La idea de que nuestras acciones habituales dependan en mayor medida de un aparato electrónico, que establezcamos diariamente conversaciones a través de videoconferencias, y que vivamos en sociedades cada vez más individualistas no es de ahora. Hace algo más de un siglo un escritor llamado Edwar Morgan Foster ya pensó en ello, cuando aún nada de esto existía.
The Machine Stops es la historia distópica de una sociedad donde la gente del futuro vive sola en pequeñas celdas de una vasta colmena llena de ciudades subterráneas repartidas por todo el mundo.
La comida, la ropa y refugio están controlados mundialmente por la venerada Máquina, al igual que la comunicación, que se hace virtualmente. De hecho, según el cuento, “la gente no se tocaba la una a la otra. Esta costumbre había quedado obsoleta”. Asimismo, rara vez se hacen viajes.
Inmersa en este mundo se encuentra Vashti, cuyo hijo Kuno, un rebelde que se escapa de vez en cuando sin permiso al mundo de la superficie, le confiesa estar en contra del sistema impuesto por la omnipotente Máquina.
Poco después, el Aparato de las Reparaciones de la Máquina falla. Kuno sospecha entonces que la Máquina se está rompiendo, y se lo dice a su madre criptográficamente: “La máquina se está parando” (The Machine Stops). Vashi hace caso omiso, pero los errores en el sistema se multiplican. El fin de la Máquina, cada vez más cerca, arrastrará consigo a una humanidad sumida en un apocalipsis de terror, hundimiento y sangre, mucha sangre.
The Machine Stops apareció en el número de noviembre de 1909 de The Oxford and Cambridge Review. Foster no está considerado un escritor de ciencia-ficción, pero la mayoría de sus historias son pura crítica, como a las diferencias de clase y la hipocresía de la sociedad británica de principios de siglo XX.
(SINC)