Beatriz de Vera, SINC
Todo lo que sube, baja, y viceversa. Esto, que podría ser una ley apócrifa de la economía, es el dibujo que trazan las fluctuaciones de bitcóin (BTC), la criptomoneda cuya unidad se llegó a vender a más de mil euros a principios de 2014. El día que se escribe este artículo, sin embargo, su precio por unidad es de 210,42 euros, por lo que parece que se recupera de los escasos 166 con los que comenzó el año.
Hablar de ella está de moda, pero la moneda electrónica lleva con nosotros desde 2009, año en el que Satoshi Nakamoto –probablemente, el seudónimo de un grupo de informáticos– creó el Protocolo Bitcoin, el algoritmo que sustenta la moneda y permite las transacciones económicas por internet sin mediadores.
Cuando dos personas interactúan con bitcoines, el comprador traspasa al vendedor un archivo encriptado y las claves para desencriptarlo. Este archivo es el fragmento de moneda que corresponde al valor de la compra –por ejemplo, 0,1 BTC equivaldría hoy a 21,04 euros–. Las monedas pueden ser guardadas en cualquier ordenador o monedero bitcóin, que es, en esencia, una dirección electrónica para recibir y transferir criptomonedas.
No es dinero
“El bitcóin no es dinero”, aclara a Sinc Pablo Fernández Burgueño, abogado en ejercicio y experto en aspectos legales de la criptomoneda en España. Para este experto, comprar con este sistema tiene más en común con un trueque que con una transacción monetaria. “Es una ‘cosa’, en el sentido jurídico de la palabra. Cuando un cliente paga en bitcoines no realiza una transmisión de dinero fiduciario, ni de dinero electrónico, ni de cupones, sino de soluciones únicas a algoritmos matemáticos que responden al protocolo bitcoin”
Se pueden conseguir bitcoines en el mercado de compraventa de la moneda, o mediante un proceso de ‘minería’. En este caso, el minero es un ordenador que trabaja a destajo para descifrar bitcoines recién creados. Quien los encuentre, se los queda. El algoritmo lleva escrito, a modo de profecía, que el día que se llegue a 21 millones de monedas su producción parará.
El precio queda marcado por la oferta y la demanda. Podría decirse que las fluctuaciones de su valor responden al ejemplo más puro de la ley maestra del capitalismo, porque dependen, en exclusiva, de lo que los usuarios quieran pagar por esta moneda, sin ningún tipo de regulación. Esto provoca que invertir en bitcoines no esté, en absoluto, exento de riesgo.
Mucha matemática
Las matemáticas que subyacen detrás de esta moneda están pensadas para prevenir muchos de estos peligros, pero hay otros que no dependen de ellas. Estas fluctuaciones que colocaron al bitcóin en lo más alto de la montaña rusa lo han dejado recuperándose de una caída escandalosa. Lo último que contribuyó a pinchar la burbuja fue el cierre de la plataforma japonesa de intercambio de bitcoines MtGox, el pasado mes de enero. El dinero perdido por el cierre se calcula en unos 350 millones de euros.
Momentos de euforia y depresión se viven en cualquier mercado. El problema añadido es que esta moneda pertenece a un sistema descentralizado y no está respaldada por ningún valor, como el oro o el petróleo; ni por el banco nacional de ningún Estado, como las monedas de curso legal, lo que podría amortiguar su caída.
Pero la trascendencia del bitcóin va mucho más allá de los mercados. Para Félix Moreno de la Cova, economista y miembro de la Bitcoin Foundation, es la base de un nueva concepción de la propiedad intelectual. “Las transacciones económicas suponen solo la mínima parte de lo que su tecnología permite. El algoritmo da la solución tecnológica a las distribuidoras de productos digitales”.
Especulación y riesgos
Para Pablo Uslé Presmanes, experto en aspectos legales del bitcóin y abogado de Abanlex, que acepta el pago con esta moneda, “además, permite registrar obras de propiedad intelectual, constituir sociedades o utilizarse como medio de envío de información”.
Lo primero que uno puede pensar sobre esta moneda intangible es que se trata de un terreno fértil para la especulación. El problema es que su inestabilidad crea temores en usuarios, especuladores y bancos. Según De la Cova, al menos por ahora, las ventajas superan a los inconvenientes. “Los bancos también son clientes de Visa y de Mastercard, y les interesa ser clientes de bitcóin. Puede que cuando esta forma de pago se generalice, su naturaleza descentralizada se contraponga a los intereses de la banca; pero, a corto plazo, les ahorra mucho dinero”.
Sin embargo, desde la Unión Europea se hacen eco de los temores. La Autoridad Bancaria Europea (EBA, por sus siglas en inglés), ha elaborado un documento en el que analiza los efectos en el mercado de la moneda virtual. Al calor de las recomendaciones, la formación política UPyD ha presentado una proposición no de ley en el Congreso de los Diputados en la que aboga por una regulación estatal del mercado del bitcóin.
Algo con lo que también hay que contar, según Uslé, son los fallos informáticos, frente a los que los usuarios están desprotegidos. “Esto genera una inseguridad que disminuye necesariamente el valor del bitcóin, con lo que se pueden perder grandes cantidades de dinero”.
Todavía no existe ninguna regulación internacional que sirva para minimizar los riesgos de este mercado. “Crear una normativa que lo regulase de forma específica sería ideal. Sin embargo, no es algo que esté a la vuelta de la esquina” añade.
