El Museo Thyssen‐Bornemisza presenta este verano Alma‐Tadema y la pintura victoriana en la Colección Pérez Simón, una exposición que incluye a algunos de los artistas más emblemáticos de la pintura inglesa del siglo XIX. Lawrence Alma‐Tadema, Frederic Leighton, Edward Coley Burne‐Jones, Albert J. Moore o John William Waterhouse cultivaron en sus obras valores que habían heredado en parte de los prerrafaelitas y que ofrecían un fuerte contraste con las actitudes moralistas de la época: la vuelta a la Antigüedad clásica, el culto a la belleza femenina y la búsqueda de la armonía visual, todo ello ambientado en decorados suntuosos y con frecuentes referencias a temas medievales, griegos y romanos. La muestra, comisariada por Véronique Gerard‐Powell, profesora honoraria de la Université Paris‐Sorbonne, presenta cincuenta obras pertenecientes a la Colección Pérez Simón, asentada en México, una de las más importantes del mundo en pintura victoriana, y que ya se ha presentado previamente en París y Roma antes de llegar a Madrid, desde donde viajará también a Londres.
Juan Antonio Pérez Simón ha mostrado en los últimos treinta años un interés especial por la pintura británica realizada bajo los reinados de la reina Victoria (1837‐1901) y de su hijo Eduardo (1901‐1910), una etapa que, a pesar de haber gozado de éxito y reconocimiento en la época, ha sido ignorada por museos y coleccionistas durante casi un siglo. En su ecléctica colección constituye sin embargo uno de los ejes principales, con obras emblemáticas como Muchachas griegas recogiendo guijarros a la orilla del mar, de Leighton; El Cuarteto. Tributo del pintor al arte de la música, de Moore; Andrómeda, de Poynter; La bola de cristal, de Waterhouse, o Las rosas de Heliogábalo, de Alma‐Tadema; artista, este último, ampliamente representado tanto en la exposición, con un total de trece obras, como en la colección.
El periodo cronológico que abarca la muestra comienza en 1860, con la disolución de la Fraternidad Prerrafaelita, y termina cincuenta años después, con el inicio de la Primera Guerra Mundial, que cambió drásticamente el gusto de los británicos. Las obras se presentarán en las salas organizadas en torno a seis capítulos temáticos: Eclecticismo de una época; Belleza ideal, belleza clásica; Alma‐ Tadema, entre reconstrucción histórica y ensueño; El rostro, espejo de la belleza; Del prerrafaelismo al simbolismo y Entre tradición y modernidad.
En la década de 1860, el prerrafaelismo se había diluido mientras se imponía un amplio movimiento cultural y artístico conocido en Gran Bretaña como el Aesthetic Movement (movimiento estético). Los pintores vuelven la vista hacia los maestros antiguos; sus obras se inspiran en la cultura clásica grecorromana y en las leyendas medievales de temática artúrica que la poesía contemporánea había puesto otra vez de actualidad, y todas tienen en común la celebración de la belleza femenina, representada según los cánones clásicos.
La mujer se convierte en protagonista absoluta de sus pinturas. Son mujeres pensativas, enamoradas, soñadoras, bondadosas, lascivas o malvadas, que se transforman en heroínas de la Antigüedad o del Medievo. Este culto a la mujer conduce hacia el onirismo y la magia del movimiento simbolista que en esta época se desarrolla en Europa. Entornos naturales o majestuosos palacios sirven de decorado para situar unas escenas que sugieren en su mayoría ambientes imaginarios y el cuerpo femenino se muestra evocando el placer sensual, el deseo o el misterio.
La Royal Academy, nuevas galerías, marchantes y coleccionistas
La selección de obras que muestra la exposición permitirá a los visitantes descubrir cómo el arte británico del siglo XIX siguió un modelo diferente al del resto de Europa. Londres era entonces una destacada capital cultural en la que la creciente actividad de coleccionistas y marchantes animaba el mercado del arte. Entre 1860 y 1880 se vivió un auténtico renacimiento, cuando los artistas empezaron a reflexionar sobre su propia práctica artística.
En esta época, la Royal Academy de Londres se encontraba en un momento de apogeo, dirigida primero por Frederic Leighton (1878‐1896), brevemente por John Everett Millais y finalmente por Edward John Poynter (1896‐1917). Celebraba dos exposiciones al año, una en verano y otra en invierno. Para la primera, un comité seleccionaba las obras presentadas por los artistas, que tenían la oportunidad de mostrar sus creaciones más recientes y promocionarse profesionalmente; la segunda se organizaba con obras prestadas directamente por sus propietarios.
Frente a la hegemonía de la Royal Academy y a su sistema de selección de obras, basado en supuestos más conservadores, se produjeron varios intentos de apertura encabezados por artistas más individualistas, como Whistler y Burne‐Jones, que, descontentos con la postura de la organización hacia las nuevas tendencias pictóricas, encontraron en los nuevos espacios expositivos abiertos en Londres un lugar para mostrar sus obras. Es el caso de la Grosvenor Gallery y de su sucesora, la New Gallery, donde pudieron exponer Burne‐Jones, Strudwick, Poynter y el propio Leighton, entre otros.
Además, hubo incluso artistas que presentaban sus cuadros tanto en la Academia como en las nuevas galerías, entre ellos Alma‐Tadema, Millais y Moore, gracias a que Leighton facilitó la participación de los seguidores del esteticismo puro en las exposiciones de la Academia.
La segunda mitad del siglo XIX estuvo marcada también por la instalación de marchantes en Londres que, a su vez, abrían sucursales en Liverpool, Manchester, Birmingham y otras ciudades de provincia, para ejercer de intermediarios entre los vendedores londinenses y los clientes del norte de Inglaterra.
Aunque el mercado del arte se centraba en gran medida en Londres, muchas de las obras que forman parte ahora de la Colección Pérez Simón estuvieron en manos de empresarios y hombres de negocios de los nuevos centros industriales y comerciales del Reino Unido, que adquirían o realizaban encargos directamente a los artistas. Pero también los propios pintores se regalaban o vendían obras entre sí o a sus amigos y protectores, sin pasar por ningún intermediario.