Sandra Isabel Jiménez Mateos *
En Fossanova, en los entonces Estados Pontificios (hoy Italia), el 7 de marzo de 1274 fallece el fraile dominico Tomás de Aquino, santo, teólogo y filósofo italiano, piedra fundamental de la teología católica y de la filosofía escolástica; patrón de todas las escuelas y universidades católicas.
Por la labor que desarrolló se le conoce como el «Doctor Angelicus» o «Doctor Comunis» o «Divus Tomas» o «el Ángel de las escuelas»; piedra fundamental de la teología católica y de la filosofía escolástica, a la cual le dio este nombre por herencia del filósofo griego Aristóteles, al cual estudio y defendió ampliamente; también aporta al capítulo de las ciencias los conocimientos heredados de su maestro San Alberto Magno científico, teólogo y filósofo suabo (originario de Baviera) conocido como el «Doctor Universalis»; y los aportes del médico, jurista y filósofo hispanoárabe Averroes y del médico, filósofo y erudito judío Maimonides.
A todo este bagaje Tomás le da su encuadre filosófico que se revela en la concepción del conocimiento, la idea de realidad, la idea de Naturaleza en su acepción de mundo, cosmos o universo y en la concepción del hombre; temas que producen la revalorización de la ciencia en la Europa cristiana. En la profusión de sus escritos se destaca la: «Suma Teológica».
La elevación a los altares de Santo Tomás de Aquino se da por los numerosos milagros que realizó, así como por la ayuda celestial que imbocan como recibida. La Enciclopedia Católica anota sobre este particular:
“Testimonios de quienes le conocieron en vida o escribieron en el momento de su canonización, demuestran que recibió ayuda celestial. Declaró al P. Reinaldo que había aprendido más en oración y contemplación que de hombres y libros (Prümmer, op. cit., p. 36). Los mismos autores cuentan sobre ciertos misteriosos visitantes que le animaban e iluminaban. Se le apareció la Santísima Virgen para asegurarle que sus escritos eran aceptables ante Dios, y que se le concedería perseverar en su santa vocación. San Pedro y San Pablo vinieron a ayudarle a interpretar un difícil pasaje de Isaías. Cuando su humildad le hizo considerarse indigno del doctorado, un venerable religioso de su orden, (se cree que fue Santo Domingo) se le apareció para animarle y sugerirle el texto de su discurso de apertura (Prümmer op. cit., 29, 37; Tocco en «Acta SS.», VII Mar.; Vaughan, op. cit., , II 91). Ya se han mencionado sus estados de éxtasis. Todos sus biógrafos relatan sus abstracciones en presencia del Rey Luis IX (San Luis) y de distinguidos personajes. De manera que incluso si admitimos un excesivo entusiasmo por parte de sus admiradores, hemos de concluir que su extraordinaria sabiduría no puede atribuirse meramente a causas naturales. Puede decirse que trabajó como si todo dependiera de sus propias fuerzas y oró como si todo dependiera de Dios”
Fue canonizado el dieciocho de julio de 1323 por Juan XXII. San Pío V, el once de abril de 1567, lo declaró Doctor de la Iglesia. León XIII, el cuatro de agosto de 1880, lo proclamó patrón de todas las universidades y escuelas católicas.
La obra escrita de Tomás de Aquino es inmensa y, cuando se tiene en cuenta que murió a los cuarenta y nueve años y había recorrido casi 10.000 kilómetros en viajes a pie se considera una hazaña inigualable. Sus obras más extensas, y generalmente consideradas más importantes y sistemáticas, son sus Sumas: la Summa Theologiae, la Summa contra Gentiles y su Scriptum super Sententias. Aunque el interés y la temática principal siempre es teológico, cuenta también con varios comentarios a obras filosóficas, destacándose, como se ha dicho antes, en Aristóteles con obras filosóficas, polémicas o litúrgicas. A lo largo de la historia se le han atribuido obras espurias, que con el paso del tiempo han dejado de ser consideradas de su autoría.
