Los países, corporaciones o instituciones que en verdad valoran la ciencia no tienen reparos ni prejuicios cuando de apropiarse de conocimientos útiles se trata. En las universidades y centros de investigación de los países “avanzados,” un buen número del personal altamente calificado que ahí se ocupa está formado por científicos y técnicos provenientes de naciones “subdesarrolladas”. Y es que la ciencia no tiene preferencias de raza, nacionalidad, o género, y quien esto entiende buscará apropiarse del conocimiento científico donde quiera que este se produzca.
Así, nos enteramos que en medio del debate sobre el origen divino, innato o adquirido del don de curar de los chamanes, brujos o curanderos mayas, el investigador estadunidense John F. Chuchiak IV advirtió sobre ‘‘el riesgo real’’ de que se pierdan los conocimientos de la herbolaria y la medicina tradicional mayas, ante la falta de conservación y recopilación, o que por la insuficiencia de recursos presupuestales gubernamentales las grandes farmacéuticas monopolicen ese legado con fines lucrativos.
El asunto no es nuevo; algunos años después de consumada la conquista de México hubo un importante flujo de conocimientos de América hacia Europa pues, precisamente, los conquistadores no tardaron mucho en apreciar el valor de los conocimientos producidos y empleados en las sociedades mesoamericanas. Muchos de estos conocimientos superaban a los existentes en ese tiempo en Europa, particularmente en los campos de la medicina herbolaria, la matemática y la astronomía. Desafortunadamente, el proceso de colonización del continente americano trajo consigo lo que ha sido llamada la colonialidad del saber. Esto es, se establece la falaz noción de que el único conocimiento válido es el de los conquistadores, considerándose el conocimiento de los sometidos como falso e inferior, implantándose en la mente del colonizado la noción de que debe acercarse –pues asimilarlo totalmente es imposible por su condición inferior- a aquel conocimiento renunciando a toda pretensión de hacer valer, o forjar, sus propios conocimientos.
Pero esto sólo constituye la envoltura ideológica para conformar al sometido con su condición, pues en los hechos –ayer los colonizadores, hoy el capital transnacional- los amos continúan apropiándose de nuestra riqueza cultural, que incluye conocimientos científicos y a quienes lo generan.
Así pues, John F. Chuchiak IV, de la Universidad Estatal de Misuri, Estados Unidos, subrayó que desde la Colonia, los chamanes o brujos fueron satanizados y perseguidos por la Inquisición, pues asociaban sus conocimientos de medicina con rituales prehispánicos y sus deidades.
Sin embargo, los resultados de su saber sirvieron a la sociedad colonial, y persisten en la actualidad, a pesar de que todavía son discriminados por ser considerados ‘‘brujos’’, y hostigados en algunas comunidades de mayoría evangélica.
Chuchiak sostuvo que la validez del conocimiento de la medicina maya se mantiene y numerosos curanderos yx’menes se pierden porque las nuevas generaciones no buscan quedarse con este legado. ‘‘Cuando el último de estos yerbateros muera, vamos a perder mucho de estos conocimientos. Hay que apreciarlos, hay que tomarlos con respeto, pues ellos tienen amplio conocimiento de la herbolaria maya, y a lo mejor hasta la cura del cáncer está en estas yerbas’’.
El decano de la Universidad Estatal de Misuri advirtió que hay otras formas de persecución o discriminación, como las leyes que en México obligan a los curanderos a tener un laboratorio. “Los x’menes no lo tienen y los quieren obligar a contar con uno, lo que es una falta de respeto”.
Las que sí tienen laboratorios son las grandes farmacéuticas, que muestran enorme interés por esos conocimientos ancestrales y actualmente tienen a sus expertos etnobotánicos haciendo investigaciones en varios países, como Perú y México, para quedarse con ese legado, ‘‘pero no se debe olvidar que estas corporaciones son para ganar dinero y le buscan cómo”.
Es decir mientras las grandes compañías farmacéuticas valoran y se apropian de este conocimiento ancestral, en las universidades y centros de investigación –marcados por la colonialidad del saber- prevalece un tímido o inexistente acercamiento a estos valiosos conocimientos.
También las grandes agencias buscan reclutar a quienes producen conocimiento. Es el caso de la joven Esmeralda Rodríguez, originaria de Misantla, quien destacó en un concurso internacional de robótica, donde el equipo del Tecnológico de Gutiérrez Zamora obtuvo un importante premio. El talento de esta jovencita misanteca fue de inmediato reconocido por reclutadores de la NASA –la agencia espacial estadounidense- quienes la invitaron a incorporarse a tal agencia.
Desde luego que, en cuanto la niña obtuvo ese reconocimiento, nuestros gobernantes cipayos -ignorantes que en poco valoran la ciencia- se apresuraron al oportunismo mediático, cuando nada real hacen por promover el quehacer científico.
Habrá que dejar de abandonarse a la divina suerte y apostar por el conocimiento en sus diversas modalidades.
Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.