Francisco J. Ayala (Madrid, 1934) es una de las figuras más respetadas del neodarwinismo en todo el mundo. Este exfraile dominico opina que la evolución y la religión son compatibles, pero no así el creacionismo, que convertiría a Dios en el mayor abortista de la humanidad. Por ello es un feroz opositor del Diseño Inteligente.
Tras licenciarse en Física y estudiar Teología, la pasión de Francisco Ayala por la genética y la evolución le llevó a doctorarse en Biología en Estados Unidos. Casi 50 años después, hoy Ayala es miembro de la Academia de Ciencias de Estados Unidos, doctor honoris causa por quince universidades, ex asesor científico del presidente Clinton, presidente de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS), y autor de más de 40 libros y 500 artículos científicos.
Ha ganado la Medalla Nacional de la Ciencia de EEUU y el premio Templeton, el mejor dotado del mundo por méritos intelectuales, con un millón y medio de dólares que Ayala donó a la universidad. También tiene tiempo para ser un importante viticultor de vinos californianos, de los que también ha donado parte de sus beneficios. Hoy, a sus 79 años, sigue investigando y enseñando Biología Evolutiva en la Universidad de California en Irvine.
De todos los rasgos que nos diferencian de otros simios, ¿cuál fue decisivo durante la evolución del ser humano?
El aumento del tamaño del cerebro supuso un aumento en la inteligencia, que es nuestra capacidad más importante de adaptación y supervivencia. Luego evolucionaron los brazos y las manos, instrumentos versátiles con los que nuestros antepasados empezaron a crear armas, domesticar animales, desarrollar una industria… Diseñar instrumentos es mucho más complejo que utilizarlos. Hacemos un cuchillo porque lo vamos a usar para cortar, o una flecha porque la vamos a usar para cazar. Formar estas imágenes mentales de una realidad que no está presente requiere una inteligencia muy avanzada, aunque nos parezca natural. De nuestros antepasados, los más inteligentes tenían mayor capacidad de anticipar el futuro y hacer instrumentos que les ayudaban a sobrevivir, por lo que sus genes se transmitían más. Conforme el cerebro crecía, se fabricaban mejores instrumentos que facilitaban aún más la supervivencia.
El ser humano ha desarrollado una cultura sin equivalente en el reino animal. ¿Qué importancia ha tenido la cultura en nuestra supervivencia?
La evolución humana es cultural más que biológica. Entiendo cultura en el sentido amplio, que engloba todos los productos de actividades humanas. Ahora nos adaptamos por medio de productos que creamos. El cuerpo humano evolucionó en el África tropical, donde nuestra especie nació hace algo más de 100.000 años. Estamos adaptados fisiológicamente a 25 ºC, sin embargo, hay gente que vive en sitios donde nunca se llega a esta temperatura. En vez de adaptarse al frío desarrollando mucho vello corporal, lo hicieron fabricando ropa y viviendas. No adaptamos nuestros genes al ambiente, pero podemos crear en Siberia las condiciones favorables a nuestros genes.
Si somos seres tan culturales, ¿la evolución biológica se ha detenido en el Homo sapiens?
No, no se ha detenido ni se puede detener. Lo que pasa es que el cambio debido a la evolución biológica es muy lento con respecto a la adaptación cultural. Volamos mejor que ningún pájaro, en once horas podemos ir de Los Ángeles a Madrid. Viajamos por el mar como cualquier pez. El cambio biológico es insignificante comparado con el cultural.
Usted es un ferviente defensor del neodarwinismo. ¿Cuál ha sido la importancia de Darwin en el pensamiento humano?
Fue importante para el pensamiento humano porque lo fue para la ciencia. A Darwin se le considera el descubridor de la evolución, pero no es verdad; en 1859 el mundo científico occidental ya aceptaba la evolución. Darwin hizo algo mucho más importante, descubrió las causas de la evolución. Encontró evidencias de que la evolución ocurría como predecía su teoría de la adaptación por selección natural. La existencia de un método que explicara cómo ocurría la evolución ayudó a que se aceptara, y eso ha permitido no solo muchos descubrimientos biológicos, sino también tecnológicos, con consecuencias económicas importantes.
