La nave Rosetta está descubriendo un cometa con una superficie llena de peculiaridades, y muchos procesos en marcha. Empieza a dibujarse así el complejo escenario de la evolución del cometa.
La cámara OSIRIS ha cubierto hasta ahora el 70% de la superficie. Hasta ahora los científicos han identificado 19 regiones claramente delimitadas, que han sido bautizadas con nombres de dioses egipcios -y clasificadas según el tipo de terreno que predomina en cada una-.
Se han determinado, en concreto, cinco clases de superficies: cubiertas de polvo; de materiales frágiles con huecos y estructuras circulares; grandes depresiones; terrenos homogéneos o suaves; y de tipo rocoso.
Gran parte del hemisferio Norte está cubierto de polvo. A medida que se calienta el hielo del cometa se convierte en gas, y da lugar a la atmósfera, o coma. El gas arrastra al polvo -a menor velocidad-; las partículas que no viajan lo bastante rápido como para vencer la fuerza de gravedad del cometa caen de nuevo a la superficie.
Ha sido identificado el origen de algunos de estos chorros de gas y polvo del cometa. Muchos de ellos proceden de la regiónsuavedel cuello, pero también se ha visto que algunos salen de agujeros en la superficie.
Se ha observado que los gases que escapan de la superficie contribuyen a desplazar el polvo por la superficie, formando ondas al estilo de dunas y cantos rodados con ‘cola’ creada por el viento -las piedras obstaculizan el flujo del gas, de forma que tras ellas se deposita el material-.
La cubierta de polvo del cometa podría tener varios metros de grosor en algunas zonas. Las medidas de la temperatura en la superficie y bajo ella, con el intrumento MIRO, sugieren que el polvo juega un papel clave a la hora de mantener aislado el interior del cometa, lo que ayuda a preservar el hielo que se cree que existe bajo la superficie.
En la superficie puede haber también pequeñas manchas de hielo. El espectrómetro VIRTIS revela una superficie de composición muy homogénea, en la que dominan el polvo y las moléculas ricas en carbono, y con escaso hielo. Aún así es probable que las pequeñas áreas brillantes que se aprecian en algunas imágenes sean ricas en hielo.
En cuanto a las paredes de los acantilados, están llenas de fracturas orientadas aleatoriamente. Su formación se asocia a los rápidos ciclos de calentamiento y enfriamiento que se experimentan a lo largo del día de 12.4 horas del cometa, y durante su órbita elíptica, de 6,5 años, alrededor del Sol. Un rasgo llamativo, y misterioso, es una grieta de 500 metros de longitud que corre paralela al cuello entre los dos lóbulos; aún no se sabe si resulta del estrés en el terreno.
En algunas zonas de pendiente muy acusada en las paredes de los acantilados se llega a distinguir detalles de tres metros, y se aprecia un tipo de textura que ha sido apodada piel de gallina. Aún se desconoce su formación.
A medida que el cometa se acerque al Sol -el máximo acercamiento se producirá el 13 de agosto, a 186 millones de kilómetros- los instrumentos de Rosetta se concentrarán también en la vigilar cómo evoluciona la actividad del cometa.
Durante los últimos seis meses los instrumentos de Rosetta han revelado que el ritmo de producción de vapor de agua del cometa ha aumentado, de 0.3 litros por segundo a principios de julio de 2014 a 1.2 litros por segundo a finales de agosto.
Junto al agua se emiten también otras especies moleculares, inluyendo monóxido y dióxido de carbono. El instrumento ROSINA está detectando grandes variaciones en la composición de la coma.
Combinando las medidas de varios instrumentos entre julio y septiembre los científicos han hecho la primera estimación de la proporción de polvo y gas del cometa: de media, y por ahora, la superficie iluminada por el sol emite cuatro veces más masa en forma de polvo que en forma de gas.
“Rosetta está viviendo con el cometa a media que se acerca al Sol, descubriendo cómo cambia su comportamiento día a día y, más a largo plazo, cómo aumenta su actividad, cómo evoluciona su superficie y cómo interactúa con el viento solar”, dice Matt Taylor, jefe científico de Rosetta, de la ESA.
“En los pocos meses que llevamos junto al cometa ya hemos aprendido mucho. A medida que lleguen más y más datos esperamos responder muchas cuestiones clave sobre su origen y evolución”.