Paratropis tuxtlensis es una nueva especie de araña descubierta por integrantes del Instituto de Biología (IB) de la UNAM, en la región de Los Tuxtlas, Veracruz. Pertenece a una familia poco común, denominada Paratropididae, de la cual se conocían, hasta ahora, sólo nueve especies distribuidas en Sudamérica y Centroamérica, hasta Panamá. Este hallazgo representa el primer registro de esa familia para Norteamérica.
El pequeño arácnido nunca había sido visto en territorio mexicano; se distingue de otros por su piel rugosa, con una especie de escamas donde se adhieren más fácilmente las partículas del suelo que le brindan el camuflaje perfecto, y por sus ojos, que se ubican en una especie de “torreta”, más arriba que el resto del cuerpo.
Las primeras colectas de arañas pequeñas o inmaduras se hicieron en 2010, como parte de un proyecto de la Colección Nacional de Arácnidos, que resguarda el IB, y de adultas, en 2011. No obstante, fue recientemente que el descubrimiento se dio a conocer en la revista ZooKeys, de acceso abierto para su consulta.
Pequeñas y difíciles de detectar
Las Paratropis tuxtlensis, que toman su nombre científico del sitio donde fueron localizadas, en el Área Natural Protegida de Los Tuxtlas, son arañas pequeñas, que no miden más de cuatro centímetros de la punta de una pata al extremo opuesto.
Por su tamaño y debido a que adhieren partículas del suelo a su cuerpo, son difíciles de detectar. “Si uno no tiene ‘buen ojo’, puede levantar una piedra y no verlas; si la araña no se mueve, no se distingue porque se ve como parte del suelo. Hay que revisar bien para poderlas encontrar”, relató Jorge Mendoza Marroquín, estudiante de doctorado.
Por eso mismo es escaso el conocimiento que se tiene de esa familia, tanto, que de las nueve especies antes conocidas sólo en tres se habían descrito a los machos adultos. “No sabemos cuánto viven, ni cuál es su temporada reproductiva; son animales muy raros”, dijo.
En cuanto a su hábitat, señaló que por haberse encontrado en esa selva veracruzana es de esperarse que esté distribuida en todo el sureste de México, en áreas húmedas, selváticas.
Seguramente tienen depredadores: pueden ser otros arácnidos e insectos, como alacranes que compiten por espacio debajo de las piedras. “Si tomamos en consideración la biología general de las arañas, donde los machos salen a buscar hembras para reproducirse, se podría esperar también que sean parte de la cadena alimenticia de otros animales, incluidos reptiles, como lagartijas, o anfibios, como las ranas”.
Sus movimientos son muy lentos. “Si tomas una y la pones en tu mano, se queda quieta; posiblemente su instinto de supervivencia ante depredadores sea permanecer estática, además de confundirse con el suelo, lo que le ayuda a pasar desapercibida”.
Con seguridad Paratropis tuxtlensis es una especie endémica de la zona, lo anterior si se toma en cuenta que Los Tuxtlas es un área natural protegida muy pequeña, y por el tamaño de las propias arañas, que no les permite moverse grandes distancias.
Glándulas con adhesivo
Para descubrir cómo se camufla, a Francke Ballvé y sus estudiantes, Mendoza Marroquín y Alejandro Valdez Mondragón, se les ocurrió revisar a los ejemplares con fotografía de microscopía electrónica de barrido.
Al ver el detalle, indicó Mendoza Marroquín, “pudimos notar pequeños orificios, a manera de aberturas en la piel, y de algunos de ellos salía un líquido. Deducimos, con base en la distribución de estas estructuras, que se trata de glándulas que deben tener una especie de adhesivo que les ayuda a pegar el sustrato del suelo”. Eso no se había reportado.
Los universitarios también se percataron que aunque el animal quedara fijado en alcohol para su estudio, las partículas de suelo no se caían, seguían fijas a sus cuerpos. De hecho, “para limpiarlos se requiere una aguja de disección o ponerlos en un limpiador sónico para que vibren y las partículas se desprendan”.
Francke Ballvé comentó que el equipo científico tuvo la fortuna de que una de las hembras vivas que llevaron a su laboratorio en el IB pusiera ovisaco “y ya tenemos crías”.
Mendoza las cría; alrededor de dos meses las mantuvo juntas, aunque son depredadores y podrían tener la tendencia a devorarse entre sí. “Resultó interesante observar cómo se toleran”. Durante ese tiempo las alimentó con moscas de la fruta y crías de grillo, que miden dos o tres milímetros, luego las separó.
“Algunas han tenido mayor desarrollo. Hay ejemplares que por sus condiciones fisiológicas son de mayor tamaño que sus hermanas; como en los humanos, debe haber diferencias individuales. Se han alimentado bien y no ha habido problema”.
Contar con las arañas vivas, sostuvo Francke, “nos abre las posibilidades de observar todos los aspectos de comportamiento y alimentación, cuándo y cómo se aparean, cuánto dura el periodo de desarrollo y demás aspectos que se desconocen para toda la familia Paratropididae”.
En términos de la biogeografía, también se abre un panorama importante. La reserva de Los Tuxtlas contiene elementos endémicos relacionados con Sudamérica: “¿cómo llegaron esas arañitas hasta acá, si sabemos que viven debajo de piedras, que son tímidas? Hablamos de patrones de distribución muy antiguos y que son muy relevantes”, abundó.
A ello se suman otros aspectos, como el estudio de su adhesivo líquido, sobre todo porque funciona en condiciones de humedad en altas concentraciones, y así, “aunque haya agua, pega, por lo que podría tener muchas aplicaciones”; de igual manera se analizará su veneno (proyecto a cargo de Lourival Possani, integrante del Instituto de Biotecnología de la UNAM).
Oscar Federico Francke, formador de la próxima generación de aracnólogos para México, estimó que se conoce alrededor del 25 al 30 por ciento de la diversidad de arañas en el país. “Cada vez que vamos a un sitio nuevo en el campo, aparecen especies desconocidas. En la última salida a Huautla, Oaxaca, en una semana trajimos por lo menos 14, cinco de ellas tarántulas, prácticamente una por día. Por eso es importante nuestro trabajo de clasificación y sistemática; hay mucho por hacer”, finalizó.