Nota aclaratoria: El presente artículo presenta una reflexión eminentemente crítica y de carácter divulgativo sobre las absurdas propuestas del mercado New Age en la Psicología y sus riesgos inherentes, tales como la promoción del pensamiento mágico e irracional, el intrusismo profesional, el abuso terapéutico y la usurpación de actividades exclusivas de los especialistas de la salud mental. Mi propuesta pretende describir el devenir histórico de la Psicología, la caracterización e influencia del new age y algunas claves de su funcionamiento ante el increíble auge de propuestas pseudocientíficas y la nueva era de «gurús» y «terapias» que amenazan seriamente el avance de la disciplina.
I. APROXIMACIÓN AL PROBLEMA: ¿PSIQUE O PSI Y QUÉ?
El aforismo de Ebbinghaus (1913, p. 9): “La Psicología tiene un largo pasado pero una muy corta historia” nunca había sido tan lúcido y vigente para los representantes de la disciplina que compartimos y que hoy vive una de sus peores crisis científicas. Si bien la Psicología, mantiene una apariencia juvenil, su pasado es longevo, su presente muestra la impronta de la diversidad y su futuro quizás resulte sombrío.
Cada historiador o paradigma atribuye su propio certificado de nacimiento a la Psicología, sin embargo con el ánimo de mostrar un esquema didáctico y metafórico, es probable que la disciplina haya nacido hace 70 000 mil años en las cuevas de la costa lejana de Sudáfrica, lugar en donde nuestros antepasados primitivos transitaron de la dimensión estrictamente animal al umbral de lo humano, precisamente cuando herramientas de hueso y piedras talladas de forma muy rudimentaria, parecen mostrarnos evidencia temprana de actividad cultural, gregarismo complejo, pensamiento simbólico y capacidad lingüística (Hensilwood, 2002).
Posteriormente, la Psicología tuvo una larga primera infancia dominada por la confrontación teórica sobre el origen del conocimiento y la construcción de la categoría “psique” como probable objeto de estudio. La hermosa púber “Psicología” permaneció discreta, pero mantuvo un acelerado crecimiento para asomarse con una sonrisa coqueta en el siglo XIX cuando emergió apasionadamente para discutir la esencia humana con influyentes amistades como la biología, la fisiología, la filosofía, la antropología e incluso la física, para trazar una sana independencia de la especulación y ocupar su lugar al lado de tan dignos saberes.
Así pues, la joven se expuso, saltó de sus aposentos y socializo su presencia, se vistió de psicoanálisis, se adornó con ropajes conductistas, se perfumó de cognitivismo, se puso un poco de maquillaje experimental y sombreo su tímida mirada con un ápice de humanismo y, viéndose en el espejo de la Gestalt, llegó hasta nuestros días donde vivimos una crisis epistemológica bastante productiva de enfoques, métodos, técnicas e intereses profesionales. Sin embargo en el cuerpo de la Psicología han irrumpido tatuajes extravagantes que le hacen estar a la moda y tan accesible y banal como nunca.
Aquí y ahora, nuestra atractiva “Psicología” es la perfecta metáfora del adolescente que busca y ensaya su ansiada identidad y termina confundiéndose ante innumerables ofertas en el supermercado del pensamiento “yuppie”, snobista, mágico, dogmático, irracional, pseudocientífico y completamente embustero del new age. Es probable que el sincretismo de la nueva era influya de algún modo en las incertidumbres relativas al objeto de estudio, a la forma en cómo generamos ciencia, en cómo enseñamos y en cómo desarrollamos líneas de investigación en nuestra disciplina, y me parece que algunos de los problemas que vivimos actualmente provienen de un afrontamiento poco decidido sobre la defensa y reivindicación de la Psicología como una ciencia humana con carácter teórico, metodológico e investigativo heterogéneo y creativo.
Si bien la Psicología no está respondiendo a preguntas esenciales de la cognición, la mente y la conducta, y por ello hemos transitado a la filosofía y otros tantos saberes para integrar una indispensable visión fenomenológica; la alternativa desde mi postura no es retornar al mesmerismo, al pensamiento animista y la charlatanería, de tal modo que hoy más que nunca es necesario asegurarse de recibir y proporcionar una formación rigurosa, legitimarse académicamente, generar investigación seria e integrarse a redes de profesionales comprometidos con el avance científico de la disciplina.
