Por medio de un experimento realizado con estos insectos se determinó que el néctar de las flores las pone a pensar. A pesar del tamaño de su cerebro, las abejas demuestran por qué son consideradas muy inteligentes.

Estudios realizados con insectos han ayudado en la conceptualización de los procesos de aprendizaje y su efecto en el desempeño biológico de los organismos. Considerando su reducido tamaño, su diminuto cerebro y un período de vida relativamente corto, se podría decir que las abejas poseen una inteligencia sorprendente.

A las estructuras del cerebro de las abejas se les ha atribuido la formación de relaciones conceptuales similares a las de los primates. Sin embargo, esto no ha sido comprobado, pues para ello se requiere del registro de la actividad neuronal en el momento en que las abejas ejecutan una tarea de reconocimiento de objetos equivalentes o distintos.

La profesora Marisol Amaya, del Instituto de Ciencias Naturales (ICN) de la U.N. (Universidad Nacional, de Colombia) realizó un estudio inspirada en cómo la arquitectura cognitiva de las abejas responde a la permanente dinámica del paisaje floral, en el que las ofertas pueden cambiar incluso a diferentes horas del día.

“Esto me llevó a diseñar un experimento que simulara las condiciones naturales de la vegetación. Las abejas experimentales -individuos libres- se desplazaron de la colmena al sitio de prueba, de tal forma que no se enteraron de que hacían parte de un estudio, pues no fueron capturadas ni limitadas a respuestas en cámaras de laboratorio”, explicó la investigadora.

Su experimento consistió en crear parches de flores artificiales ofrecidos en diferentes lugares y a distintas horas del día. En la mañana se les brindaba una experiencia de aprendizaje para escoger entre dos tipos de flores, de las cuales, igual que en la naturaleza, disponían de muchas variedades.

Tres escenarios diferentes

La experiencia fue manejada con tres tratamientos. En el primero, los dos tipos florales alternativos ofrecían la misma recompensa, lo que permitió registrar la respuesta inicial de la abeja a las condiciones de partida.

En el segundo, uno de los tipos florales fue manipulado para hacerlo económicamente más valioso (por ejemplo, utilizando un néctar más concentrado en las flores). En esta etapa se percibió la conducta individual frente a las nuevas condiciones. Finalmente, se registró si hubo aprendizaje por alguno de los tipos florales.

Los resultados mostraron que estos insectos sí transfieren información previamente aprendida cuando se enfrentan a una situación nueva.

“Durante las observaciones en los parches de flores, en la tarde, teníamos abejas control que nunca habían sido expuestas a la experiencia de aprendizaje en la mañana y otras que sí habían participado”, señaló la profesora.

La respuesta en torno al uso individual de información para la toma de decisiones fue clarísima, pues aunque todo el grupo accedió al parche por reconocimiento como una fuente de néctar disponible, cada una lo explotó con información basada en su vivencia particular.

Las que habían sido expuestas a la experiencia mostraron una preferencia del 90 % al 100 % por el color aprendido en la mañana, mientras que las abejas control explotaron indistintamente los dos tipos de flores del parche de la tarde, pues no tenían conocimiento previo.

Esto demuestra que usan sus cerebros para explotar el alimento y no solo para captar la información de las abejas exploradoras sobre sitios de alimentación.

Los comentarios están cerrados.