Biografía y rapto por sus hermanos
Tomás nació en el castillo de Roccasecca, cerca de Aquino, entre 1224-1225, en el seno de una numerosa y noble familia italiana. Su padre, Landolfo, descendiente a su vez de los condes de Aquino, estaba emparentado con el emperador Federico II. Su madre, Teodora, era hija de los condes de Taete y Chieti. Recibió Tomás su primera educación, a partir de los cinco años, en la abadía de Montecasino, de la que era abad su tío, permaneciendo en el monasterio hasta 1239, cuando el emperador Federico II decretó la expulsión de los monjes.
A finales de 1239 se dirigió a la universidad de Nápoles para continuar sus estudios.
Ahí su vocación religiosa se manifiesta en plenitud, por lo que decide tomar los hábitos, sintiéndose atraído por la vida austera e intelectual de los frailes dominicos, que había conocido en un convento de Nápoles, pero su familia, informada por su tutor, se opone. Por consejo de los dominicos decide esperar. En tiempos de la Navidad de 1243 fallece su padre Landolfo. A comienzos de 1244 en el convento dominico de Nápoles, finalmente, ingresa en la Orden de los Predicadores como novicio; su padre espiritual fue el anciano Juan de San-Giuliano.
Al enterarse, a mediados de 1244, su madre Teodora emprende inmediatamente viaje hacia Nápoles, entre lágrimas y quejidos de sus vasallos de Roccasecca (G. Tocco). Tomás es trasladado por sus superiores, que lo envían al convento dominico de Santa Sabina en Roma donde se encontraba el maestro general de la Orden, Juan de Wildeshausen. En Roma, el general decide enviarlo a París para que continúe sus estudios y lo lleva consigo hasta Bologna donde iba a reunirse el capítulo general de la Orden.
La decisión desagrado a su familia, que hubiera preferido que Tomás sucediera a su tío al frente de la abadía de Montecasino. Enterados de que Tomás iría a Bolonia para participar en un capítulo general de la orden, y que posteriormente sería enviado a París para continuar sus estudios, Sus hermanos Aimón, Felipe, Reinaldo y Adenolfo, oficiales del ejército imperial destacado en Toscana, parten, con el visto bueno del Emperador, en su búsqueda. Al llegar el maestro Juan, el novicio Tomás y tres frailes más al paso de Acquapendente, en Toscana, deciden descansar junto a una fuente por el calor de mediados de mayo de 1244, cuando hombres armados dirigidos por el caballero Pedro de la Viña, íntimo del Emperador, los asaltan. Tomás, a pesar de su tamaño, no opone resistencia a sus captores. Pero cuando intentan quitarle el hábito, el gigante novicio no puede ser frenado. Finalmente, deciden dejárselo, y a pesar de las quejas del maestro Juan el Teutónico, lo suben a la fuerza a un caballo y se lo llevan al castillo del Monte San-Giovanni Campano, propiedad mancomunada de la familia Aquino, en cuya torre lo encierran.
Pocos días después, lo llevan a Roccasecca. A sus hermanas se les permite visitar a Tomás para tratar de persuadirlo, pero finalmente son ellas quienes son convencidas de la justicia de la causa de su hermano. Finalmente, los dominicos le hacen llegar a través de ellas los libros que éste les pide: la Biblia, el Brevario, las Sentencias de Pedro Lombardo y la Sofística de Aristóteles. Más aún, su hermana Marotta, la estudiosa de la familia, intenta disuadir a su hermano de seguir la vida del «mendigo» Santo Domingo, pero es Tomás quien la convierte. Marotta decide, entonces, seguir la regla de San Benito en Capua, un tiempo después. Incluso, se le permitió a fray Juan de San-Giuliano visitar a su hijo espiritual a escondidas de su madre.
Tomás aprovecha su encierro de dos años para aprenderse de memoria muchísimas partes de las Sagradas Escrituras y para estudiar muy a fondo el mejor tratado de Teología que había en ese tiempo: las Sentencias de Pedro Lombardo. Además toma contacto con la Lógica y la Metafísica de Aristóteles.