A nivel educativo, siempre será más complejo diseñar un proyecto de investigación que «sanar» con las manos; manejar una prueba psicométrica o proyectiva de modo consistente que «alinear» los chakras; enseñar con rigurosidad a estudiantes que “constelar” o «recetar» gotas placebo para sentirse «mejor» con el espíritu. A río revuelto ganancia de pescadores, ya que la dinámica de intrusismo difícilmente se genera en otros ámbitos profesionales como la medicina, la física, la química o las ciencias exactas, se presenta fundamentalmente en el campo de las ciencias de la salud mental, donde los hipócritas pueden moverse conscientes que la mayoría de los usuarios no siempre saben discriminar al profesional de la charlatanería. El problema real es que los “iluminados” venden su mercancía con más audacia y éxito que los auténticos profesionales. Las creencias ciegas y en particular las prácticas new age siempre implican una dosis de irresponsabilidad; quizás por eso a tantos les fascina.
II. EL SUPERMERCADO “NEW AGE” EN LA PSICOLOGÍA
El supermercado “New Age” en la Psicología es una expresión seleccionada intencionalmente para representar la incertidumbre que vivimos los representantes de nuestra profesión frente a la enorme cantidad y dudosa calidad de las actuales ofertas psicológicas que intentan intervenir sobre la cognición y conducta de las personas. Ante esta incertidumbre o motivado precisamente por ella, una increíble cantidad de colegas han acudido a los llamados de ofertas de numerosas organizaciones, institutos, personas o empresas que promueven programas de entrenamiento, sensibilización y/o capacitación para la búsqueda del crecimiento personal y el desarrollo del potencial humano que se “venden” como “integrales”, “holísticas”, “milenarias”, “alternativas”, “breves”, “eficientes” y sobre todo “curativas” que prometen despertar en los participantes sus habilidades en latencia y disfrutar de los néctares de la existencia humana.
Es común, en este tenor esotérico digno de la tendencia ideológica más vomitiva y ácida, la presencia de innumerables propuestas terapéuticas y educativas. Es importante señalar que la descripción que a continuación se presenta es por desgracia parcial, pues cotidianamente florecen expresiones del pensamiento imaginario en la disciplina, sin que organismo o institución representativa del área asuma una postura clara y contundente respecto al intrusismo profesional, a la necesidad de una certificación profesional permanente, a la usurpación de actividades laborales, al abuso terapéutico y al retorno al oscurantismo mental disfrazado de iluminación.
Abundan también, facilitadores con trayectorias curriculares “impresionantes”, con experiencia anecdótica y “existencial” en los lugares más recónditos y místicos del planeta donde su búsqueda finalmente rindió frutos y encontraron su misión vital. En otros casos, se disfrazan usando la infraestructura científica y académica exaltando su linaje espiritual o formación en “Masters, Trainners, Certificaciones o Coaching Empresarial” y en diversas “técnicas”, cuyo grado de novedad es directamente proporcional a la parcialidad de las evidencias con que han sido verificadas por los distintos paradigmas científicos de la disciplina y por la experiencia empírica e investigativa derivada de su aplicación en los escenarios psicológicos reales.
Resulta complejo definir la categoría “New Age” y esfuerzo mayor requiere la tarea de dilucidar su lamentable impacto en la disciplina psicológica, ya que en esencia es un modelo “Frankenstein”. La amalgama de saberes y tradiciones del new age se disemina como la peste mediante sistemas universitarios, centros de bienestar integral, institutos de desarrollo humano o por medios más abiertos como los mass media, redes sociales, páginas web, ferias de la salud, cursos, talleres y entrenamientos de fin de semana, además de un sistema bibliográfico ampliamente disponible hasta en los anaqueles de cualquier supermercado común y corriente. En palabras de Kaminer (2001, p. 48): “La espiritualidad es un producto seductor en un mercado pluralista: por ello lo incluye todo. Comprende prácticas religiosas tradicionales y new age, así como incursiones en la psicología popular y devoción al capitalismo”.
