Verde que te quiero verde
verde viento verdes ramas
el barco sobre la mar
el caballo en la montaña.
Federico García Lorca
Le pregunté de frente y sin conocerlo: “¿Por qué te dicen ‘el anticristo’?” Sentado en el borde de una fuente en el patio central de aquella antigua universidad mexicana, tranquilamente y viéndome a los ojos, simplemente recitó los versos de Lorca. Me senté a su lado y así estuvimos por varios minutos. Entonces, aquel joven barbado se levantó y me dijo: acompáñame. Sin titubear lo acompañé hasta una casona cercana al centro de la ciudad. Ahí me presentó a sus amigos, los hermanos Betancourt –Nacho y Fernando- con quienes “el anticristo” hacía teatro, además de que estudiaba física. Con el tiempo, los tres fuimos muy buenos amigos y compartimos muchas de nuestras inquietudes juveniles, además de varias memorables y poéticas parrandas.
El aspecto del anticristo, cuyo verdadero nombre era Mario Martínez, me recordaba al del científico escocés James Clerk Maxwell, creador de la teoría electromagnética y cuya fotografía seguramente había visto en algún texto de física. (Con la sombra en la cintura/ ella sueña en la baranda/ verde carne, pelo verde/ su cuerpo de fría plata)
Varios compañeros de estudios –entre ellos, ‘el anticristo’- solíamos pasar las tardes en algún sombrío salón de aquel antiguo edificio, estudiando y haciendo las tareas que teníamos encomendadas. En algún momento cursamos la materia de electricidad y magnetismo, que incluía las llamadas ecuaciones de Maxwell que describen el comportamiento del campo electromagnético.
Siempre me han asombrado los fenómenos asociados al campo electromagnético, sobre todo las tecnologías como la radio y la televisión que implican la transducción de cierta forma de energía a otra. Por ejemplo, la transmisión por radio implica la transformación del sonido -captado por un micrófono en forma de vibraciones mecánicas- en impulsos eléctricos, los cuales a su vez inducen una vibración en el campo electromagnético, que a su vez sufre una transformación inversa al llegar al receptor: la vibración electromagnética de transforma de nuevo en una reproducción del sonido original. (Compadre quiero cambiar/ mi caballo por tu casa/ mi montura por tu espejo/ mi cuchillo por tu manta.)
Uno de los personajes que hicieron posible la teoría que da sustento a estas maravillosas tecnologías fue el escocés James Clerk Maxwell, prolífico investigador que también incursionó en los campos de la física estadística y en la teoría del color, entre otros. (Compadre vengo sangrando/ desde la Puerta de Cabra/ y si yo fuera mocito/ este trato lo cerraba)
De hecho Maxwell fue precursor también de la fotografía en color, pues en torno a su teoría del color afirmaba: “la teoría que yo adopto supone la existencia de tres sensaciones elementales, de cuya combinación se producen todas las sensaciones de color”. Verde que te quiero verde…
El 17 de mayo de 1861, durante una conferencia que pronunció en la Royal Institution sobre la teoría de los colores, proyectó la primera fotografía en color tricromático, según las líneas que ya había esbozado en un artículo de 1855. (Pero yo ya nos soy yo/ ni mi casa es ya mi casa/ dejadme subid al menos/ hasta las altas barandas.)
No siempre se reconoce el trabajo de Maxwell como revolucionario en el campo científico. En palabras de Einstein: “Maxwell demostró que el conjunto de lo que entonces era conocido acerca de la luz y de los fenómenos electromagnéticos se podía expresar mediante su conocido doble sistema de ecuaciones en las que los campos eléctricos y magnéticos aparecen como las variables dependientes… Después de Maxwell se concibió la realidad física como representada por campos continuos, que no podían ser explicados mecánicamente…” (Compadre, quiero morir,/ decentemente en mi cama./ De acero, si puede ser,/ con las sábanas de holanda.)
James Clerk Maxwell no sólo dejó su marca en el estudio del electromagnetismo, uno de los grandes logros científicos del siglo XIX, sino que también fecundó otras ramas de la física, muy especialmente la física estadística, cuyo papel en la física atómica y en la física cuántica, es difícil minimizar. (Compadre donde está dime,/ donde está esa niña amarga/ cuantas veces la esperé/ cuantas veces la esperaba…)
No se por qué he asociado a James Clerk Maxwell con mi finado amigo, “el anticristo”, o con el poema de Lorca. Recuerdo ahora, que años después tuve la oportunidad de obtener un posgrado en la Universidad de Edimburgo, en la que Maxwell estudió. Esa ciudad lo vio nacer el 13 de julio de 1831.
El edificio que albergaba los Departamentos de Física y Matemáticas y en cual realicé mis estudios llevaba el nombre de James Clerk Maxwell… Verde que te quiero verde…
Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.
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