La inseguridad frente a robos
Uno de los riesgos de los que advierten ambos organismos es la inseguridad frente a robos. La EBA considera que la falta de regulación de las plataformas de intercambio los hace vulnerables a ataques criminales. También indica que, pese que se conocen pocos casos, pueden producirse robos a monederos de usuarios particulares. El pago con monedas virtuales “no está acogido a los protocolos de seguridad o reembolso”.
Sin embargo, para Alberto Gómez Toribio, creador de Coinffeine, primera empresa en constituirse íntegramente con el bitcóin, “lo cierto es que en muchos casos los monederos ofrecen medidas de seguridad que superan a las ofrecidas por la banca on line”. Para el experto, darle demasiada repercusión a hechos aislados puede afectar a la usabilidad de la moneda.
La volatilidad de la moneda
El factor de riesgo más evidente es el de su volatilidad. No se espera que se mantenga estable una moneda cuyo valor depende de lo que los usuarios quieran pagar por ella.
«Si compras una unidad por 900 euros y, pasado un tiempo, alguien quiere comprártelo por 1.900, habrás ganado mil euros. Sin embargo, si nadie se interesa, tendrás un activo con valor igual a 0 y habrás perdido 900 euros», explica Fernández Burgueño en su blog divulgativo.
Para que su valor se estabilizara, según el abogado Uslé, sería necesario que los diferentes estados afrontaran su regulación y que se produjera una democratización en su uso; es decir, que una cantidad importante de compañías, pequeños comercios y proveedores comenzara a utilizarlos.
Corrupción y blanqueo de dinero
La corrupción es otro de los riesgos inquietantes de la criptomoneda. El organismo europeo muestra preocupación sobre el hecho de que un medio de pago descentralizado sirva para financiar actividades ilegales.
Pero los expertos aseguran que lo habitual para adquirir cantidades de bitcoines mayores de 300€ es acudir a una empresa de exchange como Coinbase, Kraken o Bitstamp, y no hacerlo entre particulares, lo que no le deja un margen tan amplio a la corrupción.
Las operaciones con bitcoines dejan un rastro imborrable. Pese a que los datos personales no son requisito, las grandes operaciones sospechosas de corrupción pueden rastrearse, lo que, según Gómez Toribio, supone un difícil reto técnico.
“Aunque es cierto que no se puede evitar que se transmitan bitcoines de persona a persona, las transacciones son públicas y no existe el secreto bancario, por lo que en muchos casos es posible llegar a identificar a quien transfiere el dinero”. De hecho, según la página web bitcoin.org, “proteger su privacidad con bitcoines requiere cierto esfuerzo”.
Con ningún método anterior era posible enviar dinero a una cuenta de Twitter, como quien presta un billete a un amigo. “El bitcóin existe porque necesitamos algo similar al dinero en efectivo en internet”, asegura Gómez Toribio.
Modelo fiscal
Por último, su naturaleza provoca indeterminaciones en el modo en el que debería tributar. Pablo Uslé considera que organismos como la Agencia Tributaria deberían responder. “Pero han decido guardar silencio, lo que incide decisivamente en que muchas empresas estén optando por constituirse como sociedad en otros estados”.
Según la experiencia del creador de la primera empresa constituida en esta moneda, Gómez Toribio, el pago no está exento de impuestos, y las empresas que facturan en bitcóin lo hacen como lo harían con cualquier otro bien físico. Su compañía Coinffeine es una aplicación que pone en contacto a usuarios para comprar o vender bienes digitales.
Pero aún el bitcóin no es una moneda oficial. Por ello, en bitcoin.org advierten: “Es su responsabilidad asegurarse de aplicar los impuestos y otras regulaciones publicadas por su gobierno o municipio”.
Parece que el futuro de este mercado creado a partir de un algoritmo matemático pasa por que desde los distintos organismos se alcance un acuerdo sobre su regulación. “Su éxito dependerá de la confianza que los usuarios pongan en él. Es necesario promover la creación de una oficina para la gestión de las consultas sobre el bitcóin”, señala Uslé.
El experto reconoce que para que triunfe, tiene que haber más conocimiento por el público general, y se muestra escéptico con la idea de que algún día se considere un bien tan común como el dinero; pero afirma que, si no llega a suceder, “el bitcóin habría sido un experimento muy valioso para extraer conclusiones sobre cómo debería funcionar una moneda descentralizada”.
Serrano, la calle bitcóin más larga de Europa
En España el bitcóin camina despacio, pero seguro. La calle Serrano de Madrid ya no es solo la más cara de la capital. Desde finales de 2014 es la ‘calle bitcóin’ más larga de Europa. Unos 50 establecimientos, entre tiendas de lujo como Louis Vouitton y Agatha Ruiz de la Prada, cafeterías y tiendas de alimentación, aceptan el pago con la criptomoneda. En esta calle se encuentra, además, un cajero bitcóin, que convierte inmediatamente un billete de euros en su equivalente en bitcóins.
El experimento, que aún no goza de un éxito rotundo, provoca el escepticismo en los empresarios. Para Óscar Materán, empleado de la tienda de golosinas OnlyUSA y que dice estar ilusionado con este cambio, el mayor problema son “las fluctuaciones de la moneda, mucho mayores ahora que la demanda aún es muy irregular”.
Sin embargo, Félix Moreno de la Cova, uno de los impulsores de la iniciativa, se muestra optimista: “Hay unas 110.000 transacciones al día. Se estima que el próximo año haya 1 o 2 millones”. Aunque aún no se note a pie de calle, el mercado está creciendo.