Cabe señalar, que el new age pretende constituirse como el “gurú” de la salud mental, el desarrollo humano y la autoayuda más ramplona. Asimismo, se caracteriza por exaltar elementos emocionales de las personas, combinar una serie de conceptos de naturaleza indigenista, literaria, filosófica, fenomenológica, teológica, psicológica e incluso llega a recuperar constructos de la biología y la física. Aunado a ello, se compone también de postulados de las religiones orientales como el budismo zen y las prácticas meditativas, aunque también incorpora componentes del cristianismo, el chamanismo, la psicología Jungiana y la astrología.
Como casi siempre, cuando se mezclan tantas cosas en una receta, al final no tenemos nada, al menos nada positivo o que realmente sirva para algo. La seducción sectaria del new age es una de las más complejas y bien construidas formas de manipulación narcisista que envuelve a sus adeptos y defensores bajo la dinámica de una avalancha de transformación personal radical y trascendental.
Ahora bien, si analizamos con rigurosidad muchas de las ideas y prácticas de los grupos que pugnan por la “armonía universal” encontraremos que invariablemente presentan rasgos comunes en cuanto a su sectarismo, nula o deficiente formación profesional de sus promotores en la Psicología, un marcado énfasis individualista, un interés económico mercenario de grupos de “profesionales” o sistemas universitarios, una visión pragmatista de lo ontológico y el uso de técnicas de lavado pasivo de cerebro, mismas que terminan por convocar a sujetos vacíos, alienados y sin sentido ante una versión prostituida de nuestro carácter transpersonal. Para el new age, parece haber concluido el tiempo en donde atendíamos pacientes o usuarios, o en el que asesorábamos o formábamos alumnos o aprendices. La sana y necesaria distancia crítica y los límites profesionales y terapéuticos se diluyeron y ahora tenemos creyentes, adeptos, fanáticos y “hermanos de luz”.
El escenario descrito pretende mostrar que la Psicología se encuentra bajo ataque y ello implica que como profesionales, académicos, investigadores y estudiantes en formación estamos viviendo –algunos permitiendo y fomentando- el retorno de los charlatanes y el bombardeo mercadológico sin precedentes de alternativas que bajo la modalidad de intervenciones educativas, terapéuticas y cambio sociocultural subyace la bajeza del fanatismo, la transgresión de límites éticos y el franco cinismo de algunas universidades que enseñan psicología y egresan estudiantes sin desarrollar habilidades de pensamiento crítico para distinguir la utilidad y “conveniencia” de tratamientos falaces en contraste con la diversidad de metodologías científicas de la disciplina.
Por sus implicaciones filosóficas, éticas y disciplinarias, todo psicólogo tendrá cierta tendencia a establecer preferencias por el uso de uno u otro paradigma psicológico. Esta es una libertad de elección profesional, pero ello no significa tergiversar la metodología humanista inherente de la disciplina, abandonar el pensamiento lógico y científico e intercambiarlo por asistir al espectáculo de un renovado mesmerismo. Quizás, y esto solo representa una posibilidad, estas propuestas nacieron del convencimiento de que la Psicología no debe limitarse, sino que debe alcanzar objetivos más profundos y ambiciosos, relacionados con el desarrollo trascendental, no obstante jamás poseerán la respuesta a la naturaleza de la mente humana, lo más que podemos hacer es reconocerla como quien reconoce a un ser querido en la multitud y lo único que podemos hacer es una seña invitando a un acercamiento. «El conocimiento es un saludo no un abrazo…es el reconocimiento de algo ausente» decía el filósofo Santayana (1986).
La necesidad de actualización es impostergable, no obstante el new age maneja una divulgación tendenciosa y a ultranza de ideas psicológicas disfrazadas de ropajes científicos que aprovechan el desconcierto de profesionistas, estudiantes y usuarios en su urgencia por mejorar su salud mental. Es obligado señalar, que el gran acierto del new age ha sido su habilidad mercadológica al presentarse como una corriente de pensamiento integradora, moderada y supuestamente abierta, por lo que la posibilidad de consumo del producto ideológico es susceptible de crecimiento. Sin embargo, ninguna circunstancia justifica la mercadotecnia fraudulenta de estos planteamientos, vendiéndose a los compradores bajo la idea burda que han sido creados sobre bases científicas y con el respaldo de celebridades de nuestro ámbito. Este aspecto es fundamental para las universidades, pues en sus aulas jamás enseñan cómo publicitar nuestro material intelectual, cómo crear espacios, cómo generar una cartera de servicios profesionales y menos aún cómo cobrar nuestros servicios profesionales.