Stephen J. Gould hablaba de magisterios separados, decía que religión y ciencia no tienen por qué interferir. ¿Son compatibles?
Gould y yo fuimos toda la vida muy buenos amigos. Éramos compañeros de universidad cuando él estaba haciendo el doctorado en Geología y yo en Biología. Gould, que era un ateo convencido y público, defendía los dos magisterios y en esto llevaba toda la razón. La religión y la ciencia no tienen por qué estar en oposición, a no ser que la gente trascienda su propia área de dominio y usurpe el terreno del otro; que alguien coja la Biblia y en vez de tomarla como un libro de enseñanzas religiosas pretenda que es de astronomía o de biología.
Entonces, ¿a usted, como católico, le resulta difícil compaginar las creencias religiosas con la ciencia?
Aunque algunos me hacen católico público, yo siempre digo que mis convicciones religiosas son importantes para mí y para mi familia, pero no tienen por qué tener consecuencias en mis ideas científicas. No admito las etiquetas de religioso o no religioso, porque no quiero que me ataquen ni los de un lado ni los de otro [risas]. Gould estaba en lo cierto. Los ateos no lo son porque la ciencia les haya hecho negar la religión, son ateos por otras razones.
Pero hay mucha gente que todavía niega la evolución por motivos religiosos. Si ciencia y religión no interfieren, ¿a qué se debe este negacionismo?
Se debe a la ignorancia. Ignorancia científica e ignorancia religiosa. Varios papas ya nos han dicho que la evolución es perfectamente compatible con la doctrina católica, pero la gente es ignorante y no lo entiende. Creen en una interpretación ingenua de la Biblia y de la religión.
¿Cree que la evolución se llegará a aceptar plenamente algún día?
Espero que sí, con educación. Igual que se aceptará el cambio climático como consecuencia de las actividades humanas, o como aceptamos que la Tierra gira alrededor del Sol y no al revés, algo que antiguamente se consideraba una herejía.
¿Qué le diría a la gente que ataca la evolución con el argumento de que es solo una teoría?
Que tienen razón [risas]. Lo que pasa es que no entienden lo que quiere decir la palabra “teoría” en ciencia. En el lenguaje común, es una suposición sin fundamento, pero en ciencia, una teoría es una hipótesis científica que se ha corroborado y confirmado. En ese sentido, la teoría de la evolución es una teoría, pero no lo es en el otro sentido de especulación.
¿Cree que la moralidad es exclusiva de la religión o es natural en la especie humana?
La religión es una de tantas maneras en las que aceptamos valores morales, pero esos mismos valores también los aceptan personas sin religión o con religiones diferentes, y van cambiando a través del tiempo. Somos seres morales, juzgamos las acciones como buenas o malas, y eso viene de nuestra naturaleza biológica y nuestra inteligencia. Pero las normas morales vienen de la tradición cultural. Hay mucha gente que no es religiosa y es muy moral.
¿La evolución es aleatoria?
La evolución tiene componentes aleatorios. Las mutaciones ocurren al azar, en el sentido de que no ocurren porque sean beneficiosas. Sin embargo, el proceso de selección natural que gobierna la evolución no es aleatorio, porque lleva a que los cambios genéticos que resultan útiles se multipliquen, y los que no, se eliminen.
Recientemente publicó un libro llamado ¿Soy un mono? Así que le pregunto ¿somos monos?
La primera respuesta de ese libro es que todos los humanos son primates, pero no todos los primates son humanos. Evidentemente, somos primates, pero no monos. No cabe duda de que somos muy diferentes aunque taxonómicamente estemos muy emparentados.