Óscar Wilde apareció en la escena literaria para atomizar al público con su ironía, con su sátira mordaz sobre la sociedad de su época y para debatir los prejuicios moralistas que condicionaban la vida de los hombres de su tiempo.
El escritor, poeta, ensayista y dramaturgo irlandés, nacido el 16 de octubre de 1854, en Dublín, cuestionó a través de la palabra, entre muchos otros temas, con sus respectivas vertientes, las imposiciones culturales y sociales que representaban vocablos como amor, política y fe, que han sido históricamente la fuerza motivante de los individuos.
En el plano político, Wilde expone su visión de la ejecución del poder en el ensayo El alma del hombre bajo el socialismo, publicado en 1891, en el que visualiza a un sujeto “solidarizado con el sufrimiento”, que no puede ser libre ya que se niega a abandonar el conformismo social, y, en cambio, es sumiso a la autoridad, aún con sus múltiples deficiencias.
“En el hombre –afirma Wilde-, las emociones se suscitan más rápidamente que la inteligencia, y es mucho más fácil solidarizarse con el sufrimiento que con el pensamiento. De esta forma, con admirables, aunque mal dirigidas intenciones, en forma muy seria y con mucho sentimiento, se abocan a la tarea de remediar los males que ven. Pero sus remedios, añade, no curan la enfermedad: simplemente la prolongan.
“En realidad sus remedios son parte de la enfermedad”, dice el irlandés sobre las medidas tomadas por los gobernantes, a las cuales definen como políticas públicas. “Tratan de resolver el problema de la pobreza, por ejemplo, manteniendo vivos a los pobres; o, como lo hace una escuela muy avanzada, divirtiendo a los pobres. “Pero ésta no es una solución; es agravar la dificultad. El objetivo adecuado es tratar de reconstruir la sociedad sobre una base tal que la pobreza resulte imposible”.
Bajo el socialismo (sistema de control que implica una planificación y una organización colectiva y consciente de la vida social y económica), considera el dramaturgo, todo esto se modificaría: “No habrá gente viviendo en fétidas pocilgas, vestida con hediondos andrajos, criando niños débiles, acosados por el hambre, en medio de circunstancias absolutamente imposibles y repulsivas”.
Sin embargo, advierte Wilde, cuando el socialismo se convierte en autoritarismo, y los gobiernos se arman de poder económico –que proviene de recursos que confiere el pueblo para que sean solventadas sus necesidades y se vele por su bienestar-, y también de poder político, se llega a la tiranía. La cual, comúnmente lleva al capitalismo, al enriquecimiento individual y a la concesión de monopolios.
Es precisamente la riqueza, afirma, la que valúa al hombre, cuando éste debería medirse por su esencia, por el valor de su alma; no obstante, la visión de la sociedad hace ver a los sujetos en condiciones marginales como hombres sin importancia, presos de la “tiranía de la necesidad”.
“Hay en cambio mucha gente que, sin propiedad privada y estando siempre al borde del hambre, se ve obligada a hacer el trabajo de bestias de carga, tareas que nada tienen que ver con ellos y a las cuales se ven forzados por la perentoria, irracional, degradante tiranía de la necesidad. Estos son los pobres; no hay gracia en sus maneras ni en sus palabras, ni educación, cultura o refinamiento en sus placeres, ni gozo por la vida”.
Es por eso que Óscar Wilde no duda al afirmar que “todas las formas de gobierno fracasan”, ya que mientras las oligarquías son injustas con las mayorías, las oclocracias lo son con las minorías. “Toda autoridad es bien degradante. Degrada a quien la ejerce y a aquellos sobre quienes se ejerce. Cuando se aplica violenta, grosera y cruelmente, produce un buen efecto creando y fomentando el espíritu de la rebeldía y del individualismo, que acabará por terminar con ella. Cuando se aplica con una cierta dosis de bondad y está acompañada de premios y recompensas, es tremendamente desmoralizadora” .
En el arte de conversar el escritor refiere: “A veces la gente se pregunta bajo qué tipo de gobierno viviría mejor el artista, y sólo hay una respuesta: en ninguno” .
El autor de la Importancia de llamarse Ernesto ve como ideal de democracia “el apoderamiento del pueblo por el pueblo, para el pueblo”, pues con la ejecución del poder de ese entonces -aunque en algunos lugares aún permanece-, los hombres son “como animales domésticos, sin darse cuenta jamás de que probablemente están pensando los pensamientos de otras gentes, viviendo de acuerdo a los standards de otras gentes, usando lo que prácticamente podría llamarse ropa de segunda mano, y nunca siendo ellos mismos, ni por un solo momento”. Motivo por el cual, afirmó que “lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo”; no obstante, predijo que cuando pueda hacerlo, sin limitar a los demás y cuando sus actividades le brinden placer y cese el sufrimiento, el ser humano será más cuerdo, más sano, más civilizado, más él mismo… “Será completo, y a través de sí, cada hombre logrará su perfección ”.
El ensayo completo, traducido al español, lo puede leer en éste enlace El alma del hombre bajo el socialismo