CONCLUSIÓN
Parece ser que la Psicología actual ha abandonado la búsqueda de grandes teorías al estilo clásico de la ciencia y ha entrado en el mundo postmodernista de la aceptación de respuestas parciales u obscuras a muchas de sus preguntas fundamentales, ejemplo de ello todas las aberraciones del new age. Ojalá la mente humana fuera un proceso tan sencillo como para ser intervenido por este tipo de propuestas místicas, esotéricas y fraudulentas. Nadie más parece estar convencido que esto sea posible.
Es importante tener presente este pensamiento. El estudio de la dimensión psicológica no ha de dar recomendaciones certeras para la solución de problemas relativos a la mente, como el estudio de la mecánica genera recomendaciones especiales para el diseño estructural de edificios. Siempre habrá un notable grado de incertidumbre acerca de la efectividad de nuestros conceptos y sus resultados en la práctica. Aquello que finalmente funcione será producto de un entendimiento profundo y concreto de las características específicas de la población a la que atendemos, de un entendimiento igualmente profundo de la capacidad cognitiva de la mente humana en general y de sus manifestaciones biológicas, psicológicas y sociales.
Para tumbar un árbol de tajo, necesitamos arrancar la raíz, no sus hojas. Para limitar el avance del new age en la Psicología necesitamos cuestionar, argumentar y a veces hasta denunciar a los incompetentes que lo venden, y atender de forma eficiente, ética y humanizante a nuestros usuarios. Hubo una época en la que toda la gente aceptó que la tierra era plana. Hubo una época en la que los habitantes de ciertos países creyeron que dando dinero al Vaticano se podían ahorrar días de purgatorio -la famosa venta de indulgencias-. Hubo un tiempo en que el pópulo creyó firmemente que los judíos eran los culpables de la peste negra que azotó Europa durante el medioevo. Hubo un momento en el que las personas creían ciegamente que las sangrías les devolvían la salud al equilibrar los «humores». Hay quienes aún creen en las terapias new age y no alcanzan a comprender que la complejidad del comportamiento humano no puede reducirse a postulados espurios sobre la relación entre cuerpo, mente y espíritu.
Quizás la pregunta final a los sanadores new age y a sus adeptos sería…. ¿Por qué les sorprende el descubrimiento de la verdad de su mermada propuesta? Nadie es más vulnerable a creerse algo falso que aquellos que desean que la mentira sea cierta. Hay psicólogos tan vacíos de conocimiento y práctica que necesitan llenarse con ideas new age. Detrás de cada defensor de cualquier iluminación y conciencia de luz se esconde una personalidad fanática más o menos camuflada. La ignorancia es la mayor fuente de felicidad. Si bien puedes creer en el new age eres muy feliz, pero más ignorante que feliz.
Referencias:
- Ebbinghaus, H. (1913). A contribution to experimental psychology. New York: Teachers College, Columbia University.
- Henshilwood, C y cols. (2002). Emergence of Modern Human Behavior: Middle Stone Age Engravings from South Africa. Science 15, 295, 1278-1280.
- Kaminer, W. (2001). Durmiendo con extraterrestres. El auge del irracionalismo y los peligros de la devoción. Barcelona: Alba.
- Santayana, G. (1986). Persons and Places. Fragments of Autography, Cambridge: The MIT Press.
Héctor Cerezo Huerta: Doctor en Psicología Educativa y del Desarrollo por la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México. Director del Departamento de Psicología y Formación Ética del Tecnológico de Monterrey, Campus Puebla. Profesor-Instructor de Educación Continua de la Facultad de Estudios Superiores de Iztacala, UNAM.
- Correo: [email protected]
- Twitter: @HectorCerezoH
- Blog: http://docenciaydocentes.blogspot.mx