Mientras respiraba el aire húmedo de la espesa selva valdiviana en el Parque Nacional Puyehue, en Chile, Ernesto Gianoli, realizó un hallazgo sorprendente para la Ciencia; una planta maestra del disfraz y la mimesis, capaz de imitar como ninguna otra las hojas de las plantas que la rodean, sean una o varias especies, y le sirven de soporte para trepar, la trepadora leñosa Pilpilvoqui (Boquila trifoliolata).
Y es tan buena en su capacidad de imitación, que hasta ahora nadie había observado esta capacidad.
La trepadora leñosa Pilpilvoqui es una vieja conocida de la selva valdiviana, presente en los bosques entre las regiones chilenas del Maule y Los Lagos, es usada por aves y mamíferos como material para sus nidos, y por humanos para artesanía y cestería, e incluso como planta medicinal.
Y aún con este uso intenso nadie se había percatado de su impresionante capacidad para confundirse con otras especies, pues imita color, forma, tamaño de las hojas de una o incluso varias especies al mismo tiempo, algo hasta ahora no observado en ninguna otra planta o animal en el mundo.
El descubrimiento pasó inadvertido por años, hasta que una reciente publicación en la revista Current Biology hecha por Ernesto Gianoli (profesor asociado de la Facultad de Ciencias Naturales y Oceanográficas Universidad de Concepción (UdeC) y académico de la Universidad La Serena) y Fernando Carrasco-Urra (por entonces estudiante de pregrado de Biología UdeC) como autores, dio cuenta al mundo del inédito encuentro con la maestra del mimetismo foliar.
“Una tarde de terreno en Puyehue les dije a mis alumnos que iría a caminar y contemplar el bosque tranquilo –recuerda Ernesto-. Caminé en cámara lenta, pues esperaba ver bichos, que también me gustan, fue casi un momento místico, y repentinamente vi la hoja de un arrayán y otra hoja parecida entre medio, y me pareció raro que tuviera un tallo tan delgado. Resultó que era de la boquila. Es fácil reconocer boquila por sus tres foliolos (partes en las que se divide el extremo de la hoja), pero en este caso eran muy parecidas, no réplicas exactas, pero muy similares con las del arrayán. Me entusiasmé porque revelaban algo que había estado ahí siempre, más cuando en casi todas las plantas que veía se notaban las semejanzas. Era una imitadora de sus hospederos, y no lo hacía solamente con una especie, podía imitar a varias al mismo tiempo, algo inédito. Cuando volví a contarles a mis alumnos no me creyeron”, recordó riéndose.
Según Gianoli, el descubrimiento trae más preguntas que respuestas. En particular porque aún no hay claridad sobre el mecanismo detrás del mimetismo foliar de boquila y porque el fenómeno sólo ha sido observado en ese sector del Parque Nacional Puyehue.
“No tenemos registro de casos parecidos en el mundo, ni siquiera de animales, por ende es difícil aventurar respuestas a un fenómeno que aún está por explicarse. De igual forma manejamos dos hipótesis. La primera es química: si muerdo una planta y el olor le llega a una vecina que no está siendo atacada, cuando lo percibe, levanta la concentración de sus defensas. Los olores modifican la expresión de la planta, pero no sabemos cómo puede modificar la forma de ella y parecerse, que es un trabajo mucho más específico. Otras veces imita a una especie que no está tocando y aún así la copia”, explicó.
“Pero otra posible respuesta –añadió- es que sea un microorganismo que está siendo un vector de material genético desde el árbol a la boquila mediante transferencia horizontal de ADN. Un hongo, virus o bacteria que controla o logra hacer copias del ADN del árbol y luego infectar a boquila, tomaría el control, al menos parcial, del desarrollo de la hoja. Si boquila es capaz de desarrollar espinas en la punta de la hoja tal como el arrayán, entonces podría haber algo más que sólo química en el aire”.
Un aporte a la ciencia
Si bien aún faltan experimentos que develen el proceso detrás de la mimesis y cuánto tardaría en hacerlo, Fernando Carrasco-Urra, hoy estudiante de doctorado en Ciencias Biológicas mención botánica de la UdeC, destacó que “sabemos que la mimesis de boquila está asociada a evitar la herbivoría, y que lo hace como ninguna otra planta en el mundo”.
El investigador confesó que un momento se consideraba “poco creyente en lo que podíamos lograr, pero al paso del tiempo me convencí de lo que podíamos conseguir. Al principio me sorprendió la sonoridad e impacto del artículo, pero me parece bueno para que la gente conozca y valore un poco más la naturaleza que tenemos en el país.”
En un futuro cercano, el trabajo de ambos podría cambiar la forma de entender el desarrollo del fenotipo, un notable aporte a la ciencia más allá de su disciplina. Si se logra dominar algo tan relevante como la forma de la planta, el impacto para la agricultura o las plantas ornamentales sería interesante de analizar. No son pocos los que ya están comentando el interés biotecnológico en agricultura, o en cualquier área donde la forma de las plantas podría ser importante.
Igualmente, Ernesto fue cauteloso. “Los científicos que estamos detrás de esto estamos en situación vulnerable, si hay algún interés comercial va a llegar un tiburón y se lo puede llevar –como la famosa rapamicina-. Ojalá que se pueda proteger, ideal si lo hace el Estado, pues se podrían saber cosas que quizás estaban vinculadas y no lo sabíamos.”
Finalmente, tanto Gianoli como Carrasco-Urra coincidieron en que hay un elemento clave para entender el hallazgo: la observación directa de la naturaleza, a la antigua, tal como los primeros naturalistas, botánicos y ecólogos que reconocieron los patrones y procesos que develaron los primeros secretos de la naturaleza. Una manera de acercarse al conocimiento donde el análisis de datos es complementario a la observación, tendencia que incluso ha sido recogida en el libro Observación y Ecología, publicado en 2012 por el investigador UdeC Aníbal Pauchard junto a Rafe Sagarin, de la Universidad de Arizona, donde precisamente ahondan en la observación como base para el avance de la ecología.
“Todo esto surgió de la inquietud de que vamos cada año a conocer las plantas en un trabajo extenuante y nos estábamos perdiendo el bosque como objeto de estudio”, concluyó Gianoli. “El naturalismo me llevó a estudiar esta carrera y quiero decirles a los nuevos biólogos que hay muchas cosas por descubrir, la naturaleza que tenemos cerca, el bosque valdiviano que es tan maravilloso y que aún no se descubre del todo. Si se salen un poco del camino principal seguramente encontrarán nuevas cosas.”