El llanto convertido en río- CIALE

El llanto convertido en río- CIALE


Manuel Martínez Morales

 

¿Qué pasa cuando el hombre es obligado a desandar

el camino de la bestia? ¿Qué sucede cuando en las fronteras

de su infortunio, devuelto a su terror de carnicero acosado,

el hombre debe escoger entre volver a ser animal

o encontrar la chispa de una grandeza?…

Fortunato tenía razón: retroceder allí era lastimar las nubes con el culo.

M. Scorza, en Redoble por Rancas.

 

-¡No te asustes Mané!- le advirtió Malacates, si acaso ves tres réplicas de Malaquías sirviéndote el triple de lo que pediste, no pasa nada, sufres de un trastorno llamado poliopía que consiste en ver objetos duplicados o multiplicados. Una simple alucinación pasajera.

Mané entonces recuerda la vez que, viendo televisión tranquilamente recostado en su cama, vio una frondosa palmera en medio de su recámara, justo al lado de la tele. No le causó temor, sino asombro, pues estaba totalmente consciente de que no era real, sino una simple alucinación, ya que había leído en algún libro de Oliver Sacks que ver películas en televisión puede llevar a perseveraciones alucinatorias. O bien pudiera ser que su obsesión por entender la física cuántica, o su gusto por la poesía y la literatura fantástica también fueran causantes de sus alucinaciones.

Por ejemplo mucho influyeron en él escritores como Manuel Scorza, quien en su obra, iguala y puede que supere a los consagrados exponentes del “realismo mágico”. Y es posible –aunque no estoy cierto de ello- que sus novelas Redoble por Rancas e Historia de Garabombo el invisible, antecedan en su publicación a Cien años de soledad. Pero Scorza, a diferencia de García Márquez y otros, no escribe acerca de los ríos subterráneos que alientan la vida de los pueblos americanos primigenios, sino que escribe desde la entraña misma, desde el dolor y las alegrías de estos pueblos que dan vida a los mitos con los que han resistido, y resisten, ante los embates de la modernización y el neoliberalismo. Testigo y protagonista de la historia viva del Perú, la poesía de Manuel Scorza alcanza alturas imprevisibles:

 

Mientras alguien padezca,

la rosa no podrá ser bella;

mientras alguien mire el pan con envidia,

el trigo no podrá dormir;

mientras llueva sobre el pecho de los mendigos,

mi corazón no sonreirá.

 

Matad la tristeza, poetas.

Matemos a la tristeza con un palo.

No digáis el romance de los lirios.

Hay cosas más altas

que llorar amores perdidos:

el rumor de un pueblo que despierta

¡es más bello que el rocío!

El metal resplandeciente de su cólera

¡es más bello que la espuma!

(Epístola a los poetas que vendrán)

 

           Cómo no alucinar con las aventuras y desventuras de Garabombo:

“Su cuerpo se estremeció sacudido por un sollozo. Se sospechó que las lágrimas lo surcaban en la oscuridad.

-Son los ríos –gritó. ¡Son los ríos enterrados que salen por mis ojos! Porque cuando los blancos llegaron, los ríos se escondieron. Y dicho está que antes que nos liberemos toda el agua guardada saldrá por nuestros ojos. Cuatrocientos años han vivido en las tinieblas. Pero el castigo acaba. Nuestros abuelos eran crueles: pisoteaban las naciones. Nuestras abuelas ingresaban a los pueblos derrotados soplando en los pulmones de los vencidos. Pariacaca, el que nació de cinco huevos, ordenó que padeciéramos pero el castigo acaba. ¡Que salga el agua!

-¡Llora Garabombo! –exclamó Cayetano -. ¡Que el agua te limpie!

Pero se recuperó y se rió. ¡Su carcajada resonó invencible y poderosa!”

(Historia de Garabombo el invisible)

 

Yo atravesé negras gargantas,

crucé calles de pobreza,

América, te conozco,

yo mismo tendí la cama

donde expiró mi vida vacía.

 

¡Amargas tierras,

patrias de ceniza,

no me entra el corazón en traje de paloma!

¡Cuando veo la cara de este pueblo

hasta la vida me queda grande!

 

¡Pobre América!

En vano los poetas

deshojan ruiseñores.

No verán tu rostro mientras no se atrevan

a llamarte por tu nombre, ¡América mendiga,

América de los encarcelados,

América de los perseguidos,

América de los parientes pobres!

¡Nadie te verá si no deshacen

este nudo que tengo en la garganta!

 

En tanto Mané toma la triple bebida servida por el cantinero, las alucinaciones siguen su curso normal sin alterarle el ánimo. Lo cual le produce cierta alegría.

Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.

 

 

 

 

 

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