Sus hermanos, de vuelta de Toscana, posiblemente durante el invierno, época en que se desintegraba el ejército y se permitía a los militares volver a su hogar, encuentran que Tomás continúa obstinado. Le ruegan y lo amenazan, pero no logran quitarle la idea de seguir con su vocación. Le hacen jirones el hábito blanco y se burlan para que se avergüence, le quitan sus libros. Finalmente, le envían a una prostituta. La mujer intenta tentarlo. Tomás toma en sus manos una rama encendida del hogar y se lanza contra la mujer, amenazándola con quemarle el rostro si se atreve a acercársele. Ella sale huyendo y Tomás, con la brasa dibuja una cruz en la puerta frente a la cual se arrodilla a rezar. Esa misma noche contempló en sueños unos ángeles que venían a felicitarlo y le traían un cíngulo, en señal de la virtud de la pureza perpetua que le concedía el Señor.
La situación se hace insostenible para los Aquino. Son vasallos del herético emperador y a su vez deben honor al Papa. El maestro general de los predicadores presenta una queja formal a Inocencio IV pidiendo la inmediata liberación del novicio dominico. La vigilancia de sus hermanos se hace mucho más suave, y con ayuda de sus hermanas (y probablemente de su madre) escapa en una canasta donde es rescatado por sus nuevos «hermanos».
El encierro lo utilizó para leer y memorizar la Biblia y las Sententias de Pedro Lombardo, incluso había comentado un apartado de las Refutaciones sofísticas de Aristóteles que eran las referencias para los estudios de la época.
Según dejaron constancia los frailes, había «progresado tanto como si hubiese estado en un studium generale» durante su cautiverio.
Sus hermanos presentan una denuncia al papa Inocencio IV contra los dominicos. El Papa llama a Tomás a Roma para examinar sus razones para ingresar a la orden. Lo despide con su bendición y prohíbe solemnemente que alguien interfiera con la vocación de Tomás.
Una vez liberado se dirigió a París, donde permaneció hasta 1248, como estudiante, ganándose rápidamente la confianza de San Alberto Magno quien se sintió atraído por las grandes posibilidades intelectuales de su discípulo. En 1248 se dirigió a Colonia, con San Alberto, quien iba a fundar una casa de estudios para la orden. Alberto Magno le enseñó la obra de Aristóteles a profundidad, mismas que después ambos habrían de defender
En Colonia permaneció con él hasta 1252, regresando a París para continuar sus estudios, recibiendo su licenciatura (licencia para enseñar en la Facultad de Teología) en 1256, siendo nombrado Magister ese mismo año.
En 1259 se trasladó a Italia, donde permaneció hasta 1268, con el encargo de enseñar teología en la Corte pontificia . A lo largo de estos años residió en varias ciudades italianas, como Anagni, Orvieto, Roma y Viterbo, siendo invitado a dar conferencias en las universidades de Nápoles y Bolonia. En esta época conoce, entre otros personajes ilustres, a Guillermo de Moerbeke, el famoso traductor de las obras de Aristóteles, quien puso a su disposición varias de sus traducciones, entre ellas algunas que se encontraban prohibidas en la época (De Anima, De Sensu et Sensato y De Memoria et Reminiscentia) y que Santo Tomás comentará, junto con otras obras de Aristóteles como la Física y la Metafísica.
En 1268 regresa a París, impartiendo su magisterio hasta 1272, en medio de numerosas polémicas provocadas tanto por los ataques contra y entre las órdenes religiosas, como por las controversias suscitadas por los averroistas latinos, quienes, encabezados por Siger de Brabante, habían copado la facultad de Artes (filosofía) modificando sustancialmente las enseñanzas aristotélicas que San Alberto y el mismo Tomás de Aquino habían introducido en dicha facultad.
Luego de una polémica actividad regresa a Nápoles el año 1272, con el encargo de establecer una casa de estudios (studium generale), donde abandona totalmente su actividad docente y de autor, encontrándose frecuentemente arrebatado por experiencias místicas que le absorben por completo. Permanecerá allí hasta 1274, muriendo el 7 de marzo en el transcurso del viaje iniciado ese año para dirigirse de Nápoles a Lyon, donde iba a celebrarse un concilio convocado por el papa Gregorio X.
- Investigadora de la Universidad Veracruzana en el IIESES