El tlalhmáquetl, nombre en náhuatl del sacerdote que preside los rituales más importantes de petición de lluvia durante el ciclo agrícola en La Montaña, en Guerrero, forma parte de una tradición religiosa con raíces mesoamericanas que pervive hasta nuestros días.

En este ritual se venera a San Marcos, quien representa una trasmutación de los antiguos dioses de la lluvia, refirió Gregorio Serafino, doctor en Antropología por la Universidad de Bologna, Italia, y l’Ecole des Hautes Etudes, Paris, durante su participación en el Seminario Permanente de Estudios sobre Guerrero, con la conferencia Los tlalhmáquetl de la Montaña de Guerrero: entre plegarias y memorial oral.

En la actividad, organizada por el Instituto Nacional de  Antropología e Historia (INAH), el especialista destacó la importancia que distingue al  tlalhmáquetl quien, dijo, “es el conocedor de un patrimonio cultural indígena transmitido en su mayoría por vía oral, al que se le adjudica la extraordinaria habilidad de hablar con entidades, divinidades y potencias de la naturaleza, como aires, vientos y nubes que pertenecen al mundo sobrenatural e inmaterial”.

El antropólogo, quien pasó varios años en municipios de la montaña guerrerense, afirmó que en la región se dice que el tlahmáquetl se caracteriza por su sabiduría y prudencia. “Gracias a la dedicación y capacidades extraordinarias de estos personajes, las plegarias se han conservado en náhuatl y se han transmitido por vía oral hasta nuestros días. Dicho personaje es elegido por predestinación, la cual puede manifestarse en un sueño, una aparición, o expresarse en alguna habilidad.

“También es curandero, y eso lo convierte en un personaje con poderes sobrenaturales, capaz de alejar el granizo, los malos aíres y eventos nefastos como las sequías, que pueden ser consecuencia del enojo de las divinidades”.

Apuntó que este sacerdote es el sujeto más representativo de toda la comunidad, al incorporar en una sola persona los valores de la antigua tradición cultural junto a la de la identidad colectiva.

El doctor Gregorio Serafino, becario posdoctoral del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, con el proyecto La Fiesta de San Miguel en las comunidades nahuas de la Montaña de Guerrero, precisa que esta es una región de difícil acceso, donde escasea el agua y aún se practica la agricultura de subsistencia. La siembra más común es el maíz, principalmente de temporal.

“La vida de las comunidades campesinas se desarrolla alrededor de los ciclos del maíz, que han adquirido también profundos significados simbólicos. Es en este marco que se lleva a cabo el ritual de petición de lluvia, en el que se pronuncian las plegarias en la cima de los cerros, frente a las ofrendas o depósitos rituales”.

A su vez, Samuel Villela, investigador de la Dirección de Etnología y Antropología Social del INAH, abundó que “estas plegarias son muy sólidas, resistentes y tienen una función en la cosmovisión de las comunidades que las practican, además de ser un cuerpo de doctrina de todo un discurso ritual. Están estrechamente vinculadas a la subsistencia, por lo que han resistido los embates del cristianismo, la evangelización y la modernidad”.

Comentó que San Marcos es el santo más recurrente en los ritos del tlahmáquetl, y aunque se mencionan otros, él tiene que ver con la lluvia y, por consiguiente, con la alimentación.

“Tiene que ver con la lluvia, pero también con los cerros donde vive; es el señor del monte, de las cuevas, de todo lo que tiene que ver con las fuentes de subsistencia”, concluyó el etnólogo Villela.

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