La fiebre amarilla podría extinguir a los monos carayá rojo de Argentina.


Ilaria Agostini/CONICET/DICYT El mono carayá rojo, o aullador rojo (Alouatta guariba) es la especie de primate más amenazada de Argentina. Se encuentra en peligro crítico de extinción según la Sociedad Argentina para el Estudio de los Mamíferos. Habita solamente en Misiones donde tiene una distribución reducida y densidades extremadamente bajas. Además de los desmontes, una de las amenazas más importante para los monos carayá son las epidemias de fiebre amarilla, una enfermedad causada por un virus que es transmitido por mosquitos.

El carayá rojo son primates sensibles a la fiebre amarilla y no constituyen un reservorio del virus sino que actúan como centinelas de la enfermedad para la salud pública. Esto implica que sus masivas mortandades proporcionan una alerta temprana para las autoridades de salud advirtiendo la necesidad de vacunar a la población humana. Como centinelas, los carayás ayudan a proteger a la gente que vive en las áreas donde el virus está circulando, deteniendo también la propagación del mismo.

Durante el Primer Taller de Conservación del Mono Carayá Rojo que se llevó a cabo en Argentina en el año 2013, un grupo de profesionales a través de simulaciones con programas que analizan posibles escenarios futuros para la población demostró que brotes recurrentes de fiebre amarilla podrían llevar a los carayá rojos a desaparecer rápidamente de nuestro país. Para la pequeña población de carayá rojo de Misiones, la fiebre amarilla es la principal amenaza de extinción.

El último brote epidémico de fiebre amarilla que afectó la provincia de Misiones fue detectado por científicas del Instituto de Biología Subtropical (IBS, CONICET – UNaM), que desarrollaron un estudio de la ecología de los monos carayá en el Parque Provincial El Piñalito de Misiones entre 2005 y 2008. Todos los individuos de los grupos bajo estudio murieron durante la epidemia y la población de carayá rojo de Misiones fue casi extirpada.

Actualmente, a siete años desde esa epidemia – que es el lapso de tiempo que suele transcurrir entre dos brotes consecutivos-, la amenaza de una nueva epidemia de fiebre amarilla puede estar próxima. A mediados de 2013 comenzaron a morir primates en el estado de Tocantins, Brasil, donde el diagnóstico de fiebre amarilla ya fue confirmado por el Ministerio de Salud de ese país. Desde ahí, así como aconteció en el 2008, el virus podría propagarse hacia el sur llegando hasta nuestra región en los próximos meses. Por eso, aunque la situación todavía no sea de emergencia, todos los sectores involucrados tienen que estar particularmente alerta.

Desde diferentes instituciones, como ser el Instituto de Biología Subtropical (IBS), la Asociación Civil Centro de Investigaciones del Bosque Atlántico (CeIBA), el Instituto Nacional de Medicina Tropical (INMeT) y la Estación Biológica de Corrientes (EBCO, MACN BR – CONICET), biólogos, veterinarios y epidemiólogos están trabajando en definir estrategias para implementar un sistema de vigilancia activa en toda la región nordeste del país.

Entre las líneas prioritarias identificadas, los expertos pertenecientes a estas instituciones recalcaron la importancia de llevar a cabo un monitoreo de los mosquitos vectores de la enfermedad y el aislamiento del virus de la fiebre amarilla en Misiones. También es importante alertar a los pobladores rurales, guardaparques e investigadores para detectar la mortandad de monos en las áreas protegidas y en otras áreas con selva.

A su vez, es necesario difundir entre los guardaparques e investigadores un protocolo y un breve entrenamiento sobre cómo actuar en el caso de hallazgo de un mono muerto y difundir material informativo sobre los monos carayá y sobre la fiebre amarilla en las áreas rurales. La implementación de estas acciones, con el apoyo de las autoridades correspondientes de salud pública y áreas protegidas servirá para tener una red de vigilancia efectiva que facilite la detección temprana de futuros brotes de fiebre amarilla en el nordeste de Argentina.

Proteger la última población de carayá rojo es importante no solamente para la conservación de la especie, sino también para proteger la salud de la gente. Ante cualquier caso de mortandad de monos sospechado o confirmado, cualquier persona debe reportarla ante las autoridades de salud pública o el Ministerio de Ecología y Recursos Naturales Renovables de Misiones.

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