Nuestra galaxia, la Vía Láctea, hace burbujas. Dos de ellas, tienen juntas 50,000 años luz -cada una, 25,000 años luz de altura-.
Se extienden por encima y por debajo del disco de la galaxia, como las dos mitades de un reloj de arena. No se pueden ver a simple vista, porque solo se hacen evidentes con la luz de rayos gamma, la luz de mayor energía en el universo.
De hecho, la ciencia terrestre ni siquiera había detectado estas estructuras gigantescas, justo en el medio de nuestra galaxia, hasta el 2010.
Los científicos las encontraron cuando analizaron los primeros dos años de datos del Telescopio Espacial de rayos gamma Fermi, de la NASA. Las llamaron “Burbujas de Fermi” y descubrieron que, además de ser muy grandes y extendidas, parecen tener bordes bien definidos.
Las «Burbujas de Fermi» fueron presentadas el 10 de noviembre de 2010. En esa ocasión Doug Finkbeiner, un astrónomo del Centro Harvard-Smithsonian para Astrofísica en Cambridge (Massachusetts, EE UU), que fue el primero en reconocerlas, dijo: «Lo que vemos son dos burbujas que emiten rayos gamma y que se extienden a 25.000 años luz hacia el norte y el sur del centro de la galaxia».
Las estructuras se extienden por más de la mitad del cielo visible, desde la constelación de Virgo hasta la constelación de La Grulla, y puede tener millones de años de antigüedad. Un artículo con los resultados del estudio ha sido aceptado para su publicación en The Astrophysical Journal.
Las «Burbujas de Fermi» se pudieron ver hasta el 2010 porque el cielo está lleno de una niebla de otros rayos gamma que pueden oscurecer nuestra vista. Esta niebla se crea cuando las partículas que se mueven cerca de la velocidad de la luz chocan con el gas, el polvo y la luz en la Vía Láctea. Estas colisiones producen rayos gamma, y los científicos tuvieron que eliminar la niebla para descubrir las burbujas.
La forma de las burbujas y la luz que emiten llevaron a los científicos a pensar que fueron creados por una rápida liberación de energía.
Una posible explicación es que podrían ser restos de la última gran comida que tuvo el agujero negro supermasivo en el centro de nuestra galaxia. Este monstruo es más de 4 millones de veces la masa de nuestro propio sol. Los científicos creen que pudo haber absorbido una gran nube de hidrógeno hace entre 6 y 9 millones de años y luego escupió chorros de gas caliente que vemos en los rayos gamma y los rayos X.
Otra posible explicación es que las burbujas podrían ser los restos de formación estelar. Hay enormes cúmulos de estrellas en el centro de la Vía Láctea; a veces las estrellas están tan cerca que son un millón de veces más densas que en el suburbio exterior de la galaxia donde vivimos. Si hubo una explosión de formación de estrellas en esta área hace unos millones de años, podría haber creado la oleada de gas necesaria para, a su vez, crear las burbujas de Fermi.
El descubrimiento se realizó all analizar los datos accesibles al público provenientes del telescopio Fermi de Gran Alcance (LAT, por sus siglas en inglés), el más sensible y con mayor resolución de rayos gama lanzado en 2008 por la NASA.