El estudio de la endogamia en las dinastías reales europeas de principios de la Edad Moderna ha recibido poca atención a pesar de las ventajas de su utilización como modelos de la endogamia humana.
Según investigadores del Departamento de Genética de la Universidad de Santiago (USC), los Habsburgo son una de las dinastías más interesantes por “su política matrimonial”, responsable de un “caso extremo de persistente consanguinidad en generaciones”. Los investigadores de la USC han concluido un nuevo análisis sobre consanguinidad de toda la dinastía Habsburgo, que cubre un periodo de 300 años de genealogía (de 1450 a 1750) a partir de la información disponible en las fuentes históricas.
En un artículo en la revista Heredity, los investigadores calculan los coeficientes de parentesco y consanguinidad de los Habsburgo a partir de una base de datos que incluye más de 4.000 personas pertenecientes a más de 20 generaciones entre padres e hijos. En el período señalado, añade Francisco Camiña, coautor del estudio, analizaron un total de 73 matrimonios pactados entre emperadores del Sacro Imperio Romano y reyes de la casa Habsburgo española, así como sus hijos y sus nietos entre 1450 y 1750.
El trabajo de investigación desarrollado señala que el coeficiente de consanguinidad más alto en la dinastía de los Habsburgo se produjo en la rama austriaca donde Maria Antoine de Habsburgo, hija de Leopoldo I y su sobrina Margarita de España (hermana de Carlos II de España), tuvo un coeficiente de endogamia de 0,3053, superior al que se registra en la descendencia de una unión incestuosa entre padres e hijos o entre hermanos.
Cerca de la mitad de los matrimonios de la casa Habsburgo alcanza un coeficiente de parentesco más alto que el correspondiente a la unión de primos, y prácticamente el 20% de los matrimonios registran un parentesco superior al que correspondería a una unión entre un tío y su sobrina.
La comparación de estos promedios con los registros de depresión endogámica en poblaciones humanas contemporáneas “pone de manifiesto el fuerte impacto de la endogamia en la supervivencia de la progenie de los Habsburgo”, explican Camiña Ceballos y Gonzalo Álvarez en el artículo.
El 10,4% de la población presenta consanguinidad
Los investigadores opinan que las dinastías reales de la Edad Moderna “son perfectos laboratorios de consanguinidad”. La abundancia de información genealógica y demográfica o el ambiente homogéneo en el que transcurren las historias personales explican esta afirmación para añadir que “el 10,4 por ciento de la humanidad es consanguínea”, lo que redunda en la necesidad de conocer los efectos de una elevada consanguinidad en las poblaciones humanas.
Camiña considera que la información demográfica disponible, con datos como el número de hijos de cada pareja real o la mortalidad de los menores, permite estudiar los efectos de la consanguinidad en supervivencia, fertilidad o morbilidad.
El investigador explica además que varios trabajos demostraron de modo empírico que las condiciones en las que vivieron los reyes no cambiaron en prácticamente cinco siglos, una homogeneidad ambiental “fundamental para poder establecer estudios que abarquen un período de tiempo tan prolongado”.
El estudio de la consanguinidad en las poblaciones humanas es imprescindible para el de las enfermedades raras, añade Francisco Camiña, quien destaca además la utilidad de esta línea de trabajo para estudiar las relaciones entre el genotipado y el fenotipado de otras dolencias más comunes como la hipertensión, el asma, la gota, la depresión, el cáncer o la esquizofrenia, entre muchas otras.
“La consanguinidad actúa a nivel del genoma, por lo tanto toca todo e interviene en todo” y se puede aprovechar su estudio para conocer el funcionamiento del genoma, representando en muchos casos atajos para descubrir las bases genéticas de las enfermedades.