el equipo que ha estado analizando los restos óseos.
“Pese a la fragilidad de los restos, hemos logrado obtener información muy detallada».
El esqueleto tenía alojada una cabeza de flecha en la columna, lo cual junto con la curvatura de la espina dorsal, sirvió para reforzar la tesis de que se trataba del esqueleto del monarca.
La imagen histórica de
Ricardo III, de York
Tras su muerte el cadáver de Ricardo III fue exhibido públicamente a 22 kilómetros de Leicester, antes de ser enterrado en la abadía franciscana de Greyfriars.
Su paso por la historia de Inglaterra está lleno de contraposiciones.
Una muestra de la doble imagen que existe sobre el monarca es incluso lo escrito por Polidoro Virgilio, cronista oficial de Enrique VII,
Ricardo III murió «luchando como un hombre ante la presión de sus enemigos» y llegó inclusó a matar al portaestandarte de Enrique VII, antes de caer abatido y de culpar en el último momento de su derrota al cambio de bando del barón Stanley que desequilibró finalmente la batalla:
«Traición, traición, traición», fue su último grito
La de Bosworth es considerada la última gran batalla de la Guerra de las Dos Rosas (1455-1485), entre los partidarios de la Casa de Lancaster y los de la Casa de York.
En ese sentido los expertos de la Universidad de Leicester desmienten la veracidad del retrato vituperante que de él hizo William Shakespeare en «Ricardo III», el cual fue alimentado por las «historias difamatorias» que circularon sus oponentes y que impulsaron los Tudor.
Ricardo III nació el 2 de octubre de 1452, como hijo menor del tercer duque de York, y cuando solo tenía ocho años, perdió a su hermano mayor, Edmundo, y a su padre en la batalla de Wakefield.
Nombrado Duque de Gloucester, en 1483, sucedió en el trono a su hermano Eduardo IV, cuyos hijos se probaron ilegítimos y reinó durante dos años hasta su muerte.
Su tumba en los bajos del estacionamiento contrasta con la grandeza de otros sepulcros de reyes y reinas ingleses, como los del castillo de Windsor y la Abadía de Westminster.
A Ricardo III se le muestra como un tirano resentido por su deformidad física, responsable del asesinato de dos jóvenes princesas en la Torre de Londres, pero también como un rey valiente y tolerante.
La búsqueda del Rey Ricardo III, video de la Universidad de Leicester
* Investigadora académica del Instituto de Investigaciones y Estudios Superiores Económicos y Sociales (IIESES), de la Universidad Veracruzana