La ciencia desde el Macuiltépetl: El drama de la investigación científica


Los científicos son hombres y mujeres que no tienen nada de especial en cuanto a que sufren las mismas pasiones, alegrías y tristezas que cualquier otro hombre o mujer. Y el quehacer científico, siendo una tarea de carácter social, implica que se trabaja siempre en comunidades, grandes o pequeñas, y por tanto surgen entre los investigadores simpatías, rivalidades, afinidades, envidias, etcétera.

            En los investigadores que abrazan su profesión con pasión y vocación intensas, surge un enorme compromiso con la verdad pues es precisamente la búsqueda de ésta lo que define la actividad científica. De tal manera que estos hombres, comprometidos con la verdad, entran al ruedo del debate científico con una enorme dosis de dignidad y honor. Entonces,  los laboratorios de investigación y los silenciosos cubículos donde los científicos trabajan son escenario de dramas donde los investigadores son los actores principales.

            Viendo así las cosas es como podemos comprender el reciente suicidio de un eminente científico japonés debido a que fue desacreditado por cierto estudio sobre células madre.

Yoshiki Sasai fue el coautor de una importante investigación que parecía ofrecer esperanza para la sustitución de células madres dañadas o incluso para el crecimiento de nuevos órganos humanos. Fue hallado muerto –colgado de un barandal- en el Instituto Riken donde trabajaba en Kobe, Japón, según informaron la policía y el instituto.

Está confirmado como un suicidio, dijo un portavoz policial.  Sasai, de 52 años, había sido hospitalizado en marzo por estrés y se volvió menos receptivo a preguntas de los medios durante la controversia por la investigación del equipo, dijo Satoru Kagaya, el portavoz de Riken.

El científico parecía completamente exhausto en su última conversación telefónica alrededor de mayo o julio, dijo Kagaya en una conferencia de prensa televisada.

Como subdirector del Centro Riken para el Desarrollo Biológico, Sasai supervisó el trabajo de la autora principal Haruko Obokata, que sorprendió al mundo de la biología molecular cuando fue publicado su estudio en la revista británica Nature en enero.

Se retractó después de meses de controversia que llenaron titulares en Japón y ensombrecieron la reputación del país en la investigación científica. El editor jefe de Nature, Phil Campbell, emitió un comunicado en Londres describiendo la muerte de Sasai como una auténtica tragedia para la ciencia y una pérdida inmensa para la comunidad investigadora.

En lo que parecía ser un descubrimiento que cambiaría el curso de las investigaciones, Obokata, Sasai y los otros autores describieron maneras simples de reprogramar las células animales maduras hacia un estado embrionario, lo que les permitió generar muchos tipos distintos de células.

Sin embargo, pronto surgieron los interrogantes sobre la investigación, cuando otros científicos no pudieron reproducir las sorprendentes afirmaciones. Riken dijo que su investigación halló que Obokata había plagiado y manipulado parte de los documentos, planteando dudas sobre la credibilidad de la ciencia japonesa.

Después de defender su trabajo durante meses, Obokata acordó en junio retractarse, lo que Nature hizo a principios de julio.

Sasai no es el único investigador que se suicida por causas relacionadas con su trabajo científico. Hay otros casos conocidos. Parece ser, por una parte, que el ambiente de competividad excesiva y abrumadora en que se realiza lo que se llama la investigación de punta -donde está en juego el reconocimiento y prestigio de científicos individuales y las instituciones en que laboran- es un factor que impacta significativamente en el estado de ánimo de los investigadores.

Existen otros factores, como el señalado por Javier Flores en un artículo reciente, quien dice que uno de estos es la exacerbada reacción de la comunidad científica internacional, que se torna feroz cuando olfatea las posibilidades de llevar al descrédito y destruir al otro (especialmente si no tiene origen anglosajón). En este caso, señala Flores, las acusaciones de fraude aparecieron mucho antes de que se hubiera realizado una investigación seria.

Por otra parte -y puede que sea determinante- lo que es de gran estima para algunos investigadores es su compromiso con la verdad y el reconocimiento que obtienen de sus pares cuando logran una aportación significativa a la ciencia, grande o pequeña. Y si, como en el caso de Sasai, brota la presunción de que el investigador incurrió en falsedades o fraude científico el golpe es demoledor.

Aunque de todo hay en la viña del señor: está muy bien documentada la ocurrencia frecuente del fraude científico deliberado por parte de individuos e instituciones, y la mayoría de estos simplemente hace como que la virgen les habla y siguen su camino como si nada.

Pienso que el suicidio de este científico nos recuerda, en forma dramática, algo que no deberíamos olvidar: los científicos tenemos que asumir nuestra tarea –por muy humilde que esta sea- en forma digna y honorable, aunque quizás no al extremo de jugarnos la vida en ello. Es mucho o es poco, según el cristal con que se mire.

Reflexionar para comprender lo que se ve y lo que no se ve.

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